[dropcap]H[/dropcap]acía frío aunque era agosto. Hacía frío, porque en esas ocasiones la sangre te abandona las manos y los pies y casi el cuerpo entero. Hacía frío porque cuando te bajan del camión para dar un paseo, sabes que no será muy largo. Hacía frío, igual que en la mañana en la que desenterraron sus huesos de la tierra dura y seca de la Dehesa de Continos. Tierra dura y seca, la de esta España nuestra, cosida de zanjas y cadáveres.
Era 1936 y a la desgracia de una guerra civil, se le sumaba la del revanchismo y la venganza cainita. Los cuatro hombres, que hasta hace unos pocos días reposaban a un metro bajo tierra y que dejaron tras de sí a sus familias marcadas durante cuarenta años, solo pedían que se les pagase por su trabajo de jornaleros. Estalló, pues, la guerra y fueron denunciados por rojos y al poco, yacieron entre unas piedras a unos pocos pasos de la carretera mientras el eco de los disparos sobresaltaba a sus familiares en el pueblo de Vecinos.
Es difícil imaginarse la angustia que se respiraba en el camión y el silencio tenso solo roto por el ruido del motor. Pero es más difícil pensar en cómo quedarían las familias después del crimen. Señalados a perpetuidad, miradas de soslayo y silencios repentinos al pasar junto a los otros vecinos. No solo te arrancaban a tu padre, marido, hijo o hermano, te arrancaban la vida, el poder visitar su tumba, el superar su muerte.
Se calcula que hay unas 88.000 personas desaparecidas, asesinadas por el franquismo. Miles de familias que deben, aún hoy, remover cielo y tierra para poder enterrar dignamente a sus seres queridos, mientras todavía se rinde homenaje impunemente a su verdugo.
[pull_quote_left]Es difícil imaginarse la angustia que se respiraba en el camión y el silencio tenso solo roto por el ruido del motor. [/pull_quote_left]En Alemania, nuestra metrópoli, es delito hacer el saludo romano, ya saben, ese que se suele hacer en las concentraciones de la AVT. El mismo que hacía el fundador de nuestro partido en el gobierno. Mientras tanto, en la colonia, damos cobijo a un hogar social Nazi en Madrid, disparamos a los inmigrantes en la frontera, llevamos unos 80 años sin poder elegir democráticamente a nuestro jefe de estado y seguimos con las cunetas llenas de cadáveres.
Dura lex sed lex. La ley de Memoria Histórica está de adorno, con 2.000 fosas comunes a nuestras espaldas, solo tenemos una tímida ley que ni soluciona el problema, ni da la paz que necesitan los familiares, ni se cumple. La excusa es siempre la misma, “no hay que abrir viejas heridas” qué casualidad, que los que dicen eso son los afines al régimen y los nostálgicos del mismo. “La ley solo busca encontrar culpables” he llegado a oír.Después de hablar con las nietas de los jornaleros de Vecinos asesinados, puedo afirmar que han pasado tantos años, que solo quieren descansar y dar sepultura a sus familiares. Ya no hay rencor, ya solo hay frío. El mismo que hacía aquel día de agosto.
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