Psicóloga, Sexóloga y mediadora familiar. Especialista en terapia de pareja, educación sexual y asesoramiento sexológico. Fundadora y directora de “Sex & Mind – Psicología y Sexología” y colaboradora en otras entidades como psicóloga y sexóloga, ya que es experta en bienestar, calidad de vida y felicidad.
“No estoy preparad@ para atender tan semejante petición. ¿Acostarme con la misma persona el resto de mi vida? ¿Besar los mismos labios cada mañana? No, la monogamia no es para mí. Sin embargo su manera de mirarme, de tocarme, de buscarme y desearme me hacen perder la noción del tiempo ¿Qué me está pasando?”
¿Alguna vez te ha pasado que tienes miedo de lanzarte al vacío con alguien por muy cómod@ que te haga sentir? ¿Piensas que no acaba de encajarte? ¿O quizá que hay alguien mejor esperando tu llegada? ¿Quizá creas que no es la persona de tu vida? ¿Qué no te ha llenado lo suficiente? Si sueles ponerte excusas como estas, sigue leyendo.
Ofrecemos un café para ver si nos gustamos, irnos a casa disfrutar de nuestros cuerpos y si te he visto no me acuerdo. Queremos un segundo café para hacernos fotos y subirlas a twitter, enseñar en instagram que hemos pasado una tarde incréible y publicar en facebook que tenemos una relación para que todo el mundo pueda darle a «me gusta» y poner un comentario.
Queremos tener a alguien con quien ir al cine los domingos, con quien quejarnos los lunes, con quien comer pizza los martes, que nos desee buenos días los miércoles, mientras los jueves nos come a besos, los viernes cenamos fuera y los sábados hacemos el amor como si no hubiera un mañana. Pero no queremos relaciones.
Nos hacemos un perfil en Tinder en un intento de encontrar a la persona correcta. Como si hiciéramos un pedido a domicilio, buscamos y desechamos continuamente. Los hombres 1 de cada 2 y las mujeres 9 de cada 10.
Leemos artículos como “El método inflable para atraer a alguien” o “5 maneras de hacerte irresistible a sus ojos” con la esperanza de convertirnos en una persona “apta” para el consumo, y que así un/a posible comprador/a nos lleve consigo.
Invertimos más tiempo en nuestros perfiles de Tinder que en mejorar nuestra forma de ser y comportarnos, aumentar nuestros conocimientos y aprendizajes o crecer emocional, personal, erótica y laboralmente. Y aun así no queremos tener una relación.
Nos escribimos whatsapp, nos mandamos fotos por Snapchat y tenemos conversaciones subidas de tono. Quedamos para mantener una charla insulsa y anodina de una hora, para luego volver a casa y seguir manteniendo una charla insustancial por whatsapp. Salimos y hacemos cualquier cosa con tal de evitar tener una cita de verdad.
Al jugar a juegos en los que nadie gana, renunciamos a cualquier oportunidad de conseguir conexiones reales. Competimos por ser el más indiferente, el de la actitud más apática y el menos disponible emocionalmente. Y acabamos ganando en la categoría “el/la gilipollas que no se arriesga” y ya se sabe, quien no arriesga no gana.
Queremos la fachada de una relación, pero no queremos el esfuerzo que implica tenerla. Queremos cogernos de la mano, pero no mantener contacto visual. Queremos coquetear, pero no tener conversaciones serias. Queremos promesas, pero no compromiso. Queremos celebrar aniversarios, pero sin los 365 días que implican. Queremos un “felices para siempre”, pero no queremos implicarnos aquí y ahora. Queremos tener relaciones profundas, pero sin ir muy en serio. Queremos un amor de campeonato, pero no estamos dispuestos a entrenar.
Queremos alguien que nos cuide y apoye, pero no queremos darle a alguien el poder para hacernos daño. Queremos oír frases cutres de ligoteo, pero no queremos que nos conquisten porque eso implica que nos pueden dejar. Queremos ser parte de algo y crear un vínculo, pero, al mismo tiempo, seguir siendo independientes y vivir a nuestro aire. Queremos seguir persiguiendo a la idea del amor, pero no queremos caer en ella.
No queremos relaciones, queremos amig@s con derecho a roce, mantita y peli, y fotos sin ropa. Queremos todo aquello que nos haga vivir la ilusión de que tenemos una relación, pero sin tener una relación de verdad. Queremos todas las recompensas sin asumir ningún riesgo, queremos todos los beneficios sin ningún coste. Queremos sentir que conectamos con alguien lo suficiente, pero no demasiado. Queremos comprometernos un poco, pero no al 100%.
Vamos despacio, con mucha muchísima calma. Vamos viendo hacia dónde van las cosas, y siempre sin ponerle nombre, “solo somos amig@s”, y en cuanto parece que la cosa empieza a ir en serio… huimos, escapamos, nos escondemos, dejamos de dar señales de vida. “Hay muchos peces en el mar” nos decimos.
Deseamos y esperamos encontrar la felicidad. Queremos descargarnos a la persona que encaje al milímetro con nosotros como si fuera una aplicación que puede actualizarse a placer cada vez que hay un fallo, guardarse fácilmente en una carpeta y borrarse cuando ya no se utiliza.
Ni queremos abrirnos, ni queremos dar pie a que nadie se abra con nosotr@s. No queremos que haya errores y si los hay, nos gusta esconder las imperfecciones bajo filtros de Instagram, y ver otro episodio de cualquier serie en vez de tener una conversación real.
Nos gusta la idea de querer a alguien a pesar de sus defectos, y de que alguien nos quiera y nos desee sin límites, pero seguimos sin dejarle vernos, sin querer verle. Guardamos bajo llave nuestro auténtico yo.
“Felices para siempre”
Sentimos que tenemos derecho al amor, igual que sentimos que tenemos derecho a un trabajo al acabar la carrera. Nuestra infancia Disney nos ha enseñado que las almas gemelas, el amor verdadero y el “felices para siempre” existen para tod@s. Y por eso no nos esforzamos ni nos preguntamos por qué no ha aparecido el príncipe o la princesa azul, porque según Disney y leyendas populares, dichos, dires y diretes “aparecerá cuando menos te lo esperes”.
Nos cruzamos de brazos, enfadad@s porque no encontramos a nuestra media naranja, a esa persona que nos haga vibrar y nos ponga los pelos de punta ¿Dónde está la relación que merecemos? ¿Dónde está el amor verdadero que nos han prometido? Pero no hacemos nada por abrir las puertas a las personas que llaman.
Queremos a un suplente, no a una persona. Queremos un cuerpo, no una pareja. Queremos a alguien que se siente a nuestro lado en el sofá mientras navegamos por las redes sociales. Queremos mantener el equilibrio entre fingir que no tenemos sentimientos y tener millones de ganas de sentir cosas increíbles.
Queremos que nos necesiten, pero no queremos necesitar a nadie. Queremos llevar acompañante a las bodas a las que nos inviten pero no decir que somos “algo”.
El problema de que no queramos vincularnos con alguien y tener ese algo que tanto deseamos es que, queremos que nos quieran pero tenemos miedo a querer sin mesura ¿y cuál es el resultado? Que no nos permitimos vivir y disfrutar del momento con personas con las que probablemente hubiéramos sido muy felices y nos habrían aportado grandes momentos.
¿Solución? Da el paso, atrévete a cambiar. Vive y disfruta el momento y sal de tu zona de confort.
Más información: Sex&Mind