Opinión

El realismo de las cifras frente a la voluntad del futuro

El realismo de las cifras frente a la voluntad del futuro: los grandes peligros del calentamiento global 

[dropcap]A[/dropcap]nte la problemática que se plantea en el epígrafe de este artículo, ya existen informes de síntesis, a partir de los propósitos nacionales de mitigación de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), presentados a las Naciones Unidas muy poco antes de la Cumbre del Clima en la capital de Francia, del 30 de noviembre al 12 de diciembre de 2015; cuando se llegó al consenso del Acuerdo de París.

En un informe presentado por el diario Financial Times el 21 de octubre de 2015, con numerosas graficaciones que aquí no vamos a incluir, se prevé qué sucedería en caso de seguir con las emisiones de GEI con el ritmo actual. Y concretamente, lo que se predijo es que con una media de puesta en la atmósfera de 40.000 millones de toneladas de CO2, el incremento térmico para 2100 sería de 4ºC por encima del margen de tolerancia de dos más arriba de la era preindustrial, es decir, seis grados más en total, lo que constituiría, posiblemente, una verdadera apocalipsis del clima, a la que me refiero en mi próximo libro sobre este tema.

En ese sentido, habría un verdadero desastre, empezando por China, donde se quiere corregir la tendencia, pero empezando en 2030. Y siguiendo los países menos desarrollados, que tanto van a necesitar de la ayuda de los que disfrutan de un nivel más alto de renta disponible.

En otras palabras, para evitar la apocalipsis a que nos referimos, tendría que haber una decisión radical de no consumir combustibles de origen fósil (carbón, petróleo y gas natural). Lo que significa acabar con la permisividad en el transporte, con más sistema público con energías limpias, y coches eléctricos con pilas a recargar de electrones provenientes de instalaciones eólicas, fotovoltaicas, de biomasa, etc.

[pull_quote_left]Para evitar la apocalipsis a que nos referimos, tendría que haber una decisión radical de no consumir combustibles de origen fósil (carbón, petróleo y gas natural)[/pull_quote_left]Y ahora va la gran pregunta: ¿Marcará la Conferencia del Clima de noviembre/diciembre de 2015 (COP-21), con su resultado final del Acuerdo de París, un giro decisivo en los esfuerzos mundiales para frenar los riesgos de un cambio climático tan catastrófico según todos los enunciados predictivos?. Eso es lo que se pregunta el más destacado de los columnistas del Financial Times: Martin Wolf. Quien ve muy poco probable que se vaya a dar ese giro auténticamente copernicano, en la vieja terminología de Inmanuel Kant.

Pero no es recomendable machacar impunemente el optimismo que viene de gentes como Bill Gates, quienes estiman que la solución final, no va a venir de las recomendaciones del Acuerdo de París simplemente, sino de los grandes avances tecnológicos en las energías alternativas; con un coste, en la fotovoltaica, del 20 por 100 de lo que eran hace diez años, en la eólica con molinos off shore de hasta diez megavatios, cuando lo normal hace dos lustros era entre 0,5 y un megavatio, por referirnos sólo a las dos principales fuentes de energías renovables.

Y como apoyo también a los más optimistas, traemos aquí algunas ideas de Nicholas Stern, de su libro ¿Por qué estamos esperando? donde avanza una proposición futurista muy alentadora: “los objetivos primordiales de la humanidad para el siglo XXI deben ser la eliminación de la pobreza masiva y el riesgo de un cambio climático catastrófico. Objetivos que son complementarios entre sí”.

Más preguntas: ¿No será el acuerdo de París un camino proyectado y luego no construido para el cambio contra la gran calamidad final, como insisten los más críticos? ¿O por el contrario será la verdadera panacea para tantos augurios, abriendo una nueva ventana hacia el futuro?

[pull_quote_left]El Acuerdo de París, para muchos, es bastante más de lo que podía esperarse razonablemente solamente dos años atrás. Pero también sucede que es mucho menos de lo que realmente se necesita[/pull_quote_left]Ni lo uno, ni lo otro, porque el Acuerdo, para muchos, es bastante más de lo que podía esperarse razonablemente solamente dos años atrás. Pero también sucede que el Acuerdo es mucho menos de lo que realmente se necesita, porque su aplicación, ceteris paribus, llevaría a una situación de mayor acumulación de GEI, con consecuencias ya imparables, sobre todo teniendo en cuenta que de aquí al 2020, sólo la treintena de países que seguimos estando en el Protocolo de Kioto vamos a mitigar las emisiones de manera real. Y también por el hecho de que en la Conferencia de París se reforzó el lobby de los partidarios de los fósiles (Arabia Saudí, Rusia, los miembros de la OPEP en general, etc.), que pueden obstruir mucho la senda hacia un futuro descarbonizado.

Ante esas fuerzas inerciales de aquí al 2020, en el Acuerdo de París se prevé realizar revisiones periódicas en relación con el calentamiento global, cada cinco años, y se supone que con la incorporación de nuevas informaciones de situación -fundamentalmente a través del IPCC-, y con el diálogo internacional sistemático que seguramente se producirá, sería factible que surgieran pautas de comportamiento más decididas, para forzar la reducción de las emisiones de GEI, mejorando los objetivos actuales.

En otras palabras, París no es ningún final de trayecto, y evocando lo dicho por W.C. Churchill tras la Batalla de Inglaterra (1940), “el momento presente no es el fin, ni el principio del fin, sino el fin del principio”.

Evidentemente, el problema de una atmósfera con tanta acumulación de GEI no se resolverá en pocos años, sino que requerirá seguramente de un siglo para decir cuál es el final de toda esa historia. De ahí que el Acuerdo de París sea una base para la cooperación internacional, que se irá haciendo previsiblemente más ambiciosa a medida que transcurra el tiempo y se vean más y más las graves consecuencias del cambio climático. Se abre de esa manera una senda, en la que según los más optimistas, los países deberán demostrar coraje para asumir futuras decisiones verdaderamente cruciales, que todavía ni siquiera se vislumbran.

Volveremos al tema en nuevas ocasiones, para seguir analizando una problemática crucial para todos los habitantes del planeta Tierra.

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