Opinión

Receta básica del P.A.N. nuestro de cada día

 

[dropcap]N[/dropcap]o me refiero al indispensable producto de la gastronomía nacional con sus innumerables variaciones locales. Hablo de los tres estados de la personalidad que todos dejamos salir cuando nos relacionamos con cualquier persona. El Padre, el Adulto y el Niño. Siempre te acompañan, siempre los llevas puestos y siempre uno lleva la voz cantante por encima de los otros dos. Puede sonar a locura pero con esta afirmación (Teoría psicológica humanista desarrollada por Eric Berne) cabría entender que somos al menos 6 cuando hablamos a solas.

 

A grandes rasgos podríamos interpretar que un padre (no se me estresen las madres del mundo, es sólo un concepto sin base ni intención sexista alguna) es, por lo general, un ser humano muy directivo, quizá estricto en sus razones y razonamientos que guían sus pasos en el adiestramiento de su camada: La protege de todo mal, la dirige en la (su) buena dirección, la advierte de los peligros de la calle, la arropa por las noches, prohíbe lo que considera estar fuera del buen juicio, señala con el dedo… Todo con un fuerte componente moral (la de cada uno).

Es el estado que juzga, ordena, aconseja, protege y transmite de generación en generación la tradición, la moralidad, lo que se debe hacer (según él, insisto).

Un adulto sería una persona(lidad) que se va desarrollando según las afirmaciones y negaciones que se van negociando con el entorno según vamos arrancando hojas del calendario. Así, ese adulto decide según sus propias experiencias, filtra estímulos, razona respuestas, pregunta, escucha, se plantea metas y objetivos, reflexiona, piensa luego existe, decide… Se preocupa por aspectos como la eficacia, la eficiencia y la certeza de que no son exactamente lo mismo.

Sería el abogado y el fiscal. Se cuestiona lo que conviene hacer de manera razonada.

¿Y qué papel interpreta el niño en esta ecuación? El mismo que interpretaste tú cuando lo eras. En realidad, nunca te ha abandonado aunque nacieras en blanco y negro. Es una versión emotiva, que busca cariño, pertenencia, confirmación de que existe y es importante para el entorno donde habita por lo que exige sus “caricias” diarias, tiene miedo, osa hacerlo todo, se rebela contra el orden establecido, investiga desde la imaginación y con sus propias manos, es egoísta, impulsivo, divertido, sumiso, dócil, bipolar (o polipolar) y es capaz, como esos días que contienen las cuatro estaciones, de reír, llorar, callar y gritar al mismo tiempo. Respecto a sí mismo, valora fundamentalmente el “me apetece”.

Domina el sentimiento, la intuición, la creatividad…

Entonces… ¿Cuál sería la respuesta si nos preguntamos cuál es el mejor estado de la personalidad? Ninguna y todas.

Necesitamos que mande el niño cuando toca “jugar al balón” y también que, por favor, no se le ocurra aparecer cuando tenemos que hacer cosas de mayores, cosas de adultos. De lo contrario,el primer padre que aparezca nos dirá que nos estamos comportando como un “puto crío”.

Más información en: moveyourself-coaching.com

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