[dropcap type=»1″]E[/dropcap]n el medievo Salamanca quedó dividida en bandos. Para salvar las diferencias a la hora de elegir procuradores o representantes de la ciudad, se nombraban por igual los miembros de cada bando, Santo Tomé y San Benito. Esa distribución igualitaria se reproducía también en el Concejo.
Cuando Carlos I llegó a España para hacerse cargo del reino, desembarcó en Villaviciosa. Salamanca envió de inmediato a dos representantes para cumplimentarle. Los nombrados fueron dos personajes de la nobleza salmantina: Pedro de Anaya, que ostentaba el título de su linaje, señor de Anaya, y Alonso Rodríguez de Fonseca, señor de Quejigal. En las cortes de Valladolid, reunidas en enero de 1518, los dos nobles salmantinos se alinearon con el grupo de procuradores contrarios a las pretensiones reales.
Apoyaron en todo momento al enviado de la ciudad de Burgos, Juan Zumel, que tras un discurso incendiario propuso que no se jurara al rey si éste antes no se comprometía y juraba las leyes, fueros y privilegios de Castilla. Asimismo, participaron de la opinión mayoritaria: el rey debía renunciar a otorgar puestos de responsabilidad a extranjeros habiendo para ocuparlos castellanos que conocían el oficio de la administración del reino.
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