Opinión

Anunciando un libro: ¿apocalipsis climática? (I)

[dropcap]E[/dropcap]n una doble entrega, voy a ofrecer a los lectores de lacronicadesalamanca.com una especie de síntesis del libro que tengo ya prácticamente ultimado, y que se publicará próximamente (aún estoy pendiente de quién será el editor al final, se admiten ofertas), incluyendo hoy lo que podría ser la nota preliminar del autor para la próxima semana, referirme a una especie de conclusiones preliminares. Un libro que no va a resultar extraño a quienes me frecuentan en esta sección, pues a lo largo de las últimas semanas, hemos ido dando algunos retazos de esa futura publicación. Era lógico, pues, ofrecer aquí mismo un comienzo y un final del tema en cuestión.

El comienzo es bien conocido: el 30 de noviembre de 2015 se inició en París la Cumbre del Clima: vigésimo primera Conferencia de las Partes (COP-21); según la terminología de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático, que se suscribió en 1992 en Río de Janeiro. Y fue en ese encuentro de 2015, en la Ciudad de la Luz, de trece días de duración, donde se convino un nuevo Acuerdo, a fin de sustituir al Protocolo de Kyoto, establecido en 1997 y con caducidad en 2020.

[pull_quote_left]La Conferencia del Clima de París (2015) fue un gran esfuerzo de superación del fiasco que se produjo en un encuentro anterior[/pull_quote_left]En la Convención Río-92, se aceptó que la subida de temperatura del planeta y el consiguiente cambio climático, tienen un carácter antropogénico cada vez más evidente. En línea con lo previsto por diversidad de estudios científicos, desde los trabajos de Svante Arrhenius a finales del siglo XIX, pasando por Charles David Keeling, hasta Wallace Broecker; el primero en emplear, en 1975, la expresión «calentamiento global». Un fenómeno que se produce a causa de las emisiones de los gases de efecto invernadero (GEI), principalmente CO2, NOx, y metano; que generan en la Tierra la elevación de la temperatura, como en pequeña escala sucede con los usuales invernaderos.

A partir de tales apreciaciones, y con cálculos cada vez más sofisticados, que suministra el Panel Internacional de Cambio Climático (IPCC, por su sigla en inglés), con sus científicos de todo el mundo, dependiente de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), y del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Una previsión preocupante, pues si no se cambian los modelos energéticos de la sociedad humana, al final del siglo XXI, se superaría, en 6ºC, el valor termométrico medio de la era preindustrial; desencadenándose situaciones climáticas irreversibles.

¿Y cuáles son las situaciones que podrían hacerse irreversibles y que van evidenciándose cada vez más?: la fusión de hielos polares y glaciares de todo tipo, con la consiguiente subida del nivel del mar; la menor salinidad de los océanos, con posible desviación de las corrientes marítimas del tipo de la del Golfo; la acidificación de los mares, con fuertes pérdidas de biodiversidad; la desertificación creciente, la mayor proliferación de incendios de bosques; así como interacciones imposibles de prever, en verdadera sinergia negativa.

Naturalmente, frente a tales predicciones, sigue habiendo «negacionistas», que incluso hipervaloran el CO2 como «gas de vida», y que se permiten recomendar que sigamos quemando, indefinidamente, combustibles fósiles, en una más que temeraria actitud de business as usual. En tanto que en el otro extremo, algunos piensan que cualquier medida que pueda tomarse de cara al futuro, ya será inútil; porque lo que se ha hecho para frenar las tendencias en curso es demasiado poco (too litle) y demasiado tarde (too late), una idea que se simboliza en la expresión TL2.

Y entre los partidarios de ese TL2, están personas relevantes, como el ecólogo James Lovelock, científico que trabajó durante años en la NASA, y autor de la hipótesis Gaia, de que la Tierra es prácticamente un organismo que se autorregula. A quien se debe la predicción de «la venganza de Gaia», según la cual la perversidad ecológica humana será castigada implacablemente por la propia Madre Naturaleza; como se decía antes.

[pull_quote_left]El Acuerdo constituye un Código de propósitos y procedimientos para trabajar en relación con ellos desde ahora hasta 2050[/pull_quote_left]Sin embargo, frente a negacionistas y a radicales del TL2, cabe contraponer que las medidas de mitigación, recorte de emisiones de GEI, y de adaptación al cambio climático (defender ciudades y ecosistemas contra el cambio climático), son buenas per se. Porque supone recurrir a las energías limpias alternativas, preservar la biodiversidad, respirar un aire más saludable, y, a la postre, tener una calidad de vida muy superior.

En todo ese contexto, la Conferencia del Clima de París (2015) fue un gran esfuerzo de superación del fiasco que se produjo en un encuentro anterior, Copenhague-2009, en el que se había previsto llegar a un acuerdo; que entonces resultó imposible, por la falta de entendimiento entre China y EE.UU., y también por los efectos adversos de la crisis económica mundial iniciada dos años atrás.

En cualquier caso, y tal como estaba previsto, el sábado 12 de diciembre de 2015 se aprobó, por aclamación, el texto del Acuerdo de París, con el que culminaron trabajos de muchos años; con el natural júbilo de propios y ajenos, con elogios de los grandes avances logrados: un acuerdo político de indudable envergadura. Y del otro lado fueron muy numerosos los posicionamientos sobre las insuficiencias del Acuerdo, con la predicción de que todo irá de mal en peor. Una dicotomía dialéctica ante la cual lo más recomendable es el análisis del propio Acuerdo, con todo lo que representa, como conjunto de mecanismos para seguir negociando y operar en el futuro.

Por eso, en la apreciación sobre lo conseguido en París, no cabe emitir juicios inmediatos con apreciaciones que serían prematuras. Primero de todo, hay que ponderar los seis bloques de decisiones previos al Acuerdo, y entrar en el análisis de sus 27 artículos; tal como hacemos en el cuarto capítulo de este libro.

Con el análisis de los referidos preceptos es preciso reconocer que el Acuerdo constituye un Código de propósitos y procedimientos para trabajar en relación con ellos desde ahora hasta 2050; a fin de ir a una sociedad baja en carbono. Incluso desde una perspectiva optimista cabe considerar que el Acuerdo de París es una caja de herramientas para la acción. De modo que todo va a depender de lo que vaya decidiendo la Secretaría, común de la Convención y el Acuerdo de París, y según incida la evolución de la atmósfera de nuestro planeta, según los informes científicos que se sucedan, principalmente los del IPCC.

Por encima de todo, lo que no sabe nadie es si llegaremos a tiempo para evitar la catástrofe del clima; esto es, si realmente podrá frenarse el cambio climático; o si, por el contrario, ya es demasiado tarde.

[pull_quote_left]Lo que no sabe nadie es si llegaremos a tiempo para evitar la catástrofe del clima; esto es, si realmente podrá frenarse el cambio climático; o si, por el contrario, ya es demasiado tarde[/pull_quote_left]Un enigma que pesa con gran fuerza, especialmente si se subraya que entre 2015 y 2020, seguirán emitiéndose GEI sin tope alguno (excepto la treintena de países de la segunda fase del Protocolo de Kyoto, la UE, Australia, Noruega, e Islandia). Se acumularán miles de millones de toneladas de CO2, que van a agravar mucho más el calentamiento global. De ahí la necesidad de actuar desde ahora mismo, para que el Acuerdo de París sea efectivo cuanto antes.

Y unas pocas palabras sobre la primera cita de este libro, a partir del Apocalipsis de San Juan, recordando que esa palabra griega significa revelación: así, la profecía sobre lo que va a pasar -en cierto modo este libro por sí mismo-, es una revelación de la Ciencia y una previsión con pretensiones salvatorias. En tanto que la dedicatoria es para quienes viven más o menos alegremente, en el derroche sin sentido, o que malviven en la penuria, en medio del deterioro de su entorno, o que sobreviven en la ignorancia sobre los medios que hay para resolver, o al menos paliar, el enorme daño que se está haciendo a nuestro planeta azul con el calentamiento global de origen antrópico.

Vale, que decían los clásicos, y hasta la semana que viene, cuando revelaré a los amigos lectores esas consideraciones finales sobre un tema que nos preocupa tanto.

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