[dropcap]V[/dropcap]eíamos la semana anterior y la pasada, algunas complicaciones recientes de la economía china -crisis bursátil y ajustes monetarios-, y hoy nos referiremos a cómo la desaceleración que está experimentándose en ese gran país, preocupa profundamente a todo el mundo. Pero sobre todo a los países emergentes, por la fuerte caída de precios de la energía y las materias primas.
Durante años, las exportaciones de commodities a China crecieron a tasas de dos dígitos, pero eso dejó de suceder en 2014. Y en esa dirección, BHP Billiton, la mayor empresa minera del planeta, que registró en 2010 unos beneficios de 23.600 millones de dólares, en 2014 quedó en solo 1.900 millones. Muestra tendencial de lo que está sucediendo en todo el sector minero, igual que en el agrícola.
[pull_quote_left]Los emergentes, y esencialmente los BRICS, se suponía que iban a dar forma al futuro del mundo, e incluso dominarlo. Idea que en los últimos tiempos ha ido perdiendo fuerza, por la recesión en que han entrado Rusia y Brasil.[/pull_quote_left]Se trata de una situación cambiante: los emergentes, y esencialmente los BRICS, se suponía que iban a dar forma al futuro del mundo, e incluso dominarlo. Idea que en los últimos tiempos ha ido perdiendo fuerza, por la recesión en que han entrado Rusia y Brasil. Entre otros factores en contra, por los ya mentados precios a la baja en los productos básicos, y también porque el fracking está en desplome por caída de los precios de los crudos convencionales, lo mismo que el gas natural y el carbón. Y además, pesa la previsión de subida de los tipos de interés de EE.UU., e incluso los efectos de la corriente de El Niño, que este año viene con malos augurios. Como también hay mucho de mal gobierno, corrupción, etc.
En el caso de Brasil, su economía parecía dirigirse a una especie de auge perpetuo, pero luego, apenas ha crecido desde 2013, y en 2015 entró en recesión por los precios de sus principales exportaciones a la baja. Todo ello cuando se suponía que la economía era ya lo suficientemente desarrollada como para no depender tanto de las cosechas agrícolas y de las industrias extractivas.
Más específicamente, Brasil se frenó en seco en 2014 con un exiguo incremento del PIB de un 0,1 por 100, después, de haber registrado un 2,7 por 100 el año anterior. Y con la previsión del Banco Mundial para 2015 de una caída del PIB al menos del 2,0 por 100. Lo que significa que el poderío exportador de la principal economía del área iberoamericana flaquea; con las inversiones foráneas retrayéndose, y con los pesados lastres de la corrupción y el exceso de burocracia, que continúan siendo las más penosas rémoras.
En un intento poco o nada convincente, el gobierno de Dilma Rousseff presentó en agosto de 2015 su Agenda Brasil: un conjunto de 28 medidas destinadas a frenar la recesión. El plan, etiquetado como business-friendly por el Gobierno Rousseff, incluyó mejoras en disciplina fiscal, y fomento de los negocios y de las infraestructuras; y ajuste social, con la introducción del copago sanitario y el retraso de la edad de jubilación. Y con tales ideas en el gobierno de Brasilia, lo mismo que sucedió con China, los analistas interpretaron de inmediato que las cosas del país podían estar peor de lo que se ha admitido hasta ese momento.
[pull_quote_left]India parece mantener un buen ritmo de expansión, a velocidad inalcanzable para las economías más avanzadas. Pero también sufre ya una notable desaceleración[/pull_quote_left]El otro caso de BRICS antes mencionado es Rusia. Que se ve seriamente afectado por las sanciones económicas de Occidente a causa de la crisis de Ucrania; algo que se compensaba por la suposición de que China iba a ser la gran salvadora financiera, especialmente a la vista de que en 2014 se firmó un contrato de suministro de gas natural con la República Popular por valor de 400.000 millones de dólares; conforme al cual se financiaría un gasoducto de casi 4.000 kilómetros para transportar el combustible desde Siberia. Pero los precios que el gigante asiático está ahora dispuesto a pagar por esa energía se han desplomado, de modo que la construcción de la mencionada infraestructura podría demorarse; al igual que otros proyectos ruso-chinos. En esas circunstancias, el Banco Mundial prevé una caída del PIB de nada menos que un 2,7 por 100 para 2015, en una confirmación de la tendencia negativa iniciada en el verano de 2014.
En lo que se refiere a otro miembro de los BRICS, India -con su nuevo primer ministro Narendra Modi-, parece mantener un buen ritmo de expansión, a velocidad inalcanzable para las economías más avanzadas. Pero también sufre ya una notable desaceleración, no obstante los anuncios de Modi de corregir problemas endémicos como los insoportables niveles de pobreza.
Por último, Sudáfrica, el último de los BRICS, no acierta a mejorar la falta de cualificación de su mano de obra y sigue ceñida a la exportación de carbón, metales y otras materias primas. Pese a ello, su curva es la única entre los países emergentes que remonta en 2015.
Algo parecido a lo ya visto para Brasil, Rusia, India y Sudáfrica en la relación de los BRICS con China, sucede con otros países emergentes. Ese es el caso de Indonesia, que crece, pero a un ritmo decepcionante para sus expectativas anteriores (4,7 por 100 anual en 2015). Igual que sucede con Turquía, donde el crecimiento ha bajado al 2,3 por 100 en 2014-2015; un porcentaje menguado por comparación con los años de vacas gordas (2010 y 2011), cuando avanzaba al 9 por 100.
En lo concerniente a las monedas de los países emergentes que más comercian con China, inevitablemente cayeron con fuerza después de que Pekín devaluará su moneda, ya que los inversores habían apostado por un Rmb cada vez más débil, en paralelo a las tendencias de sus economías en deterioro. Y es que las exportaciones de los emergentes a China equivalen, en los principales de ellos, a más del 10 por 100 de su PIB, lo que mide el fuerte grado de dependencia de la mayor economía de Asia; por lo que sus monedas se vieron afectadas por la devaluación china.
Todo lo indicado, sugiere la existencia de una guerra de divisas entre naciones en desarrollo; que podría ser más perjudicial de lo que inicialmente se ha pensado, al llevar a una reducción en el comercio mundial en lugar de reasignar un nivel mayor de operaciones entre ganadores y perdedores.
[pull_quote_left]Todo sugiere la existencia de una guerra de divisas entre naciones en desarrollo; que podría ser más perjudicial de lo que inicialmente se ha pensado, al llevar a una reducción en el comercio mundial en lugar de reasignar un nivel mayor de operaciones entre ganadores y perdedores[/pull_quote_left]En la dirección apuntada, el Financial Times comparó los cambios en el valor de las monedas de los países emergentes en un año cero, con sus volúmenes comerciales en el año uno; llegando a la conclusión de que el hecho de tener una moneda más débil no da lugar a ningún aumento en los volúmenes de exportación. En cambio, sí que generó una caída de los volúmenes de importación de alrededor de 0,5 por 100 por cada punto de porcentaje en el que la moneda se depreció frente al dólar, por la menor demanda de bienes importados.
Vemos pues que China está ocasionando turbulencias importantes en todo el planeta, y especialmente entre los emergentes. Seguiremos reflexionando sobre estos temas en próximas entregas.
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