[dropcap]Q[/dropcap]uizá haya algún estudio capaz de aclarar el número máximo de “¿por qué?”que un adulto sano es capaz de tolerar antes de concluir con un rotundo “Porque sí”. Da igual que a todos nos hayan dicho algunas mil veces – Hijo/a mío/a, si no entiendes algo, pregunta.
El sistema es perfectamente operativo. A una pregunta suele sucederle su correspondiente respuesta aunque no siempre resuelva la duda. Seguro que has vivido en alguna ocasión ese “¿Qué hora es? Manzanas traigo”. En lugar de hacer una pequeña inversión de tiempo en reflexionar acerca de la duda que nos transmiten, respondemos con nuestra verdad. ¿Acaso hay otra? Ah, y rapidito, que no estoy para dudar de lo que ya se.
También puede ser aterrador, como cuando esa pequeña criatura, con su limpia, pura e inocente mirada se prepara para lanzar sus huestes al ataque con su interminable batería de ¿Y por qué? Afirman quienes saben de estas cosas que es una fase por la que tú también pasaste entre los dos y los cuatro años. Tiene que ver con que a esa edad comenzamos a descubrir el mundo y necesitamos entender cosas que para nosotros, en ese punto vital, no tienen lógica alguna. Contestar siempre la verdad, utilizar expresiones sencillas, admitir que a veces no lo sabemos todo, no cercenar el camino de sus dudas y animarles a expresar su opinión son algunos de los consejos que se vierten en este sentido.
Si estás leyendo este texto me permito suponer que no andarás en ese rango de edad y sí con todas esas obligaciones que llevas atendiendo hoy sin falta desde hace tiempo.Quizá por eso perdemos práctica en el sencillo juego de niños que es preguntar. Y ya hemos mencionado el magnífico “Si no entiendes algo, pregunta”.
Érase una vez una pequeña y desconocida empresa de nombre Toyota (sólo es el mayor fabricante de vehículos a nivel mundial y en 2014 tuvo unos beneficios de 7.864 millones de euros. Permíteme que insista, beneficios) que utilizó una vieja fórmula de lo más infantil para mejorar su sistema productivo: Observar un problema y preguntarse ¿Por qué? Concluyeron que bastaban 5 repeticiones para llegar a la raíz de ese problema.Un ejemplo:
- ¿Por qué no has llegado a tiempo? Porque el coche no arrancaba.
- ¿Por qué el coche no arrancó? Porque se quedó sin batería.
- ¿Por qué se quedó sin batería? Porque las luces quedaron encendidas.
- ¿Por qué quedaron las luces encendidas? Porque no las apagué.
- ¿Por qué no las apagaste? Porque salí tarde e iba con prisas…
Después de salir tarde me atacaron las prisas, no comprobé si las luces estaban apagadas por lo que la batería se agotó y al día siguiente el coche no pudo arrancar. Por este motivo llegué tarde. Básico ¿verdad?
Para cómodo, como echar balones fuera no lo hay. Para conseguir soluciones, mejor poner el foco en lo que depende de nosotros. No pasarás del quinto porqué sin convertirte en el principal protagonista.
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