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Opinión

Prima… ¿qué?

[dropcap]H[/dropcap]ay ocasiones en que cuantos nos rodean no merecen sino un poco de comedia. Seamos, entonces, un poco farsantes”. Estoy convencido de que ustedes, amables lectores, atribuirán el entrecomillado a cualquier líder actual sin excepción. Incluso, añadiría yo, bastante contenido al autoinculparse “un poco farsante”. Pues no, aunque bien pudiera ser, se han equivocado. Su autor fue Benjamín Jarnés, reputado humanista aragonés de la mitad del siglo XX. Parece notorio, según puede deducirse del mencionado texto, el profundo paralelismo de aquella sociedad, de sus dirigentes, con esta emparentada plantilla que sufrimos hoy. Porque, pese a estridentes y cínicos cánticos de sirena, casi el cien por cien de los que han gobernado el país -o lo pretenden en un futuro inmediato- son herederos del franquismo rancio, rector; a mayor gloria, de quien pretende silenciarlo u obviarlo revestido de sempiterno demócrata. Aquí, ya nos conocemos todos, al menos debiéramos.

Tan insólita farsa empieza transgrediendo la Carta Magna. El artículo sexto dice que la estructura interna y funcionamiento de los partidos políticos deberán ser democráticos. Cierto que el amasijo semántico lleva a preguntarse cuándo una sigla tiene carácter, maneras, democráticos. En puridad, todo efecto que no pase por el tamiz de las bases (primarias les llaman hoy) debiera juzgarse antidemocrático; asimismo, incluso de burdo ejercicio legitimador. Paradójicamente, los primeros partidos que mostraron variopinto alarde liberalizador desplegaban, sin reservas, un ADN opresivo desde el punto de vista histórico, habitual. Considero innecesario aventar quién inició este rito, medio escaparate medio patraña, para mostrar la torpeza hecha reclamo, acicate ilusorio. A remolque, todos los demás artificiaron un copia y pega, con tan poco entusiasmo como el desplegado por sus hábiles adversarios. Qué demoledor desencanto debieron llevar quienes, informados y críticos, se nutren de un idealismo intrascendente, perverso.

Sánchez -un pragmático que se reviste indistintamente de marxista, socialdemócrata y neoliberal si fuere preciso- hizo suya aquella apelación a la democracia interna del PSOE para defenderse de un Comité Federal poco propicio. Conseguido el fervor y favor emocional asociado a cualquier víctima; ahíto él de empirismo sobre lo efímero del voto agreste, volátil, desestimó al afiliado y empezó a encastillarse en un nuevo Comité propincuo. En ocasión anterior, siendo secretario general del partido, había destituido a Tomás Gómez, elegido secretario general de la Federación Madrileña en unas primarias que ganó con el ochenta y cinco por ciento de votos. Lo de Sánchez y la manipulación de listas o resultados le viene de muy lejos; siempre a conveniencia de sus intereses particulares. Observen, si no, la imposición efectuada a esas listas propuestas días atrás por las federaciones de Andalucía y Aragón, contra el resultado de primarias. En mi pueblo dirían que “es un galgo sin raza”, aunque el refrán se vaya a hacer puñetas.

Sí, todos han hecho de las primarias una bagatela frívola, un paripé que oculta el “ordeno y mando” cuando no purgas feroces, dignas de revancha casi infantil. Sin embargo, nadie quiere ofrecer ninguna cabeza en bandeja de plata, al decir bíblico. Excusas y argumentos estúpidos, dirigidos a una población que creen necia (tal vez, lo sea), pretenden limpiar abusos privativos al socaire de sus propios embelecos. Ahora aparecen infinidad de razones, quizás sinrazones, para legitimar desafueros de los respectivos líderes que hacen “mangas y capirotes” poniendo las siglas a propio beneficio. Suena con excesivo rechinamiento la nueva savia acopiada por PSOE y PP describiendo, sin otras explicaciones válidas, la nulidad de los parlamentarios anteriores. Ambos han derruido -casi por completo- predios convenientemente apestados (debido a fijación mediática) o de notable incomodidad, conservando solamente algunos frontis exteriores en los que tallar sendos acrónimos.

Sería injusto atribuir las carencias democráticas a PP y PSOE en exclusiva. Podemos, exterioriza -aun presumiendo verdaderas ciertas afirmaciones del clan dirigente- una erosión lesiva. Fugado Errejón y aledaños, junto a deserciones vigorosas en las antiguas confluencias, queda el partido desarticulado, excesivamente expuesto a las bravas aguas políticas. El tiránico control de Iglesias y Montero, consecuencia del proceder marxista, ha generado empalago, disgusto, rompiendo toda cohesión. Ciudadanos también cuenta con elementos distorsionadores como esa irrupción despótica de notorios patricios mientras relegan al ostracismo a destacados peones que bregan de siempre en la arena política. Dicen elegir a los mejores, dando por seguro atributos, ornamentos, indemostrados a menudo y así anteponen supuestos a realidades evidentes. Tal displicencia con gentes significativas acarrea sentimientos cruzados que potencian abandonos relevantes del escenario político.

Cierto es que Vox (sigla agredida hasta la extenuación) y PP no emplean primarias para confeccionar listas a diferentes instituciones. Alegan pedigrí democrático exhibiendo relatos sui géneris para elegir los equipos directivos. No obstante, advertimos -de forma objetiva- comparables empeños en controlar rígidamente el partido. “Quien se mueva no sale en la foto”, aquella frase contundente de Alfonso Guerra, más que eslogan era un anuncio amenazador. Algunos hacen de la discreción arma sigilosa, pero arrastran similares efectos: destierro u omisión. El poder ignora la democracia, se rige por superestructuras superando cualquier extremo marxista. Pese a ello, no me cabe ninguna duda de que el original presupone toxicidad sustantiva, marco dudoso en sus diferentes copias. Es decir, los partidos marxistas muestran una encarnadura necesariamente totalitaria. Seamos precisos: Comunismo y democracia son conceptos antitéticos, incompatibles.

“Engullimos, decía Diderot, de un sorbo la mentira que nos adula y bebemos gota a gota la verdad que nos amarga”. Cualquier individuo está dispuesto a llevar al extremo tan acertada reflexión del enciclopedista francés. Aquí reside el peligro de las informaciones. Nosotros solo podremos defendernos si practicamos un escepticismo clásico; es decir, analizando, cuestionando, si, en verdad, son churras o merinas. Siguiendo el hilo, de momento debemos preguntarnos: Prima… ¿qué?

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