[dropcap]S[/dropcap]encilla historia para entender, de manera básica, cómo funciona la economía.
Una pareja de turistas extranjeros llega a una pequeña localidad buscando un lugar donde pasar la noche. Encuentran un modesto hotel y preguntan, previo abono por adelantado de los 100 euros que vale la habitación, si pueden comprobarla antes de quedarse.
En lo que se dirigen a verlas, el dueño del hotel decide, con esos 100 euros, pagar al carnicero, al que ya le debe un par de pedidos. Éste, una vez cobradas sus facturas decide ir a pagar al pintor que hacía unos días le había dejado la fachada de su carnicería como nueva. El pintor había cambiado las ruedas de su furgoneta precisamente la semana anterior y con esos 100 euros liquidó la cuenta en el taller.
Pepe el de las ruedas tenía una hija que acababa de tomar la comunión e invitó a su hermano, que vivía fuera, a pasar una noche en el hotel del pueblo. Acordándose de que no la había pagado, decidió saldar cuentas ya que le pillaba de paso de vuelta a casa. Así, entró en la recepción y le dio los 100 euros al dueño del hotel en el momento en que una pareja de extranjeros decían al recepcionista que la habitación no era de su agrado. Estos, recuperaron su dinero y marcharon.
La moraleja que se ofrece, desde el punto de vista de un “economista” es que si el dinero circula se acaba la crisis. Y desde luego, vista la historia de este pequeño pueblo, resulta creíble.
Tan creíble como decir que el billete de 100 euros que recorrió el pueblo en un ratito no hizo más que convalidar un trueque, esa sencilla técnica conocida ya unos días antes de que allá por el año 5000 antes de Cristo se comenzaran a acuñar pequeñas piezas de distintos metales llamadas monedas.
Todo un avance. Resulta evidente que al carnicero le tocará negociar con suma habilidad para pagar su nueva tele en salchichas, chuletones o secretos. Pero como el universo es muy de equilibrar las cosas también tiene sus aspectos negativos. Uno bastante común y actual, es que el papel moneda oposita con firmeza a ser el único medio de mensurar todas las cosas. Por cierto, muy discutible.
Hay cosas con mayor valor que el dinero. Eso que te compran tus jefes a cambio de unos cientos de euros al mes. Tiempo la llaman. ¿Lo vendes a un precio justo?
En Bhután, país nada ordinario, tienen una manera distinta de ver todo esto. En lugar de observar el crecimiento del PIB o producto interior bruto como eje de todas las cosas, defienden la FNB, Felicidad Nacional Bruta. Se mide considerando 9 paradigmas. El bienestar psicológico, el uso del tiempo, la vitalidad de la comunidad, la cultura, la salud, la educación, la diversidad medioambiental, el nivel de vida y el gobierno.
Desde nuestro lado del mundo se considera a Bhután un país pobre. Ellos en cambio se consideran un país feliz.
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