Dominicos

[dropcap type=»1″]E[/dropcap]n los recorridos comuneros por Salamanca, la visita al convento e iglesia de San Esteban de los padres Dominicos se hace obligada. En primer lugar por la apuesta de muchos frailes predicadores por las Comunidades, pero también porque entre sus muros vivió un personaje singular: fray García de Loaisa y Mendoza.

Este fraile de la orden de predicadores intervino decisivamente en el curso y desenlace del conflicto. El rey estaba muy contrariado con la postura de los dominicos en la revuelta. En el listado de los exceptuados del perdón real se citaban cuatro frailes de la orden dominicana: fray Alonso de Bustillo, fray Pablo de León, fray Alonso de Medina y fray Alonso de Villegas.

Fray García de Loaysa.
Fray García de Loaysa.

García Loaisa nació en 1479, y murió en 1546. En sus 67 años de existencia hizo de todo, y llegó a ser una de las personas más influyentes de reino. Tomó el hábito dominicano muy pronto, cuando solamente contaba 17 años, y lo hizo en San Esteban de Salamanca. En esta ciudad permaneció un tiempo formándose hasta su traslado a Peñafiel, localidad donde profesó. Después se incardinó al convento de Santo Tomás de Ávila, y, posteriormente, al convento de San Gregorio de Valladolid. En la ciudad del Pisuerga continuó con los estudios de teología que había iniciado en San Esteban.

Fue vicario y provincial de la provincia dominicana de España, y en 1518 fue nombrado general de la orden, cargo que desempeñó durante cinco años. Ejerciendo esta responsabilidad conoció de primera mano la simpatía que algunos de sus conventos sentían por la revuelta comunera, especialmente el de San Esteban de Salamanca.

Su recorrido episcopal fue largo. Comenzó en Osma, mitra que ostentó desde 1524 hasta 1530. Después pasó a la poderosa, económica y territorialmente hablando, diócesis de Sigüenza. De este obispado saltó a Sevilla en 1537, donde ejerció de arzobispo hasta su muerte, acaecida en 1546. García de Loaisa y Mendoza llegó a obtener el capelo cardenalicio, concedido por el papa Clemente VII en 1530 durante su estancia en Bolonia donde asistía a la coronación de Carlos V.

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