Opinión

Game over?

[dropcap]C[/dropcap]uando murió el dictador yo sólo tenía doce años. Recuerdo aquella imagen de un Arias Navarro comunicando entre sollozos: “Franco ha muerto”. A mí, como a la mayoría de los niños me fue difícil contener mi alegría por tener unos días sin escuela debido al luto que se impuso a todos los españoles. También recuerdo como las aulas de las escuelas pasaron de estar presididas por una foto en blanco y negro del finado, por otra en color del rey a la derecha de un crucifijo; además de dos textos institucionales, uno del testamento político de quien había abandonado este mundo, y otro del primer discurso del nuevo Jefe del Estado, que algunos tuvimos que aprender de memoria por imposición del maestro de turno.

Evidentemente, mi visión de las cosas en aquel momento no podía ir más allá que la de una mera sucesión de imágenes, como las interminables colas de ciudadanos para mostrar su respeto y dar su adiós a aquel que algunos decían que había mantenido a España en paz durante más de cuarenta años, o ante las urnas para convalidar mediante referéndum el texto constitucional elaborado por una comisión de expertos a los que luego hemos venido en llamar los padres de la Constitución; así como la de unas Cortes abarrotadas para presenciar y testimoniar el juramento del Monarca ante las leyes fundamentales franquistas que dieron paso a un nuevo régimen político democrático llamado monarquía parlamentaria. Qué paradoja, ¿verdad?.

Ahora, después también del paso de otros cuarenta años, la lectura es otra que una mera sucesión de imágenes que supusieron el paso también del celuloide del blanco y negro al color, no sólo por la desaparición del NO-DO que nos teníamos que tragar en los cines antes de ver alguna película casi siempre en versión española, con el objeto de ensalzar las grandes hazañas de aquel hombre de escasa estatura y voz poco viril; sino también como punto y final de una historia oscura que muchos españoles esperaban ansiosamente por haber sufrido en sus propias carnes las torturas de ese régimen represor.

Las canas que ahora asoman a la cabeza de aquellas niños y niñas que vivimos la muerte de Franco, sin entender muy bien qué es lo que estaba pasando y de su trascendencia histórica, presuponen que deberíamos tener criterio suficiente como para analizar esta historia reciente. Pero está bien visto que el criterio no depende sólo de la experiencia sino de la ecuanimidad a la hora de juzgar el porqué de las cosas, algo que en muchas y muchos es imposible puesto que la pasión y el fanatismo, a veces acompañado de un odio desmedido por historias del pasado, ciegan sus sentidos, sobre todo, el de la percepción de la realidad.

[pull_quote_left]Un largo peregrinar desde aquel 6 de diciembre de 1978, en que la Constitución fue sometida a referéndum, que lo único que ha hecho ha sido acrecentar las desigualdades territoriales, además de propiciar un régimen bipartidista de alternancia en el poder[/pull_quote_left]Un servidor, sin motivo para odiar a nadie, políticamente hablando, sin embargo sí los tiene para no estar conforme con la herencia recibida de aquel régimen fascista tras la Constitución de 1978. En primer lugar por tratarse de una Constitución fraguada en su mayor parte por gente del mismo régimen al que se pretendía sobrevivir, y en segundo lugar porque que se trata de un cuerpo normativo que se ha sobrevalorado por quienes la protegen y adulan como si se tratase de un texto casi sagrado, porque según ellos permitió una transición pacífica, cuando en realidad fue todo lo contrario, existiendo una falta de pacifismo propiciado por sentimientos nacionalistas desbordados provenientes del País Vasco, que todavía aún perduran, y que, aunque desprovistos de la violencia terrorista no lo son de los enfrentamientos entre los manifestantes que están favor y en contra, así como los provenientes de otros territorios como Cataluña. Ambos fruto de un pusilánime reconocimiento de derechos históricos que lejos de calmar los sentimientos de autodeterminación los ha fomentado tras innumerables contraprestaciones del gobierno central a los apoyos obtenidos de aquellos en investiduras a determinadas presidencias del gobierno y a las tan temidas leyes anuales de los presupuestos generales del Estado, a falta de mayorías absolutas, y que, en definitiva, han supuesto un trato desigual a los ciudadanos dependiendo del lugar de nacimiento, relegando a lo inútil el tan necesitado y justo, por la solidaridad entre las diferentes Comunidades Autónoma, fondo de compensación interterritorial. Eso sin contar la desidia de los distintos gobiernos centrales ante un problema histórico que nunca ha contado con la solución adecuada, la cual, como todo en democracia debe ser negociada por las partes afectadas y refrendada por el pueblo.

En fin, un largo peregrinar desde aquel 6 de diciembre de 1978, en que la Constitución fue sometida a referéndum, que lo único que ha hecho ha sido acrecentar las desigualdades territoriales, además de propiciar un régimen bipartidista de alternancia en el poder, con reformas pactadas entre ellos de leyes orgánicas como la del régimen electoral general, con el fin de evitar la competencia de partidos minoritarios; o como la del Tribunal Constitucional y de designación de representantes en las altas instituciones del Estado, con la consiguiente interrelación entre Poderes legislativo, ejecutivo y judicial, que se presuponen independientes.

En definitiva, un régimen democrático, si es que así se le puede llamar, contaminado de tal manera que ha propiciado innumerables casos de corrupción que no sólo manchan la imagen de España fuera de nuestras fronteras, sino que nos ha sumido a los ciudadanos y ciudadanas de este país en un sentimiento de desconcierto e indignación hacia aquellos que debiendo actuar como nuestros representantes sin embargo han actuado como auténticas alimañas, entiendo por tales, aquellas personas que por su comportamiento social son perjudiciales o causan repulsión en la sociedad.

Creo que el juego de esta falsa democracia ha terminado, siendo necesario un nuevo replanteamiento del sistema donde se elimine todo aquello que no ha funcionado, y que es mucho a pesar de que los que ostentan el poder en ese tándem hecho a su medida se empeñen en decir lo contrario, pactando reformas que a ellos solamente benefician, para de esta manera seguir manejando los hilos del poder en ese mundo de trapicheos y engaños; muchos de ellos herederos del franquismo. Creo que ha llegado el momento de un nuevo poder constituyente que legitime un cambio real y no sólo un cambio en el color de las imágenes como dije al principio; o al menos una reforma constitucional negociada entre todas las fuerzas sociales y políticas, y nunca impuesta, puesto que de otra manera lo único que conseguiremos es un simple lavado de cara como el que se hizo hace cuarenta años.

[pull_quote_left]Ha llegado el momento, al menos, de una reforma constitucional negociada entre todas las fuerzas sociales y políticas, y nunca impuesta, puesto que de otra manera lo único que conseguiremos es un simple lavado de cara como el que se hizo hace cuarenta años.[/pull_quote_left]Dejémonos de eufemismos y llamemos a las cosas por su nombre. No podemos decir que vivimos en democracia cuando el estado de derecho en el que se sustenta está integrado por un sistema normativo totalmente injusto para la mayoría de la sociedad que legitimaría la desobediencia civil. Y no podemos llamar Constitución a un texto que pretendiendo ser la base de dicho sistema normativo se ha convertido en algo vacío de contenido, no sólo por reconocer libertades y derechos que el mismo poder ejecutivo y legislativo, con una mayoría que pretenden legitimar en los votos de un pueblo engañado, no respetan; sino también porque sustentan una estructura de Estado en su mayoría corrompida, y lo que es peor, blindada o sorda ante la demanda de cambio de un pueblo que sufre y que se ha convertido en esclavo del poder financiero.

Mientras no demos por terminado el juego, y no cambiemos a los jugadores, todo seguirá siendo igual. Pero, además, para que esta revolución por el cambio alcance su objetivo también necesitamos que quienes luchamos por ello lo hagamos desprovistos de la neurosis y del resentimiento del pasado. Si no es así, lo único que haremos será sustituir una patología por otra con los mismos elementos patógenos o peores aún; eso, sin perjuicio de las justas compensaciones o indemnizaciones a las que haya lugar hacia las víctimas de uno y otro lado y, por supuesto, del sometimiento a un juicio justo a quienes fueron los verdugos y que todavía siguen paseando por la misma calle que sus víctimas como si nada hubiese pasado; porque si no se hace así, todo se habrá convertido en una nueva burla.

— oOo —

2 comentarios en «Game over?»

  1. Se han echado raíces muy profundas para que esto cambie. Además los ciudadanos en este país nunca han arriesgado, son complacientes, resignados… Y luego los nuevos partidos se han convertido en víctimas del sistema por cuanto siguen adoptando las mismas estructuras. Cambio si, pero no sé si lo verán nuestros nietos…

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  2. ¿Transición? ¿dónde? ¿cuándo?…. Como dice Feliciano, sólo un cambio de color, y como siempre los peones son los que se juegan el tipo… los que esa´n en la retaguardia no arriesgan, han hecho un sistema a su medida, como en la mayoría de los países que se denominan desarrollados. El cambio exige una revolución desde abajo y es imposible que exista porque perderíamos los de siempre para simplemente coger unas migajas… Luego en España están los nacionalistas, mejor dicho los vendedores de humo que están aprovechando la marejada para asegurar su modos vivendi en la política… El gran problema es que la gente, los ciudadanos de «a pie» no se den cuenta de esta gran farsa política… borreguiles detrás de sinvergüenzas que manejan todo para sacar el mayor provecho…

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