El convidado de piedra es quien, en una reunión, no interviene en ella y pasa desapercibido o es ignorado por los anfitriones. También es esa persona que hay obligación de invitar, pero no hay ganas de hacerlo.
La expresión alude a una obra de teatro de Tirso de Molina titulada El burlador de Sevilla y convidado de piedra.
No sabemos si el alcalde de Salamanca y secretario regional del PP, Alfonso Fernández Mañueco, ha tenido la oportunidad de leerla, pero seguro que sí ha tenido mejores días que este lunes.
Una jornada en la que el presidente del PP y del Gobierno, Mariano Rajoy, visitaba la provincia, pero en una ciudad que no es la suya, sino Béjar, donde el PP obtuvo mayoría absoluta en mayo a pesar de competir con muchos partidos, algo que no se pudo lograr en Salamanca.
Mañueco intentó aparentar normalidad, como si no le molestara ser un actor secundario, y trató de ganarse el aprecio y la atención de Rajoy, que este lunes estaba a otras cosas. Lo de Cataluña, sí, pero también tenía muchos frentes que atender y muchos selfies que hacerse para surcar las redes sociales.
No tardó en ponerse a su altura para recorrer parte de la calle Mayor, pero el protagonista no era él sino Alejo Riñones, el alcalde de la «noble, leal, liberal y heroica» villa de Béjar, así que si alguien sobraba tras avanzar unos metros, era el que se ponía al otro lado del presidente, en el que rotaba, el invitado, a pesar de la insistencia por ocupar es lugar por parte del presidente del PP provincial, de la Diputación y concejal de Beleña, Javier Iglesias.
Alejo Riñones acaparó el protagonismo y Mañueco fue uno de los inquilinos de ese puesto reservado para las visitas, que cuando duran acaban molestando. ¡Quién no se ha visto alguna vez en esa incómoda situación!
Luego no mejoró su estatus, aunque en el mitin se sentara al lado del presidente. Ni por esas. Cuando Rajoy tomó la palabra, se acordó de Herrera, de Iglesias y, cómo no, de Alejo, el alcalde de la «noble, leal, liberal y heroica» villa de Béjar. Ni una palabra para Mañueco, ni por su parte, ni por Herrera. Como si fuera un convidado de piedra.