Rafa Cordón expone en Loft 37 una serie de cuadros y, cada uno de ellos, tiene un perfume determinado
Rafa Cordón llegó a la pintura de manera casual y hace dos años. «Ha sido como si me tocara la lotería. Me relaja mucho más que el golf», explica el artista que aprendió el oficio gracias a la sabiduría de Carmen, su profesora en Salamanca Matiz, en el Pasaje de Azafranal.
Sus obras, donde la sensualidad de la mujer cobra un sentido mágico, se pueden ver en la exposición que tiene en Loft 37. «Venía con mis cuadros y el dueño de la cafetería me dijo que si quería exponerlos. Lo hice y parece que está gustando mucho».
Lo de la pintura y el perfume, ese maridaje perfecto, fue una idea de su mujer, perfumista de profesión y admirar y oler sus cuadros es una explosión de sensaciones, porque a la vez que sus pinturas inspiran historias, los olores que desprenden llevan al espectador a otros campos sensoriales que son difíciles de explicar.
Una de las mujeres, fumadora, porque en el suelo hay colillas, está ‘perfumada’ con calés, que es una fragancia fuerte. Otra, que luce un vestido de noche, su perfume es más elegante. Sólo una de las féminas cinceladas, porque pinta a espátula, camina de frente, el resto de espalda. «He querido transmitir movimiento y misterio, porque no sabemos hacía donde se encaminan, ya que el fondo se intuye, pero sólo eso», matiza Cordón.
Sus cuadros son muy pop, porque ha huido del realismo puro, quizá su formación fotográfica de los años setenta y ochenta tengan mucho que ver, pero él señala que «es casualidad. Para lo que sí me ha servido la fotografía, es para hacer la composición de la obra«, puntualiza el artista.