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Opinión

La hamada

Pavimento de ventifactos.

 

– ¿Sigo contándole cosas sobre la desmitificación de antiguas leyendas?

– Como usted quiera. Pero antes quería preguntarle sobre algo que dijo ayer y que me ha estado rondando la cabeza…

– ¡Ah, síi! ¿Y qué fue ello?

– Pues me llamó la atención, cuando hablaba de los campamentos caravaneros en el desierto, que mencionó a las «amadas». ¿Es que llevaban a sus familias con ellos en aquellas durísimas condiciones?

-¡Ja, ja, ja…! ¡No, hombre, no! ¡A lo mejor lo pronuncié mal! No quise decir «amada», sino «hamada«, con «h», pronunciada como una «j» muy suave.

– ¡Aah! ¿Y qué es eso?

– Es una parte del desierto. No me extraña que no lo sepa. En nuestras escuelas y colegios se nos hace ver al desierto sólo como una acumulación de arena, con sus dunas enormes, sus rizaduras eólicas, sus camellos y sus beduinos…

Esquema simplificado de un desierto.
Esquema simplificado de un desierto.

– ¡Así es! Y con sus alacranes, sus tormentas de arena, la Legión en marcha detrás del oficial a caballo...

– Pues el desierto es mucho más complejo que eso. Se lo voy a explicar, aunque muy resumido. Mire, son depresiones rodeadas de montañas que impiden la llegada de humedad exterior. Son siempre centros de altas presiones atmosféricas, de modo que los vientos siempre son divergentes y de sentido constante.

– Y formados por arena. ¿Noo?

– La arena es la consecuencia de la erosión. Lo básico es lo que he dicho antes. Para que lo entienda mejor voy a simplificarlo suponiendo tres zonas concéntricas: de piedra, de cantos y de arena.

– ¿Y cómo se diferencian estas tres tipologías?

– La zona central, el núcleo de altas presiones, es un macizo montañoso, pétreo, con su nombre geográfico propio. Supongo que sabrá usted que cuando llueve en el desierto –lo que sucede rara vez, y con muchos años de vacío– lo hace de un modo terrible, con un poder erosivo tremendo, inusitado. Los guadis, cuyos cauces están siempre vacíos, se llenan y desbordan torrencialmente entonces y sus sedimentos cubren la llanura colindante a la montaña.

Una hamada típica, en Namibia.
Una hamada típica, en Namibia.

– ¿Los guadis? Me enseñaron en la escuela que ese es el prefijo de origen árabe que significa «río». De ahí el nombre del Guadalquivir, Guadiana, Guadalete…,  y tantos otros de nuestra geografía…

– ¡Efectivamente! Pues los guadis son los vacíos ríos y torrentes del desierto. Pero sigo… Tenemos el pedimento, la llanura pedregosa al pie de los macizos montañosos, con un viento intenso siempre soplando en el mismo sentido, que limpia la arena y la lleva más allá, al erg. Queda por ello una zona periférica de sedimentos como graveras. Esa es la hamada, también llamada reg, el desierto intransitable, donde el enorme contraste entre las temperaturas diurnas y las nocturnas –las mayores del planeta– hace que los cantos se rompan produciendo unos chasquidos que los nativos achacan a poderes sobrenaturales. Los bordes de los cantos rotos son agudos, pero se van puliendo por la abrasión de las partículas que mueve Eolo. Son los ventifactos. Es la zona que las caravanas bordeaban por la dificultad de marchar por ella.

– Entonces, ¿el viento levanta todas las partículas de menor grosor y las lleva al erg?

– Bueno… Lo más fino, el polvo, o sea, los granos del tamaño del limo y de la arcilla, son lanzados más allá. Suelen sobrepasar las montañas y llegar hasta el mar o incluso hasta el sur de Europa. Cuando no lo hace puede formar una zona pulverulenta, el loess.

Ventifactos. Cantos pulidos por abrasión eólica.
Ventifactos. Cantos pulidos por abrasión eólica.

– ¿El loess? ¡Qué casualidad! ¡Conozco esa palabra! La oí al norte de Francia, en Normandía o Bretaña. ¿No me diga que el desierto llegó hasta allí?

– No. No. El loess de Bretaña es de origen periglaciar, llevado allí por el viento al limpiar las morrenas de los grandes glaciares cuaternarios… Lo mismo ocurre en la gran llanura checa o centroeuropea, en la Gran Pradera americana, en las Pampas sudamericanas y otros lugares del planeta… Son regiones, hoy en día, de una gran fertilidad…

– ¡Ya veo que conoce bien el tema! ¡Se nota que lo ha explicado muchos años! Pero… se está haciendo tarde… ¿Qué le parece si quedamos para mañana?

– ¡De acuerdo! ¿A la misma hora?

– O. K.

3 comentarios en «La hamada»

  1. Querido Emiliano,

    Una bonita lección la de hoy de muy agradable lectura. Esto de escribir las lecciones a modo de diálogo tiene seguramente una larga historia. ¿Podrías contarnos si tienes alguna fuente de inspiración que aprecies particularmente? ¿Conoces algún texto clásico de alguna disciplina científica que esté escrito de esta manera?

    Ya me dirás…
    Un abrazo y hasta pronto,

    Emilio

    Responder
    • Pues no. No sé de nadie que se le haya «ocurrido» antes enseñar de esta forma. Pero seguramente habrá alguien que lo haya hecho. Recuerda aquello de que— NO HAY NADA NUEVO BAJO EL SOL.
      Un abrazo

      Responder
  2. Gracias Emiliano por este diálogo magistral que hace que el lunes se sacuda la mala prensa del arduo y presezoso comienzo de la semana y se convierta en atractivo y estimulante día de la columna de Emiliano…
    Un fuerte abrazo.

    David

    Responder

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