Un gran número de mascotas son abandonadas durante todo el año por diversas causas, pero, si hay alguna época que pueda ser considerada la peor para nuestros amigos peludos, esos son los meses de febrero, marzo o abril. En estos meses coinciden dos momentos en los que perros y gatos son abandonados compulsivamente: la etapa posterior a las navidades y el final de la temporada de caza.
A partir de marzo y abril ya se empiezan a ver anuncios de cachorros de entre 4 y 5 meses que particulares dicen ya no querer o poder cuidar. Según la protectora Fundación Luna, la verdadera razón es que ese regalo de Navidad que tanto pedían sus hijos ya no les suscita tanto interés y el animal va creciendo a medida que requiere más cuidados y atenciones. Sacarles varias veces al día ya no es ningún placer, lloran, producen desperfectos en los pisos…
“No lo puedo cuidar” o “tengo alergia” son algunas de las excusas con las que esos cachorros son dejados en manos de las diversas protectoras como El Hocico, Siempre fiel, Fundación Luna o ASPAP.
Fredes Barbero, de ASPAP, explica que quienes compran un animal como regalo de Navidad lo hacen de manera compulsiva y sin informarse. En estas pasadas navidades no ha sido de otra manera. “Las tiendas no se quejan, les ha ido bien”, afirma, “la gente no se da cuenta de que colabora con un sucio negocio”.
Y es que algunos cachorros que se compran en las tiendas de animales proceden de países del este donde se explota a las hembras para que críen. Luego, algunos animales llegan a veces muertos o con enfermedades. Pero la cría doméstica no es ninguna solución, ya que es ilegal. Fredes Barbero opina que “las vidas no se compran” y que la primera opción debería ser siempre la adopción, pero si una persona verdaderamente quiere adquirir un animal de raza, debería hacerlo en un criadero legal y autorizado.
La adopción
Algo en lo que todas las protectoras de Salamanca coinciden es que ellos jamás dan en adopción un animal como regalo. Los trámites de adopción se realizan directamente con el adoptante para ejercer cierto control y asegurarse de que no es un capricho y esa persona quiere realmente asumir la responsabilidad que ello supone.
No obstante, hay una opinión generalizada sobre que parece que la sociedad está más concienciada acerca de este tema. Cada vez más personas se dan cuenta y son conscientes de que las mascotas son seres vivos y no un juguete. Se han realizado varias campañas a lo largo de los años impulsadas por las instituciones públicas que parece que van teniendo un lento resultado. Aunque, según ASPAP, deberían imponer sanciones ejemplares para quienes abandonen sus mascotas, para que el resto de la gente vea que no es tan fácil salir impune de este delito.
La caza
Pero este no es el único delito. A partir de febrero comienza la época de abandonar a los perros de caza que se considera que “no sirven”. Estos animales llegan a las protectoras en condiciones pésimas, atemorizados, desnutridos, con enfermedades… “Los cazadores no les atienden”, explican desde ASPAP, “debería ser obligatorio controlarles los perros tal y como se hace con los animales de ganado”.
Los galgos son los perros más abandonados debido a esta causa. Se utilizan en la caza y en los canódromos porque son animales ágiles y elásticos, pero rápidamente dejan de ser considerados útiles.
Aunque no son los únicos, en las protectoras se pueden encontrar muchos mestizos de podenco o pointer. “Cuesta mucho socializarlos”, cuenta Fredes Barbero, y es difícil encontrar un adoptante, por lo que “acaban viviendo en los refugios”, ya que algunos no terminan de acostumbrarse al ser humano. Eso sí, la comida sí es bien recibida, ya que hasta ese momento han carecido de ella.
Por suerte ya son cuatro las protectoras de Salamanca que luchan para proteger los derechos de los animales, y no solo perros o gatos, ya que en ASPAP tienen a una oveja y en Fundación Luna a un asno, que se suma a un total de 450 animales que esperan aún un final feliz. Lo que hay que tener claro es que, aunque cualquiera puede darles un hogar a estos animales, hay que ser conscientes de que no son ningún juguete.
Texto: Paula Castro Morán