Este no es un blog de autoayuda al uso. Tampoco es un texto de consejos médicos. Ni siquiera es una conversación entre médico y paciente. Son, por encima de otras cosas, las reflexiones personales de una fumadora impenitente de cigarrillos, Lira Félix Baz, y de un médico, Miguel Barrueco, que trata de ayudar a los fumadores a dejar el tabaco como jefe de la Unidad de Tabaquismo del hospital Clínico de Salamanca.
Siempre hay un momento en el que un fumador quiere dejar el tabaco. Aprovéchalo, porque es como los trenes… (30º Post)
[dropcap]L[/dropcap]levaba ya como unos veinte días sin fumar cuando un golpe brutal y seco golpeó mi mente. Primero me asustó, porque desconocía el ruido. No era una insistencia machacona en mi cabeza pidiéndome que me fumara un cigarrillo. No. Ni siquiera que bajara a comprar un paquete de tabaco. No. Era más bien, una sensación de desasosiego, de querer hacer algo y no poder. Sentía como la saliva se acumulaba en mi paladar y tragaba con ansía, para llenar el vacío que, supuestamente, sentía en la boca del estómago. Mis manos se cerraban y abrían con zozobra. Percibía como mis uñas se clavaban en la palma de la mano. Mordía mi labio inferior. Me levantaba y me sentaba sin motivo aparente.
Golpeaba con tal fuerza en mi cabeza que no podía resistirlo. Era una sensación de vacío inmensa. Nada me consolaba. Nada parecía existir que pudiera ahuyentar esa sensación de caída libre.
Mi mente no se centraba en ningún pensamiento. Endriago esta vez fue muy sutil. No me permitió que asociara, en un principio, esa sensación de malestar, de desasosiego, de inquietud…, a la falta de tabaco. Fue después de que pasaran esos insufribles, aterradores, inquietantes e interminables segundos cuando me di cuenta de quién había golpeado a mi mente: el síndrome de abstinencia, Endriago para mí.
Se puso a prueba mi escudo antimisiles. Su necedad machacona fue tal que creía que no tendría ni armas, ni vigor, ni energía, ni nervio, ni brío, ni resistencia para aguantar y terminar con todo de una vez o lo que es lo mismo, bajar al kiosco y comprarme un paquete de tabaco.
Al fin y al cabo sólo llevaba veinte días sin encenderme un cigarrillo. ¿Por qué tanto sufrimiento? ¿Qué sentido tenía? Es más, todavía no había empezado a notar la mejoría de manera palpable. Bien es cierto que algunos síntomas de aclararse la voz y de carraspera matutina habían mejorado, pero poco más. Sentía que era mucho esfuerzo para tan poca recompensa.
Con esta contradicción de pensamientos, por un lado mi lucha por mantener en la guarida a Endriago y por otra los cantos de sirena que me llegaban desde su madriguera a modo de ventajas si me encendía un cigarrillo, mi mente comenzó a buscar a un amigo que fumara, a un conocido con el que podía quedar para tomarme un café, con una excusa peregrina, y darle así a Endriago lo que reclamaba con tanta fuerza y virulencia.
Quizás bastase con estar con un fumador e inhalar algo de su humo, seguir la columna de humo con la vista, acercar un poco mi cara y aspirar por la nariz de forma disimulada su humo. Quizás con eso fuera suficiente.
Por fortuna para mí, no encontré a nadie. No sé si habría soportado esa embestida de Endriago si hubiera tenido un amigo fumador, porque la batalla no duró diez segundos, fue un bombardeo constante durante todo un día. Mi artillería, a modo de pundonor, se vio seriamente mellada, mi arsenal muy mermado y mis recursos, en números rojos. Todo ello le daba alas a Endriago para atacar con más mordacidad los días sucesivos.
En mi mente no llovía café como en la canción de Juan Luís Guerra, llovían cigarrillos. ¿Cómo solventé la bomba atómica que estaba a punto de explotar en mi cabeza? Me preguntaba a mí misma una y otra vez que hacer, como resolver el problema.
2 comentarios en «A los 20 días me apetecía un cigarro»
Muy bien. Me has dejado expectante por saber cómo sigue la historia…
Estimada Lira, tú vales mucho por eso, entre todos tenemos que ayudarte…a dejar de fumar porque las tabaqueras trucan sus cigarros para manipular tú cerebro y tener que fumar cada vez más y sabemos que no eres una mujer a la que le guste que la manipulen.
Para empezar…esta semana, cada dos cigarros…solo fumas uno…a la siguiente igual y así sucesivamente…al final…nos dirás…fue fácil dejar de fumar con la ayuda de todos los lectores de la Crónica.
Y cuando vayas dejando de fumar uno sí y otro no… vete sumando la cantidad de impuestos que vas ahorrando…y poquito a poquito…también tú bolsillo lo irá notando.
Suerte y para dejar de fumar…piensa en tus lectores que son más fuertes que la nicotina de las multinacionales del tabaco…
¡¡¡ánimo!!!…esperamos confirmes nuestro reto 🙂