[dropcap type=»1″]S[/dropcap]alamanca debe al general Thiébault algunas actuaciones que cambiaron su fisonomía: la cartelería con la denominación de las calles, la numeración de las viviendas con los números pares al lado contrario de los impares, normativa traída de París y que se impondría de inmediato en toda Europa, unos nuevos estatutos de la Universidad de Salamanca, la prohibición de enterrar en las iglesias, costumbre que producía olores nauseabundos e infecciones, la apertura de cementerios alejados de las poblaciones, y una de las mejoras urbanísticas más importantes del siglo XIX, la construcción de la Plaza de Anaya.
Esta plaza salmantina, similar en belleza a la Plaza Mayor, es uno de los lugares comuneros por excelencia. Está dedicada al apellido de una de las familias más influyentes del reino. Uno de sus miembros tuvo un importante papel en el desarrollo de la insurrección: Pedro de Anaya. Aunque la denominación del ágora hace referencia a su antepasado más ilustre, Diego de Anaya Maldonado, el arzobispo que fundó el Colegio Mayor de San Bartolomé, muerto mucho antes del conflicto comunero. Hemos querido detenernos en este lugar para recordar la intervención de Pedro de Anaya en el conflicto.
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