Opinión

Reflexiones desde la senectud

[dropcap]Y[/dropcap]a estamos en el Adviento, las cuatro semanas que preceden a la Navidad, en el mundo cristiano. En tanto que otros dirían que vamos inevitablemente al solsticio de invierno, o que después de Brumario ya estamos en Nivoso.

El caso es que el año 2015 se termina. Y como siempre que va a desprenderse la última hoja del calendario, hay en el ambiente una cierta invitación a reflexionar a medio y largo plazo. Y en el caso del escribidor (Vargas Llosa dixit) de esta sección, esa invitación ambiental se refuerza con el recuerdo, a la provecta edad de 82 años, de pensamientos, con casi veinte siglos de separación, de dos grandes españoles: Séneca en sus ensayos y Cajal con “El mundo visto a los 80 años”… servata distantia, of course.

Todo lo expuesto viene a colación de que precisamente estoy pergeñando en unas Reflexiones de Senectud, tras el encuentro que tuve con dos amigos coetáneos que nos reunimos para hablar de esas cosas de la edad y sus circunstancias. Pero lo cierto es que en el decidido convivium a tres, acabamos por hablar de la mar y los peces, sin entrar en el tema propuesto. Buena señal, de que tenemos todavía muchas cosas en que pensar y de proyectos para conversar.

En cualquier caso, como yo había preparado unas notas para el referido momento, pensé que no sería malo desarrollar esas notas preliminares, que ahora ofrezco, también todavía preliminarmente, a todos los lectores de La Crónica, en la idea de ampliar el elenco de reflexionadores (o reflexionantes, si prefieren), haciendo sus comentarios y dándoles un número bis para ver si los incluimos en el orden numeral correspondiente del escrito inicial:

1. La juventud -“ya te vas para no volver”- es la etapa más exultante, el tiempo privilegiado en que todo parece posible. Pero ese entusiasmo no debe ocultar que en los jóvenes años aún no se dispone de algunas de las claves más importantes de la vida. En cualquier caso, de los tiempos juveniles hemos de guardar siempre el elán parahacer las cosas contra viento y marea.

2. Cada día es una aventura: hoy no sabemos qué pasará mañana. Tenemos que estar listos para la posibilidad de que surja lo menos esperado: uno o más cisnes negros, súbitamente, que cambien perspectivas y proyectos.

3. Para vivir largamente, es preciso mantener un buen nivel de actividad: en un caso que yo sé, un par de libros en proyecto, uno casi terminado, y el otro, aún pendiente de nuevos inputs y pensando que habrá tiempo para ponerle punto final.

4. “La vida empieza a los 40 años”: Marcelo Mastroiani lo decía en una película que yo recuerdo haber visto en Ginebra, cuando tenía 27 y me parecía que nunca llegarían los 40. Y al final los alcancé, y ahora, con 82… creo que la vida empieza cada día.

5. Lo mismo en la juventud que en la madurez y la senectud, no podemos dejarnos llevar por la depresión, ni permitir que pueda medrar en la mente, conduciéndonos a una larga hipocondría. Y para remediar tal cosa, recurramos al método Bapan, del Barón de los Pantanos; el de Münchausen, quien al adentrarse en una zona de peligrosas arenas movedizas, tiró de los pelos de su cabeza consiguiendo así un autoimpulso que venció la fuerza de la gravedad.

6. Se puede superar la sensación de vejez, incluso en medio de la decrepitud física. Porque la verdadera ancianidad sólo llega cuando ya no siente interés por nada y se tira la toalla, enfilando al desarme final de cuerpo y alma.

7. Para una vida prolongada, la salud es importante, y ésta depende en gran medida de la actitud que adoptemos ante la edad ya avanzada. Para vivir más, la dosis adecuada de ejercicio cotidiano, recordando aquello de mens sana in corpore sano.

8. Y sobre el tema de la dieta: recordad la sabiduría de Don Quijote, cuando al marchar su fiel escudero para la Ínsula de Barataria le recomendó: “Sancho, come poco y cena más poco, que toda la salud se fragua en la oficina del estómago”. Una sapiencia a la que debe unirse la del Dr. Francisco Grande Covián: “lo único que no engorda es lo que no se come”.

9. Decía mi padre, y pienso que tenía razón: “los hijos nos recuerdan nuestra infancia, y nuestros nietos a nuestros hijos”. Una reflexión que puede servirnos para saber si en un tiempo descuidamos a los hijos y, por contra, ahora estamos privilegiando a los nietos. ¿No será que al convivir con la tercera generación, tenemos más tiempo libre, al no haber tantas obligaciones y se nos dulcifica el carácter?

10. Precisamente el ser más benévolos en la senectud no debe conducir al rechazo de nuevas aventuras con el argumento de “ya estoy demasiado viejo para esto… o aquello”. Lo que tampoco debe suponer que dejemos de calibrar las propias capacidades, para no caer en absurdos trances de impotencia por exceso de confianza en nuestras propias fuerzas, ya limitadas.

11. No, no sólo se vive una vez: el recordar las experiencias vitales equivale, en buena medida, a revivirlas. Es lo que sucede al evocar viajes, y de ellos, señaladamente, yo guardo en la memoria cuatro vueltas completas al mundo. Lo que me da la gratificante sensación de haber estado en casi todas partes. Viendo la televisión, compruebo cada día que he visitado casi todos los países y por ello mismo creo entender mejor lo que pasa y por qué pasa.

12. Escribir unas Memorias es el mejor ejercicio para volver a vivir tiempos pasados. Y además, al autobiografiarnos, es posible valorar mucho más la vida, cuyo disfrute y sufrimiento nos corresponde por entero, al ser cada uno quien forja su propia suerte.

13. Item mas, repasar las etapas del propio devenir no tiene por qué generar nostalgia. Como dice el Eclesiastés: hay un tiempo para cada cosa, uno para luchar, otro para descansar, otro para amar. Pero no debe haber ningún tiempo para odiar, por mucho que en ocasiones la venganza nos parezca la mejor y más directa de las justicias. Como también debe haber tiempo para el dolce far niente, que también es una parte de la sabiduría.

14. Lo mejor está por llegar. Ninguna frase refleja mejor la idea del optimismo, la esperanza en el porvenir, considerando que la vida es como una senda de trances interconectados, a través de los que podemos ir conociéndonos mejor -si nos lo proponemos-, con la posibilidad de apreciar lo que vale más cada momento.

15. Alargar la juventud ¿es posible? Por dentro, seguimos viéndonos siempre igual -el alma, o la conciencia que tenemos, no envejece-, lo que nos obliga, en contra de cualquier idea de cansancio por la edad, a seguir haciendo cosas.

16. Soñar despierto es necesario. Por lo menos hasta que la enfermedad nos retire la sensación de vivir, cayendo en la obscura cueva del sueño frustrado. Luchar contra ese estado de cosas es difícil, pero ofrece una buena ocasión de demostrar que seguimos viviendo.

17. Séneca dijo en cierta ocasión: “La vida es breve. Pero eso sucede porque la abreviamos nosotros mismos, dedicando demasiado tiempo a cosas fútiles”: para el filósofo, el tiempo mejor invertido era el que se dedicaba a la sabiduría, sin que eso signifique que al buscar la sapiencia hayamos de vestirnos con solemnes y pomposos atavíos, con petulancia, e incluso con desdén hacia los demás.

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