[dropcap]E[/dropcap]ran dos noticias si bien no consecutivas si consecuentes o correlativas (incluso separadas por un par de titulares vanos), en cuanto pertenecientes a un mismo “relato” coherente dentro de su desaforada locura, y que sin merma de terror y suspense podría haber suscrito el mismísimo H. P. LOVECRAFT durante una tarde de jaqueca y lluvia ácida, y decían así:
Una: “China se lanza al desenfreno consumista en el día del soltero”.
Y otra: “La contaminación en China supera en 10 veces las recomendaciones de la OMS”.
La primera noticia se ilustraba con unos gráficos de trazo luminiscente y multicolor en unas pantallas gigantes tipo cerebro plano y formato “Gran Hermano”, que transcribían (quiero suponer) la velocidad, densidad, y dirección de las transacciones “online” de Alibaba, y que en última instancia no se distinguían mucho de las representaciones climatológicas al uso de los huracanes y los torbellinos, con una cierta tendencia al caos definitivo y la ventolera como norma máxima.
Esos flujos veloces y densos, que en la pantalla plana parecían las chiribitas de un incendio gigante, lo mismo podían representar un ciclón a punto de arrasar el Caribe, que un brote epidémico y contagioso de histeria consumista.
Es obvio, a juzgar por la unanimidad unánime del comportamiento compulsivo que dichas gráficas ponen de manifiesto y que arrastra a familias enteras integradas en sociedades-manadas, que en tales operaciones cataclísmico-comerciales que tanto recuerdan a las estampidas no se exige el carnet de soltero y se apunta todo el mundo, independientemente del estado civil, debiendo deducirse de todo ello que el día del single consumidor (como el Halloween y otros vertederos de la cultura actual) no es más que un pretexto o testaferro del auténtico dueño del garito.
[pull_quote_left]Si yo tuviera que explicar el capitalismo socialdemócrata y neoliberal en síntesis postmoderna para Dummies mediante un chiste sin gracia, contaría ese de la compraventa de cuotas de contaminación entre pobres y ricos[/pull_quote_left]Lejos de aquellos trazos luminiscentes de brillo multicolor, y ya en el mundo real que florece fuera de las pantallas, la segunda noticia se ilustraba con unos peatones chinos (apenas visibles), que allí en sus urbes orientales, resignados a las consecuencias del consumismo, caminaban entre densas y oscuras nieblas de contaminación tóxica y asfixiante que impedían distinguir lo que estaba a medio metro o incluso al hijo pequeño que llevaban de la mano confundido, quizás, con un paquete, y aunque portadores todos -grandes y chicos- de la ya habitual máscara profiláctica (protectora contra los altos niveles de civilización occidental), se adivinaba en sus ojos sin brillo un reflejo mustio del “grito” profético de Munch.
Y yo me pregunto: ¿aparte de los manuales del materialismo dialéctico que tan eficazmente los tiene entrenados para la única libertad que ya exporta Occidente, estos ciudadanos de la China oriental han leído a alguno de sus clásicos inmortales, por ejemplo taoístas, al lado de los cuales nuestros más reputados sabios del momento (tal que un Milton Friedman), parecen un oscuro infusorio de la ciénaga?
Cabe dudarlo. Y es que efectivamente, esos gases de los que intentan protegerse en vano mientras hacen cola para la estampida del supermercado global, recuerdan a la ciénaga donde el final se encuentra con el principio, el pez se muerde la cola, y el ser evolucionado se convierte en larva.
Que China se lance al desenfreno consumista no es cualquier cosa. Al lado de la potencia superpobladora y supercontaminante de esa masa humana que son los chinos, escuchar acto seguido que Madrid prohíbe circular a más de setenta kilómetros por hora debido al exceso de polución en el ambiente, parece pecata minuta. Y es que, no lo duden, lo primero que se globalizará en esta carrera por la libre competencia y el EXITUS final, es el veneno. Lo único gratis de este negocio.
Si yo tuviera que explicar el capitalismo socialdemócrata y neoliberal en síntesis postmoderna para Dummies mediante un chiste sin gracia, contaría ese de la compraventa de cuotas de contaminación entre pobres y ricos, el de las cuotas de niños ahogados que se discuten sinedie en Bruselas (Juncker anuncia solución para el año 2101, porque están muy liados con sus cosas de lobbies y puertas giratorias), o ese otro de las fronteras y muros que nuestra civilización pretende levantar contra las consecuencias de sus actos desregulados, incluidos refugiados desesperados y nubes tóxicas.
Ríanse si lo han entendido.
Lorenzo Sentenac Merchán
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