El Everest o como la conocen los tibetanos y nepalíes ‘La Diosa madre del viento’, ya no es una montaña para hacer alpinismo, ahora está considerada como el top del deporte de alto riesgo.
Tito Jiménez, alpinista, ofreció una conferencia ‘Por los caminos del Everest’ en la residencia de Alzheimer Boni Mediero, y a través de sus fotografías, los asistentes fueron ascendiendo por valles y montañas que ‘viven’ a la sombra del Everest, la cima del mundo.
Jiménez desmitificó al mito. “La ruta normal del Everest no es difícil. Además, hay montañas muy cercanas al Everest que son técnicamente mucho más complicadas”.
P. ¿Qué opinión le merece la subida masiva de personas al Everest?
T. J. Me parece bien, pero no son alpinistas, porque los llevan al campo 1, por lo que ya no tienen que pasar un tramo muy peligroso que hay de desprendimientos, y después suben con cuerda fija y con oxígeno. El Everest está preparado para que una persona normal pueda hacer el recorrido.
P. ¿Y la imposición de bajar la basura?
T. J. Muy bien. Pero, hecha la ley, hecha la trampa. Ahora obligan a bajar unos ocho kilos de basura, puedes pagar a un porteador que te la baje y ya está. Eso sí, esos porteadores, a la menor ocasión que tienen van dejando la basura donde nadie los ve.
P. ¿Cómo está la situación política?
T. J. Estable después de que derrocaran al rey. Ahora está creciendo, pero muy desorganizadamente. Hay mucho desorden social y muchísima polución. El consumo, que hasta ahora no existía, crea muchísimos vicios y ambición. Pero, no hay problemas de inseguridad.
P. ¿Recomendaría el alpinismo?
T. J. Sí, pero hay que hacer un proceso previo. No puedes decir de hoy para mañana: ‘Ya soy alpinista’. Primero te tiene que gustar el campo, salir mucho, caminar e ir curtiendo el cuerpo. Por ejemplo: No puedes llegar al Everest y decir voy a escalarlo. No. Hay que aclimatar el cuerpo porque si no te puede dar mal de altura. Evidentemente, este mal se corrige con oxígeno, pero eso ya no es alpinismo.
P. ¿Qué le ha dado a usted el alpinismo?
T. J. Todo. Para mí, es una pasión y está muy relacionado con mi vida y mi familia. La montaña te da muchísimas alegrías, algún susto y rara vez, un gran disgusto. Como la vida misma.
P. ¿Qué precauciones hay que tener?
T. J. Pues lo primero, el sol, que como cada vez tenemos menos ozono, nos quemamos. Hay que saber donde se pisa, no sólo en el sentido literal, y por supuesto, tener mucha conciencia medioambiental. Recomiendo que antes de salir a la montaña, es conveniente que entres a formar parte de un grupo de montaña donde se hagan expediciones y te den orientación.
P. ¿Qué se siente en la cima del mundo?
T. J. Como fui en enero, muchísimo frío (risas). Pero, también una gran alegría. Es muy especial.
P. ¿Por qué fue en invierno?
T. J. Porque el tiempo es más estable y sobre todo, porque tengo vacaciones. Además, estás casi solo. En temporada alta, el Everest acogerá a 20.000 personas y nosotros nos cruzaríamos con 50. Es una gozada, porque pones tu organismo al límite.
P. ¿20.000 personas?
T. J. Sí o más. Incluso hay policía específica en el Everest que cuidan de que no haya robos, porque si te quitan la botella de oxígeno aquí, lo que te sustraen son 200 euros, pero allí, puede suponer la vida o la muerte. También se cuidan de que no haya prostitutas.
P. ¿?
T. J. Sí, al haber tantas personas, también hay prostitución.