El año en que todo cambió para seguir igual

Alfonso Fernández Mañueco y Alejandro González firman el acuerdo de gobierno en julio de 2015.

Este martes se cumple el primer año tras los comicios municipales del 24 de mayo de 2015. Y parece que ha pasado un siglo.

 

Fueron históricos porque Mañueco perdió la holgada mayoría absoluta que heredó del denostado Julián Lanzarote. Veinte años de rodillo que acababan de forma abrupta para dar paso a otra forma de gobernar la ciudad y permitir que entrara el aire fresco en la ciudad.

De momento, solo han pasado la historia porque la pérdida de la mayoría absoluta ha sido el mayor logro de Mañueco desde que accedió a la alcaldía, en noviembre de 2011.

Por lo demás, flota sobre el ambiente una tremenda sensación de frustración, porque nos hemos quedado sin el cambio  que facilitaban los resultados electorales por primera vez en dos décadas.

Superado el shock y el pánico iniciales, el PP ha sido el que mejor ha reaccionado y se ha adaptado a las nuevas circunstancias. Al fin y al cabo, sigue mandando, que es lo que lleva en su ADN, y si no gustan sus principios, asume otros.

En este caso solo tuvo que llevarse al huerto a Ciudadanos y mentalizarse para soportar por primera vez las molestias inherentes a la existencia de una oposición veinte años después de acceder al gobierno municipal.

Lo que peor lleva

Ahora hace cosas que ni se hubiera planteado hace tan solo un año. Secunda mociones ajenas y apenas frunce el ceño ante los escarceos de la oposición, porque no se siente amenazado. Quizá lo que peor lleva es que los plenos duran más de cinco horas, cuando antes no necesitaba ni dos horas para esos menesteres. Y eso pone de mal humor.

Su calidad de vida depende de su socio, Ciudadanos, que le proporciona la estabilidad y la confianza necesarias desde su cercanía ideológica, y una tranquilidad que el PP creía perdida, hasta el punto de que el propio Mañueco trató de salir por piernas en los primeros momentos de desorientación, cuando pensaba que no podría adaptarse a gobernar sin mandar, porque la mayoría absoluta no se restablecería ni siquiera con el pacto de gobierno (o como se llame) suscrito con C’s.

Mañueco, que primero se había quedado apeado de la lucha por la sucesión de Herrera, tampoco tuvo opciones de encontrar un nuevo destino en Madrid. Total, que se ha quedado arrinconado en la Salamanca de sus amores para desvivirse por los salmantinos. Recibe más gestos amistosos de los ediles de C’s que de ninguna otra parte, todo sea dicho.

La revelación

Ciudadanos, la gran revelación de las elecciones, se convirtió la noche del 24 de mayo de 2015 en la sorpresa y la esperanza del cambio, y en menos de una semana, en la decepción del siglo.

Desde entonces vive en una interinidad interminable. Una agonía que ha prolongado el fiasco del 20D hasta tal punto que ahora ya no sabe si tiene que seguir haciendo una oposición desde la lealtad rebelde de su pacto de gobierno con el PP (o como se llame), o si tiene que levantar alfombras y abrir cajones y ventanas, como prometió en plena euforia de la noche electoral (memorable).

Durante este tiempo parece que no ha encontrado alfombras, ni las llaves de los cajones y ha entregado su voluntad a Fernando Rodríguez, que enhechiza a quien visita su despacho.

Todo eso no impide que a veces saque a relucir su genio e inconformismo y haga perder al PP alguna votación intrascendente, para que se entere.

¿Y el PSOE? ¡Ay, el PSOE! Llevaba tantos años en la oposición del Ayuntamiento que se le había olvidado ejercerla. Tras la fuga de su cabeza de lista, Enrique Cabero, tras constatar que no iba a ser alcalde porque los planes de C’s eran otros (tardó una semana tras los comicios) y tras la deshidratación que está sufriendo el partido a nivel nacional, aún no sabe si presentar una moción de censura o esperar a que pasen las elecciones del 26 de junio para ver si tiene que cortejar al PP.

La principal novedad ha sido la irrupción de Ganemos, que ha llegado sin hipotecas y sin titubeos. Convierte cada intervención en un desahogo saludable, sin temor y sin complejos. Desde su vitalidad se atreve a decir las verdades del barquero y a proponer alternativas frente al modelo monolítico del PP y su afición a las concesionarias. Se podrán compartir unas cosas y otras no, pero su actitud es inmejorable.

No obstante, al final son cuatro concejales. Todo lo demás ha cambiado para seguir igual.

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