[dropcap]H[/dropcap]agamos de dioses del tiempo y giremos la ruleta. ¿Qué sucedía en Salamanca en 1620 y 1260? Sólo hemos tenido que hacer bailar las cifras. Aquellas Pascuas por aquí fueron así de floridas…
1.- 1620.
Atención, atención: éste fue un año importante para los mitómanos. Aún no se había descubierto el cine… pero sí el Olimpo. Y tuvo que ser un fraile franciscano salmantino, Fray Baltasar de Vitoria, el encargado de darle peso y realce en castellano a las andanzas de Saturno, Apolo, Marte, Hércules, Juno, Minerva, Venus y compañía.
En 1620, se publicaba en Salamanca la primera parte de su «Teatro de los Dioses de la Gentilidad», obra de referencia en el siglo XVII y siguientes, que tendría una segunda mitad tres años después, numerosas reediciones y (al parecer) muchos artistas (de poetas a pintores) que en ella se inspiraron… sin citarla. Nuestro Fray Baltasar, predicador en el salmantino convento de San Francisco y charro de cuna, contemplaría, aquella Semana Santa de 1620, cómo su criatura literaria nacía a los lectores. Nacía para contarles cómo se las gastaban los dioses y lo hizo muy bien, tan bien que su «Teatro…» está considerada una magnífica y vasta fuente de conocimientos sobre mitos y mitología que recoge con profusión de detalles y acierto el saber del legado medieval y renacentista europeos.
El señor Lope de Vega (en pluma), poniéndole el sello de valor, redactó la aprobación del texto, del que dijo era «una lección importantísima a la inteligencia de muchos libros, cuya moralidad envolvió la antigua filosofía en tantas fábulas para exortación y hermosura de la poesía, pintura y astrología».
A Lope, el Olimpo siempre le gustó. Y, sobre todo, que un fraile erudito se acercase a la mitología pagana con prevención religiosa y moral, sí, pero con profunda y artística admiración.
2.- 1260
Bueno, qué sorpresa… ¡el rey leonés se enfada con Salamanca! 1260, Alfonso X, Rey de Castilla y León (y ‘Sabio’), escribe una carta al juez local Ferrán Pérez poniendo firmes a algunos (unos cuántos) salmantinos rebeldes que se negaban a pagar al monarca los diezmos/impuestos. La amenaza fue la excomunión… y la cárcel. Tal cual. El archivo catedralicio salmantino lo registra… y la razón, una vez más, habría que buscarla en las batallas, el poder… las guerras.
«(…)dizede al obispo que eche sobrellos su sentençia assi commo deve. Et se por la ventura algunos dellos descomulgar et por culpa dellos estudieren en la escomunion despues de nueve dias, entonçe vos et los otros juyces prindaldos…»
En aquella Pascua de 1260, Alfonso X mantenía abierto un frente costoso, el del norte de África, y lo hacía amparado en la bula de la cruzada para controlar la entrada de árabes en la Península -por una parte- y (según cuentan los tratados de Historia) a modo de propaganda personal para reafirmar su talante de «perseguidor del infiel» y aspirante a un gobierno de amplios territorios con mano dura en el que los nobles estuviesen sujetos al rey más que nunca. Adiós, feudalismo, adiós…
Pero los salmantinos le salieron algo díscolos, al parecer.
