Opinión

Anunciando un libro: ¿Apocalipsis climática? (y II)

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[dropcap]I[/dropcap]niciábamos la semana pasada un artículo en dos entregas, con el objetivo que figura en el epígrafe, anunciando mi próximo libro ¿Apocalipsis climática? Una profecía, para creyentes y negacionistas, sobre el calentamiento global que amenaza a la Tierra. Y veíamos en esa primera parte de este escrito la forma en que la humanidad fue tomando conciencia del grave problema del calentamiento global y el cambio climático, dentro ya del Antropoceno; el estadio de evolución de la Tierra en que nos hayamos.

Más en concreto, se estudian las cuestiones relacionadas con el calentamiento global y el cambio climático. Así como la forma evolutiva en que los ha ido tratando la comunidad internacional, en el intento de frenar las tendencias que se aprecian, y que sin una serie de correctivos podrían tener consecuencias tan alarmantes para la biosfera en que vivimos: pérdida de biodiversidad, elevación del nivel del mar, desertificación, deterioro de la salud pública, etc.

Todo el proceso de valoración de los problemas indicados, se centran en la COP-21, la Conferencia del Clima de París, que se celebró entre el 30 de noviembre y el 12 de diciembre de 2015. Con la previsión cumplida de que en ese encuentro se alcanzó un Acuerdo global, de 193 miembros de las Naciones Unidas, para poner los medios en busca de un nuevo paradigma energético, en pro de una sociedad baja en carbono, con consumo cero de combustible fósil en 2100 y no más de 2ºC de temperatura media de la Tierra sobre la era preindustrial.

No sabemos todavía, como dijo Cervantes refiriéndose al episodio más histórico de su vida, si nos hallamos “ante la mayor ocasión que vieron los siglos y que verán los venideros”. Pero lo cierto es que si en París hubo un consenso fue para un nuevo protocolo (llamado Acuerdo) que potencialmente supera las limitaciones del texto de Kyoto (1997), por lo cual podemos estar entrando en una nueva fase: un pacto por la preservación de equilibrios fundamentales en el planeta Tierra. Y también un covenant que contribuirá, en el más alto grado, a apreciar que todos vivimos en un solo mundo, y que no hay un plan B para superar las dificultades actuales, con el proyecto decidido de entrar en la era de una sociedad baja en carbono.

[pull_quote_left]Podemos estar entrando en una nueva fase: un pacto por la preservación de equilibrios fundamentales en el planeta Tierra.[/pull_quote_left]Todo lo expuesto en este A modo de conclusiones, cabría completarlo con una especie de predicción, en correspondencia al título del libro, claramente apocalíptica: imaginar lo que sería el planeta Tierra de aquí a cincuenta años, si con el Acuerdo de París y otros medios, no puede remediarse el calentamiento global y al cambio climático, con una población que podría estar rondando los 10.000 millones de terrícolas, utilizando a tope los muy baratos combustibles fósiles, rompiéndose las precauciones ambientales, por el apoyo poderoso del frente saudí de petroleros de la OPEP, apoyados por los republicanos de EE.UU., y los negacionistas de lo que se viene, que se mueven con aquello de que, aquí no pasa nada, business as usual.

Todo eso puede suceder con el Acuerdo de París: en vez de ir a un mundo mejor como el propuesto más arriba, podríamos derivar a otro mucho peor, como ya pasó con el Protocolo de Kyoto; que al principio iba a ser la solución, pero que por las posturas en contra de China y EE.UU. se convirtió en un ejercicio casi inútil.

Eso puede suceder otra vez, sobre todo si al final China y EE.UU. no se entienden, y en Washington DC se busca una política en pro de un nuevo siglo americano, frente a una China que aspira ponerse por delante de todos. En el caso de USA, para “hacer a América grande otra vez”, el lema de David Trump, el visionario candidato republicano a la presidencia de EE.UU. en 2016. En contraposición a una República Popular superlanzada con el “sueño chino” de un PCCh opuesto a cualquier tipo de democratización. En una situación así, de conflicto cada vez más enconado, habría otros factores de complejización del panorama global:

– El tema del medio ambiente, perdiendo rigor y predicamento y apoyo popular por la propaganda nacionalista de “primeros, nosotros”.

– El armamentismo al alza, por las pretensiones hegemónicas, y también por la aspiración, en Rusia, de crear empleo como sea, considerando el armamentismo como el verdadero motor del crecimiento económico, en pos de volver a ser de nuevo la gran potencia que fue durante la guerra fría.

– El mantenimiento de la desigualdad entre los diversos estratos de renta. Sería un factor incentivador de los conflictos sociales, y para reprimirlos, el autoritarismo sería el peor de los males frente a la alternativa más que deseable de una verdadera armonía mundial.

En un planeta Tierra así, más dividido que nunca y con mayores conflictos, y siempre con un pavoroso trasfondo nuclear en peligro ascendente por la proliferación de la bomba, las Naciones Unidas perderían prestigio y los temas del calentamiento global y el cambio climático podrían pasar a un segundo o tercer plano; lejos de la urgencia y prioridad que requieren. Con las redes sociales tal vez contaminadas por el nuevo espíritu de enfrentamiento, en una deriva al sálvese quien pueda como anti-norma.

Es toda una predicción apocalíptica, desde luego. Pero quede ahí como última reflexión del libro que anuncio, de modo que sirva para decir a las claras que el Acuerdo de París hay que valorarlo como una hoja de ruta para un mundo mejor. Poner el énfasis en esa idea, es lo más razonable para todos: el tiempo apremia y exige una acción positiva.

Y como siempre, quedo a disposición de los leyentes en castecien@bitmailer.net

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