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Las empresas españolas han tenido una reacción “brutal” contra el empleo

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Miguel Laparra, durante su intervención en Salamanca.

La economía española ha tenido un comportamiento “raro” durante la crisis, comparándola con el resto de Europa, y las empresas españolas han reaccionado de manera “brutal” ante la perspectiva de falta de crecimiento económico, aplicando la flexibilidad externa (los despidos) en lugar de recurrir a mecanismo de flexibilidad interna, como cambio de horarios y funciones para evitar lo que ha ocurrido.

 

Así lo cree el sociólogo y director de la Cátedra de Investigación para la Igualdad y la Interacción Social de la Universidad de Navarra, Miguel Laparra, que ha participado este martes en las XIII Jornadas de Empleabilidad para colectivos vulnerables.

Laparra indicó que el uso de la flexibilidad externa (despedir a empleados fijos y no renovar a los temporales) debe “cambiar en el futuro” y aplicar más medidas d flexibilidad interna, como el cambio de horarios, funciones… en las empresas para adaptarse a los cambios del mercado y del ciclo económico.

La rareza de la economía española se explica porque hasta 2011 España aún tenía una riqueza mayor de la que había en 2007, cuando comenzó oficialmente la crisis, pero fallaba el empleo. “Hubo una reacción brutal de las empresas ante la falta de crecimiento económico y, sobre todo, dejaron de renovar los contratos temporales (en España la tercera parte de los trabajadores tiene contrato temporal) y despidiendo a los fijos mucho más que en el resto de Europa. No es normal que haya habido este impacto en el empleo”, señaló.

Ya había flexibilidad

El problema, según Laparra, no es que las empresas carecieran de mecanismos de flexibilidad para deshacerse de parte de sus plantillas, porque “éramos los que más flexibilidad teníamos en ese aspecto en toda Europa”, sino que la reacción de los empresarios fue echar a trabajadores (flexibilidad externa) antes que realizar ajustes internos que no garantizaban un mantenimiento de las rentas empresariales tan inmediato como ahorrando costes de plantilla.

Por eso, la reforma laboral puesta en marcha en 2012 “tiene un punto de partida erróneo. Además, “ha sido muy inoportuna, porque se justificó no tanto por la situación del mercado de trabajo, sino por la presión del capital financiero internacional (los mercados), y porque ha intensificado la precariedad laboral y todavía no ha demostrado tener un efecto real en la creación de empleo”, comentó el sociólogo.

La reforma tiene medidas orientadas a potenciar la contratación indefinida (como la de 1997) en un contexto en el que no crece el empleo, por lo que el intento de fomentar la contratación indefinida “es ineficaz”, al contrario que ocurrió con la reforma de 1997, que se aplicó en el inicio de un ciclo económico expansivo.

Incluye otras medidas para facilitar los despidos (por medio de EREs o abaratando las indemnizaciones), “y eso va en contra de lo que necesita el mercado de trabajo, porque no había un problema de flexibilidad para poder despedir. Ese no era el problema”.

Negociación colectiva

Por último, la reforma redujo la capacidad reguladora de la negociación colectiva en las empresas permitiendo a los empresarios modificar unilateralmente las condiciones de trabajo y debilitando la fuerza de los convenios colectivos sectoriales y provinciales en beneficio de los de empresa, donde la figura del empresario puede incluso boicotear la firma de un nuevo convenio, y anular la validez del que estaba en vigor hasta ese momento transcurrido un año desde su expiración y sin que se haya firmado otro.

Además, esta reforma no ha sido fruto de un pacto entre los agentes sociales, como ocurrió en 1997, por lo que este aumento de la precariedad “se ha construido políticamente”.

 

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