[dropcap]H[/dropcap]ay miles de historias dramáticas y vidas que quedaron rotas en el verano de 1936, los primeros meses de la Guerra Civil. La que vamos a contar es una de ellas.
La vida de José Manuel Pascual se transformó un 9 de agosto de 1936 cuando asesinaron a su padre, Eduardo, encargado de Electra, lo que ahora es Iberdrola. «Mi padre trabajaba en la zona de Armenteros y pueblos aledaños. Estaban instalando el tendido eléctrico en esos pueblos. También se encargaba de la conservación de la línea y el 9 de agosto, la Guardia Civil de Galinduste fue a detenerlo a las 10 de la mañana. Hasta hoy», relata.
Eduardo Pascual apareció muerto de un tiro en Pelabravo. Lo encontraron una tía y una sobrina que iban a lavar al río. Lo enterraron y más de setenta años después, gracias al esfuerzo de sus familiares y a Chema Collado, «no le estaré suficientemente agradecido mientras viva», consiguieron desenterrarlo y hoy descansa en el cementerio de Salamanca junto a otros que perdieron la vida en la Guerra Civil. «Nadie nos dio ni un duro para exhumar su cuerpo. Todo lo hicimos los familiares. Eso quiero que queda muy claro».
Durante décadas, José Manuel Pascual y su familia pensaron que el delator había sido el molinero de Armenteros, porque la compañía eléctrica había detectado un consumo elevado de electricidad que no se reflejaba en la factura. «El fraude era real, porque se pudo comprobar, pero ellos no fueron los acusadores de mi padre».
Años después, José Manuel Pascual se hace muy amigo del Juez de Paz de Pelabravo, y éste investigando descubre la verdad. «Mi padre, al ser encargado, podía contratar a personas para que trabajaran en la construcción del tendido eléctrico y así lo hacía, excepto al hermano del cura de Armenteros, porque no valía para el trabajo. Pues bien, éste fue el que lo delató, con el consentimiento del cura», rememora con emoción Pascual.
Eduardo Pascual tenía 33 años cuando lo asesinaron y tres hijos, José Manuel, el mayor con 9 años. Pertenecía a UGT, era culto, bilingüe en francés y muy amigo del maestro Venancio Sánchez, con el que compartía tertulia e intercambio de prensa. Venancio Sánchez, hace memoria José Manuel, también estuvo en la cárcel, ocho años, pero no lo mataron, su esposa era sobrina del Deam de la Catedral.
La vida de José Manuel y de sus hermanos no volvió a ser la misma. «Pasamos muchas miserias».
¿Sufrieron alguna represalia?
No. Eso no. Recuerdo que en un permiso de la mili mi madre me dijo que habían estado registrando la casa, era 1947, pero no encontraron nada más que unas cartas que le había enviado yo. Le preguntaron de quién eran y mi madre le dijo que de un hijo que hacía la mili. Menos mal que no le ponía que pasaba mucha hambre. (Risas)