[dropcap]E[/dropcap]n el repaso que desde hace varias semanas estamos haciendo de la economía china, fuimos viendo una serie de problemas que a veces parecen abrumadores para el país más poblado del planeta. Sobre todo cuando esa problemática se inscribe en la búsqueda de un nuevo modelo de desarrollo, algo que se revela como un proyecto primero por definir, y segundo por realizar. Y por ello mismo, difícil de materializar.
Pero a favor de un cambio positivo en la sociedad china, hay muchos activos a valorar; empezando por la expansión de las clases medias, y un progreso definitivo en la senda al mercado de consumo más amplio y dinámico del mundo.
En el sentido apuntado, muchos piensan que la costa Este del país (con sus tres mares ribereños del Pacífico: Amarillo, de la China Oriental y de la China Meridional), ya está en vías de saturarse, sugiriendo tal hipótesis la idea de dirigirse al interior del país. A propósito de lo cual, The Economist Intelligence Unit (EIU), filial del seminario The Economist, ha identificado las principales ciudades emergentes, según población y renta disponible, empezando por Chongqing (gran municipio de 35 millones de habitantes en el que la designación de sus autoridades se hace por el Gobierno de Pekín, lo mismo que sucede con Pekín, Tianjin y Shanghái), así como Chengdu, capital de la importante provincia de Sechuan.
Pero, con todo, las mejores expectativas seguirán estando en el Este, pues sus ciudades no dejarán de crecer per se o en sus aledaños, siempre con más productividad. Y eso es lo que subyace en el programa que en mayo de 2015 aprobó el Gobierno: “Made in China 2025”, para persuadir a los empresarios de que innoven más y más. El plan es que China se convierta en una verde e innovadora potencia mundial de fabricación en 2025.
[pull_quote_left]El plan es que China se convierta en una verde e innovadora potencia mundial de fabricación en 2025.[/pull_quote_left]De facto, China ya es la mayor fabricante del mundo, con casi una cuarta parte del valor añadido en el sector manufacturero planetario. Y según la investigación realizada por Morris Cohen, de la Escuela de Negocios de Wharton (Pensilvania), “el país está creciendo en las más diversas industrias, en tanto que la reindustrialización de las economías avanzadas occidentales no está produciéndose al ritmo a que generalmente se aspira”. De modo que China seguirá siendo la Fábrica del Mundo, pero más verde y con más calidad; contando ya, además, con una excelente infraestructura. De forma que aunque los salarios estén aumentando, la productividad del trabajo vaya muy por delante, alejándose de India, Vietnam y otros rivales; previéndose que la productividad siga creciendo a nada menos que un 6,7 por 100 de media anual hasta 2025.
Por otra parte, está claro que en el futuro crecimiento chino tienen un papel principal las empresas estatales, SOEs (state owned enterprises), que siguen siendo poderosas, y que continúan absorbiendo una parte desproporcionada de créditos (overcrowding), lo que mengua los recursos asignables al sector privado. Unas SOEs que son responsables de la mayoría de los excesos económicos en que se ha incurrido; desde decisiones más irracionales de inversión, al exceso de apalancamiento. Un contexto en el cual el FMI calcula que la relación promedio entre deuda y patrimonio de las empresas estatales se elevó a cerca de 1,6 en 2014, en tanto que esa misma relación está en las empresas privadas por debajo de 0,8.
Las SOEs no son eficientes y con ello están frenando el desarrollo del sector privado: sus directivos son cargos políticos que toman decisiones acordes con los intereses cortoplacistas del partido, a veces inadecuados. Y se desenvuelven en un régimen de cuasi monopolio, merced a leyes que favorecen su dominio. Además, gozan de subvenciones astronómicas, y se quedan con gran parte del pastel del crédito, por el convencimiento de que son demasiado grandes para caer y que el Estado intervendrá en caso de dificultades.
[pull_quote_left]En China hay unas 155.000 empresas estatales, que abarcan sectores como banca, energía o telecomunicaciones, y que gestionan activos por valor de 14,5 billones de euros, dando empleo directo a 37 millones de personas.[/pull_quote_left]En definitiva, las SOEs se presentan como un serio obstáculo por quienes consideran -tal como el propio PCCh proclamó en 2013-, que las fuerzas del mercado deben desempeñar un papel primordial en la economía. Y a tales efectos, cabe recordar que en China hay unas 155.000 SOEs, que abarcan sectores como banca, energía o telecomunicaciones, y que gestionan activos por valor de 14,5 billones de euros, dando empleo directo a 37 millones de personas. Herencia de la economía planificada que estableció Mao Zedong y que sigue siendo uno de los brazos que permiten al PCCh conservar su poder en la economía.
Y pasemos, por último, al tema del nuevo proyecto de China que históricamente se relaciona con la Ruta de la Seda, el conjunto de itinerarios para el transporte de mercancías que desde el siglo I a.C unieron a Oriente y Occidente. Y por esa senda, en tiempos de Marco Aurelio, un Embajador del Imperio Romano visitó al emperador de China.
Posteriormente, hubo una ruta de la seda marítima; desde 1585, entre la española ciudad de Manila en Filipinas, atravesando todo el Pacífico, para arribar a la Nueva España y cruzarla (Acapulco/Veracruz), para luego llegar a Sevilla. Fue una ruta abierta por Legazpi y Urdaneta, que funcionó algo más de dos siglos y medio. Ahora, el Gobierno de Pekín está abriendo una compleja trama como nueva ruta de la seda del siglo XXI.
Dentro de ese proyecto, en diciembre de 2014, llegó a España el primer tren de mercancías directamente desde China, saliendo de Yiwu, una ciudad de 1,2 millones de habitantes en la costa sur del Pacífico, para tras un recorrido de 13.000 kilómetros dar a su fin el viaje en la capital de España; convirtiéndose así en la línea ferroviaria más larga del mundo, que transita durante 21 días por toda Asia y Europa. Pero naturalmente, la trama de la nueva ruta de la seda es mucho más compleja, y el Gobierno chino la está incentivando en el sentido de que las empresas del país se internacionalicen más y más, y lleguen masivamente a Europa; no sólo con la intención de comercializar seda y otras muchas manufacturas de Oriente con sus retornos de Occidente, sino también para intercambiar tecnologías, y proyectos de inversión; en un momento en que los chinos ya invierten fuera de su país tanto como lo que llega para invertir en China.
[pull_quote_left]Mientras EEUU se empantanaba en las devastadoras guerras de Afganistán e Irak, el Zhongnanhai (la sede central del PCCh y del Gobierno de la República Popular) desplegaban ya sus redes por los cuatro rincones del mundo para crear la Nueva Ruta de la Seda [/pull_quote_left]Anunciado a finales de 2013, el proyecto Nueva Ruta de la Seda (NRS) tiene como objetivo comerciar más intensamente con 40 países para llegar a un volumen adicional de 2,5 billones de dólares en sólo una década. Para lo cual empresas e instituciones financieras estatales de China ya están invirtiendo en infraestructuras y plataformas de todo tipo. Según The Economist Intelligence Unit, los planificadores ven el gran proyecto como la mejor forma de dar salida a los grandes excedentes en industrias como acero y equipos pesados, amén de toda clase de manufacturas y de productos financieros.
Inevitablemente, la revolución NRS así emprendida por Xi Jinping, ha encendido una serie de alarmas en Washington, al ver en el megaproyecto el desafío de la voluntad china de dominar el continente euroasiático. Hasta el punto de que algunos analistas consideran que la rivalidad entre los dos países desatará una nueva guerra fría, e incluso se llega al augurio letal de una posible tercera guerra mundial (George Soros, dixit).
El caso es que mientras la Casa Blanca se empantanaba en las devastadoras guerras de Afganistán e Irak, el Zhongnanhai (la sede central del PCCh y del Gobierno de la República Popular) desplegaban ya sus redes por los cuatro rincones del mundo para crear la NRS; como si en Pekín se oyeran las palabras de Sun Zi en su libro El arte de Guerra: “La mejor victoria es vencer sin combatir y esa es la distinción entre el hombre prudente y el ignorante”. Empeñado en el renacer del Reino del Centro (la antigua China), Xi Jinping parece haber hecho suya la estrategia del Maestro, y ha recurrido con mucho más empuje que sus predecesores a la diplomacia económica, para atraer a decenas de países a su NRS.
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