Cuatro hijos de represaliados por el franquismo contaron este viernes en el Centro Documental de la Memoria Histórica, como fue el momento en el que les arrebataron a sus padres para fusilarlos y qué destrozos ocasionó en sus vidas la barbarie.
Lo han hecho en un acto llamado ‘Memoria Viva, testimonio de familiares de represaliados durante la Guerra Civil’, organizado por la Asociación memoria y Justicia Salamanca para conocer en primera persona como fue la represión en Salamanca, no solo vinculada a los que murieron, también, para explicar como fue la vida de los familiares que sufrieron la pérdida de sus seres queridos. Toda una vida marcada por la represión franquista.
Como ponentes, Adriana Rivera Ullán, Luis Froufe Carlos, Juan José Aparicio Cascón y Luis Calvo Rengel, todos ellos hijos de represaliados que fueron asesinados por la dictadura franquista.
El salón de actos del centro estaba casi lleno y las historias se escucharon en medio de un silencio estremecedor.
ADRIANA RIVERA
«Nos devolvieron por el coche de línea un fardo con su ropa»
En diciembre de 1936, el bando nacional sublevado sacó a su padre, Eladio, de la cárcel de Salamanca y lo asesinaron en el monte de la Orvada. «Fuimos represaliados durante años. Era imposible colocarse y nos tacharon de rojos». Ella se casó con un militar franquista y por eso fue degradado de teniente a soldado raso. Se marchó y se hizo pintor decorador. Ella trabajó en el comercio como secretaria y tras estar en Barcelona y París, regresó a España en 1978.
«Mi padre tenía un comercio en Ciudad Rodrigo. Era un comerciante que militaba en Izquierda Republicana. Solo le acusaron de ser rojo. No iba a la taberna ni nada. Un antecesor de Blas Piñar y el obispo de Ciudad Rodrigo López de Arana no le perdonaron que izara la bandera republicana frente a ellos y lo pagó con su vida», comenta.
«Compañeros suyos lo delataron. Se hicieron falangistas para salvar la vida,… Lo delataron las envidias que había, porque era un emprendedor que de poco dinero hacía mucho, pero tampoco iba a la iglesia y había cosas imperdonables para esta gentuza. Se valían de medios rastreros para llevárselos: ‘Nada más le va a hacer unas preguntas el comisario. En seguida volverá. Pero mi padre nunca volvió. Un día llegó el coche de línea, bajó un chico y nos devolvió un fardo con ropa. Yo pensé que venía papá, y el chico me dijo: ‘Entra en casa, chiquilla. Tu padre no vuelve'», explicó.
«He estado llena de rencor toda la vida y seré republicana toda la vida. Nunca veneraré la memoria de Franco. Debió morir antes de nacer», relató.
JUAN JOSÉ APARICIO
«Nos dijeron que lo habían dejado en libertad y lo habían fusilado de madrugada»
Mataron a su abuelo paterno y alcalde de Ciudad Rodrigo el 30 de agosto de 1936 y al año siguiente en diciembre, fusilaron a su padre, Eduardo, cuando Juan José tenía seis años. Cuando se lo llevaron tardaron en localizarlo hasta que les dijeron que estaba en Ciudad Rodrigo y que al día siguiente lo iban a liberar, pero de madrugada lo subieron a una camioneta junto a otros siete detenidos y los fusilaron en la finca Ravida en la comarca de Miróbriga. Dos años después el régimen abrió un proceso político contra su padre y su madre para quedarse con su patrimonio, sin saber que ya lo habían fusilado. Luego permitieron a la familia llevarse sus restos a Béjar.
«Tengo rencor más que recuerdos de mi padre y carencias, porque me quedé sin padre a los seis años. A la mañana siguiente de que mataran a mi padre una vecina salió gritando: ‘Ahora que hemos acabado con los mayores hay que terminar con los retoños’. Malditos sean los que infundieron odio en el corazón de un niño», recuerda Juan José.
Luego estudió bachillerato y Derecho. «La Guerra Civil es una historia triste, amarga, terrible que produjo una sima entre los dos bandos. Esperemos que las próximas generaciones encuentren alivio y entendimiento», señala antes de advertir de que «la envidia, el odio, la maldad y la sinrazón humana fueron los causantes de que en España hubiera una guerra civil».
LUIS FROUFE
«Mataron a mi hermano y tardé 77 años en saber qué le pasó a mi padre. También fue fusilado»
Luis es uno de los diez hijos de Hipólito, un emprendedor culto que levantó una fábrica de alpargatas en el barrio del matadero, al otro lado del río, en la ciudad del Tormes. Una venganza pudo originar una denuncia sobre unas monedas falsas llegadas de Portugal justo antes de la guerra. Le condenaron a once años de cárcel, y cuando estalló la guerra lo trasladaron del Dueso (Cantabria) pero nunca llegó a la prisión de Valencia, su siguiente destino. Había sido asesinado por el camino pero su familia nunca lo supo. Hace tres años se enteró dónde estaba su padre.
«Mi casa era un foco que irradiaba cultura en ese barrio. Los obreros venían para jugar al ajedrez y al parchís con un reglamento propio. No todo el mundo nos quería, pero este era el ambiente anterior a la tragedia», comentó.
Cada hermano tenía una formación y consiguieron mantener a flote la fábrica pese al encarcelamiento del progenitor. «Éramos una familia feliz a pesar de que mi padre estuviera en la cárcel, pero el levantamiento militar lo convirtió en una tragedia». Ocho de los diez hermanos fueron a la cárcel. A uno de ellos, Agustín, lo condenaron dos veces a muerte. De la primera lo libró otro hermano, pero ya no pudo hacer nada la segunda vez. «El 20 de junio del 37 me despertaron a gritos mi hermana Adela y mi madre: ‘Ya lo han matado’. Un grito que aún resuena en lo más hondo de mi ser», dijo Luis, hoy nonagenario que se formó en químicas y trabajó en el CSIC.
El último mensaje que transmitió a otro hermano mayor de Luis antes de que lo fusilaran fue el siguiente: «Vuestro consuelo no es la venganza».
«Tras su muerte anidó en mí un deseo de venganza y la vida perdió todo su valor, pero mi hermana Adela me habló del mensaje que le había dejado a mi hermano. Me convertí en un niño bueno, tímido, vergonzoso, vivía en mi mundo, lloraba, cantaba,… pero nunca sentí soledad. A los 14 o 15 años había desaparecido el deseo de venganza, conocí a una niña que en el 36 perdió a su padre. Lo mataron los republicanos sin causa y sentí rabia cuando me lo contó, pero le cogí cario y me enamore de ella, nos casamos y fue una muestra de que fracasaron los odios que sembró la guerra civil», relató.
«La muerte de mi hermano Agustín fue como un rayo destructor, mientras que la esperanza de vida de mi padre fue distinta. La esperanza de que viviera se fue desvaneciendo lentamente, hasta que un día terminó la tristeza, te echas a llorar y aceptas que lo mataron. Tardamos 77 años en saber qué le pasó a mi padre. Lo habían fusilado mientras lo trasladaban a la cárcel de Valencia. Cuando me enteré entré en un estado de serenidad y de paz», explicó con aplomo.
Fusilaron a su hermano y a su padre, y no se sabe cómo murió otro hermano suyo, Jesús. Fue apresado en el 36 y en el 41 se fugó de la cárcel con otros siete reclusos. Cuatro de ellos consiguieron escapar vivos. En el 43 cesó su búsqueda. «Poco a poco se fue perdiendo la esperanza de que se salvara. Quiero creer que lo mataron, pero también nos dijeron que algunos prófugos morían de inanición en el monte y mi hermano lo hubiera preferido antes que volver a la cárcel».
LUIS CALVO RENGEL
«Nos subíamos a una escombrera para ver a mi padre en la cárcel, y llega un día y te dicen que lo fusilan»
Tenía apenas seis años cuando se llevaron detenido a su padre. Era el 21 de julio el 36, dos días después del levantamiento y del asesinato de muchos salmantinos en la Plaza Mayor. Nunca se me olvidará lo que pasó. Detuvieron a mi padre, lo llevaron a la comisaría y de allí a la cárcel. Mi madre vendió algunas fincas en Vilvestre para poder llevarle cada día la comida a la cárcel. ¡Qué colas había de familiares llevando la comida a los presos!», recuerda.
Él acompañaba a su madre en el recorrido diario. «Yo quería ver qué me había dejado mi ‘papa’. Era mi ‘papa’ no mi ‘papá’. Siempre me dejaba algo de fruta. Yo tenía ceguera por él«, confesó.
También había aglomeraciones dentro de la cárcel cuando se autorizaban las visitas, una vez al mes o cada dos meses. Salían doce presos a una sala de 20×5 metros y separados por unos barrotes, a dos metros, estaban todos los familiares. «Mi padre era socialista y yo me moriré siendo socialista», proclamó Rengel ante el auditorio.
Su padre estuvo catorce meses en la prisión provincial, «hasta que dijeron que lo iban a juzgar solo por estar siempre al lado de Manso, secretario del PSOE en Salamanca. Pasé verdaderos traumas», recuerda.
Entre visita y visita, el niño (como el resto de niños y familiares) iba cada domingo a la escombrera que había entre el parque de los jesuitas y el DA2 (antigua prisión provincial). «Subidos en lo alto del montón veíamos un rincón del patio, y allí se ponía mi padre para que lo viéramos,… Hasta que llega un día y te dicen que lo sacarán por la mañana para fusilarlo. Es algo increíble. Aquí no hubo trincheras ni bombardeos, solo asesinatos: 1.300.
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3 comentarios en «Estremecedores relatos de represaliados por el franquismo en Salamanca»
¿Qué medios divulgaron la fecha del acto organizado recientemente por la Asocaición Memoria y Justicia en el Centro Documental de la Memoria? Muchos salmantinos lamentamos la escasa información sobre la verdadera historia de la ciudad y provincia en los funestos años del fascismo franquista, que en el 36`el genocida Franco hurtó con fuego, sangre e incienso la legalidad Republicana.
por lo que se ve solo hubo barbaridades en el bandoi franquiusta y los repub liceos que? fueron unos angelitos y no hicieron nada, no me parece justo que solo se recuerde las barbas ariudadcde un bando cuan do en el, otro también hubo y nadie dice nada.
¿Para cuando un gran congreso internacional en Salamanca sobre la Guerra Incivil Española?
Salamanca es el lugar en el que debieran hablar todos los que tengan que hacerlo. Esconder la historia en actos puntuales significa que poco a poco el pueblo la desconocerá…y todos correremos el peligro de repetir los mismos errores.