[dropcap]T[/dropcap]u cerebro y tu Smartphone tienen muchas cosas en común. Seguro que los patrones de funcionamiento del primero han sido tenidos muy en cuenta a la hora de crear y evolucionar a sus semejantes cibernéticos de bolsillo.
Un Smartphone es una sofisticada suma de elementos, circuitos y protocolos que ejecutan acciones de lo más variopintas sin que nosotros, como usuarios, alcancemos a entender muy bien cómo se da todo ese proceso. Te graba un archivo, te calcula el tiempo que te llevará ir de “paquí” a “pallí” y cuál es la ruta más cómoda, se convierte en una ventana al mundo con sólo pulsar la F blanca sobre el fondo azul o te da la predicción del tiempo.
El cerebro viene a hacer más o menos lo mismo. Te graba un beso, te calcula automáticamente que en una hora por autopista recorrerás aproximadamente 120 kilómetros, se convierte en una ventana al mundo cuando a tu alrededor acontece algo que mereceser percibido o interpreta la temperatura de tu piel o el color del cielo y te aconseja abrigarte más o menos.
Un importante elemento que tienen en común es que ninguno de los dos está diseñado para entender el concepto “NO”.
Ruego aceptes como buena la afirmación de que las palabras son la herramienta de que disponemos y utilizamos para plasmar, para describir nuestra manera de ver el mundo. Comunicamos lo que vemos, lo que sentimos, lo que olemos o escuchamos mediante palabras. Lo que percibimos en definitiva. Las palabras viajan a través de los circuitos neuronales, hacia dentro y hacia fuera, las palabras se convierten en imágenes en el cerebro y las imágenes del cerebro se convierten en palabras en la boca.
Acéptame por tanto la licencia de interpretar que cuando escuchamos palabras, lo que nuestro cerebro hace es pintarlas, dibujarlas para que las podamos entender, interpretar.
Yo digo jardín y tú lo creas, dibujas cuantas flores hay, de cuantas clases, de cuantos colores, si hay o no un laberinto de setos o un riachuelo o un señor con sombrero de paja podando los árboles. ¿Habrás pintado algún árbol verdad? ¿No? Da igual, es tu jardín.
Ahora te digo, olvídate de ese jardín, “NO jardín”. Por cierto ¿El no señor que no llevaba un sombrero que no era de paja y que no estaba podando los árboles lleva ropa verde o azul?
La eficacia de tu comunicación aumentará exponencialmente en el momento en el que seas capaz de encontrar la manera positiva de no decir no. Piensa en qué te gusta más, rodearte de no es o de síes… probablemente el mundo entero comparta tu elección.
Y recuerda, no pienses en un elefante rosa.
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