Opinión

La Historia encriptada (II)

Hernán Cortés.

[dropcap]I[/dropcap]niciábamos este artículo sobre cómo desencriptar la Historia. Tomando como tema central el caso de la ocupación por España de todo el espacio que se estableció en el Tratado de Tordesillas con los portugueses. Y llegamos hoy al quinto punto de ese artículo, que me parece especialmente interesante:

  1. La clave de Cortés en la conquista: de California a Valparaíso

Ulteriormente, fue la ejecutoria de Cortés la que marcó casi todo el proceso de ocupación del territorio español de Tordesillas, a partir del encuentro con Moctezuma en Tenochtitlán, 1519; desplegando Don Hernán toda su inteligencia de explorador, diplomático, conquistador, y de organizador subsiguiente; en palabras del historiador Juan Miralles, Cortés fue el verdadero inventor de México a partir del nuevo Estado que él creó con el nombre de Nueva España.

Asimismo, Don Hernán fue el primer llegado de Europa que, como Adelantado de la Mar del Sur -título que consiguió en su primer viaje a España para negociar con Carlos V-, construyó en sus propios astilleros de Acapulco las naves con las que se mapearon las costas del Pacífico hacia el Norte; con cuatro expediciones en una de las cuales participó personalmente, y que le llevó a California y al Mar de Cortés.

Por su parte, Pedro de Alvarado, lugarteniente de Cortés, formó el Reino de Guatemala, y Francisco Hernández de Córdoba, también originariamente cortesiano, dominó Nicaragua; enlazando allí con Pedrarias, que subía de Panamá y Costa Rica: toda la Mesoamérica queda bajo entero dominio hispano en menos de una década.

Por otra parte, será importante señalar que Cortés tuvo un decisivo encuentro con su primo Francisco de Pizarro (recordemos el nombre completo de nuestro héroe: Hernán Cortés Monroy Pizarro), a quien recomendó que para dominar el inmenso país de los Incas, no vacilara en apresar a su jefe supremo. Y luego prestó a su primo la mejor ayuda, cuando más la necesitaba en el trance de la conquista del Perú.

A su vez, un capitán de Pizarro, Sebastián de Belalcazar, pactó con Gonzalo Jiménez de Quesada y Nicolás Federmann (el hombre de los banqueros Welser para explotar la hipoteca constituida por Carlos V), significó la ocupación de lo que hoy son Ecuador, Colombia y Venezuela. En tanto que otro oficial de Pizarro, Pedro de Valdivia, bajó al Sur para la definitiva conquista de Chile, sin olvidar que desde el Perú se realizó la mayor parte de la ocupación de los actuales Paraguay, Uruguay y Argentina.

Del modo tan rápidamente descrito, desde California a Valparaíso toda la costa americana del Pacífico quedó bajo control español en poco más de dos décadas. Y lo mismo sucedió por el lado del Atlántico, desde la colonia de Sacramento (hoy en Uruguay) a la Patagonia. Así, se abarcó todo el espacio conferido a España en el Tratado de Tordesillas, que en realidad tendría que haber abarcado dos tercios del actual Brasil, por el derecho de conquista que adquirió Orellana, el gran viajero del Amazonas, pero que no llegó a hacerse efectivo para España. Porque en el transcurso del reinado de los Felipes (II, III y IV en España, y I, II y III en Portugal), los bandeirantes lusos fueron mucho más allá de la línea de demarcación (aproximadamente la línea teórica Belém do Pará/Sao Paulo), ocupando, indebidamente, todo un amplio territorio al oeste de ese límite durante la unión de las dos coronas ibéricas.

En fin de cuentas, la conquista de españoles, aparte de muchas consideraciones de todo tipo que cabe hacer y que se han hecho, fue toda una proeza: frente a dos imperios autóctonos de gran envergadura (mexicas e incas) y otros adversarios más que peligrosos en Sudamérica: chibchas, araucanos y otras muchas naciones indias.

Frente a tanta diligencia en la América hispana, será interesante destacar que la América hoy de origen anglosajón no se ocupó tan rápidamente: desde 1620 -que se conmemora actualmente con el llamado Día de Acción de Gracias-, a 1848 (guerra de EE.UU. con México); en total periodo fue de 228 años, y ciertamente ya con tecnologías mucho más avanzadas. Y en su mayor parte, desde el poderío de un Estado de origen europeo constituido en la propia América desde 1776.

A la postre, la conquista de América por los españoles -con la preeminencia de Cortés- fue de una extensión mucho mayor que la del Asia de Alejandro; con la trascendencia ulterior de una gran área idiomática.

  1. El Plus Ultra de Carlos I

Volviendo al hemisferio español, fue en 1516 cuando Carlos I formuló el lema que hoy continúa en el escudo de España: el Plus Ultra. Al parecer según le recomendó su médico personal, Luigi Martiano; quien le dio la idea de las dos columnas de Hércules, que dejaron de ser el límite del mundo de los griegos y romanos, para superarse con el “más allá”.

El motto de blasón plus ultra, perdura hoy, flanqueando los cinco Reinos de España que figuran en la bandera rojigualda: Castilla, León, Aragón, Navarra y Granada. De modo que el gran lema representa las viejas Indias, y actualmente a toda la América hispanohablante y a Filipinas; figurando ese mismo columnario en la que fue la enseña monetaria más importante de tres siglos -XVI al XVIII-:el real de a ocho, de plata, de 272 maravedíses, toda una aportación que llegó hasta lo más recóndito Asia, con las piezas reselladas de ideogramas chinos.

Para la ocupación más allá de América, del Mar del Sur (o Pacífico) entero, Carlos I, en 1519, firmó las capitulaciones con Magallanes; ya conocida la gran noticia de Balboa de 1513, en la idea de navegar a la Especiería, en las Indias Orientales; siguiendo siempre la ruta que comenzaba en España, atravesando el Atlántico, para encontrar el paso al Gran Océano que se llamaría Pacífico. Debiendo recalcarse que Magallanes nunca pensó en dar la vuelta al mundo, pues no quería adentrarse en el hemisferio luso. De modo que la idea del tornamundo fue exclusiva de Elcano, cuya gesta no se reconoció suficientemente en la historia.

  1. Felipe II, el Pacífico y China

Para no alargar demasiado la presente narración, ha de recordarse que preocupado por el alto precio de las especias, más de tres décadas a partir de Magallanes-Elcano, en un momento de relativa calma de su incipiente reinado -después de la Batalla de San Quintín, 1558, y de la subsiguiente paz de Cateau Cambresis, 1559-, a su vuelta a España desde Flandes ya como Rey, Felipe II encargó a Luis de Velasco, Virrey de la Nueva España, que organizara una expedición para hacerse con la parte de la Especiería no perteneciente a Portugal. Se originó así la expedición desde la Nueva España a Oriente, con la inestimable sabiduría del cosmógrafo Andrés de Urdaneta, que muy joven había acompañado a Juan Sebastián Elcano en su segundo y letal viaje de 1526.

Urdaneta laboró con Legazpi y sus hombres en la ocupación de las Islas Filipinas, y fue el verdadero configurador de tornaviaje desde Manila a Acapulco en la Nueva España, por una ruta al norte de las Islas Hawái. Lo que permitió el funcionamiento ulterior, durante más de dos siglos y medio, de la navegación del Galeón de Manila, o Nao de la China; verdadera Ruta Marítima de la Seda: desde Cantón a la capital de las Filipinas, con ulterior rumbo a Acapulco, para luego cruzar por tierra el istmo a Veracruz, y nueva navegación a Sevilla. La más larga estela marinera de la historia naval a vela.

El caso es que tras la toma de posesión de las islas que llevan su nombre, Felipe II no volvió a hacer más conquistas, si bien consolidó con eficacia los virreinatos de México y Perú de una posibilidad de independencia prematura. Y se negó a intervenir en China, cuando se lo pidió el Cabildo de Manila en 1576: tenía otra conquista pendiente que le pareció más urgente: la Empresa de Inglaterra. Y aún recibió el Rey una nueva propuesta de control de China, en 1583, cuando ya era, desde 1580, soberano de Portugal, iniciativa que también rechazó.

Lo que seguramente pensó Felipe II fue la formación con China de un Orbs Imperium, abarcando toda la Tierra. Y en ese sentido, el monarca de España y Portugal tuvo la intención de enviar un gran embajador al Emperador en Pekín, en la persona de Juan González de Mendoza; que estuvo preparando su viaje a Pekín durante años, a lo largo de los cuales escribió un importante libro sobre China, en el que narró lo que los navegantes españoles le que habían estado hablando sobre el Celeste Imperio.

Dejamos aquí nuestra historia encriptada, con el intento de desencriptación, para proseguir la próxima semana.

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