[dropcap type=»1″]L[/dropcap]a escultura más enigmática y antigua de las que Salamanca ha dedicado a un clínico es la de un desconocido médico cordobés. El 23 de octubre de 1921 se erigió en la plaza de los Bandos un busto representando a un señor barbudo, serio, de una edad indefinida. Los munícipes de la época anunciaron que se trataba del comunero Maldonado. No se molestaron en aclarar si era Pedro Maldonado Pimentel, capitán de las tropas salmantinas en la Guerra de las Comunidades, o el de su primo Francisco Maldonado, ejecutado en Villalar.
Pedro Maldonado Pimentel no escapó al castigo real, pese a los grandes esfuerzos por salvarle de la muerte empleados por su familia, los condes de Benavente, una de las más influyentes de los reinos de Castilla y León. Sería ejecutado al año siguiente, en 1522, una vez informado Carlos I de que el Maldonado apresado en Villalar, y posteriormente ejecutado, no fue el jefe comunero de los salmantinos.
Según Santiago Juanes y Valeriano Hernández fue Miguel de Unamuno quien, en 1920, propuso realizar un monumento al comunero salmantino, pero no llegó a plasmarse por la precaria situación económica del Ayuntamiento y, en mayor medida, por la pobreza en la que estaba inmersa la población salmantina, que no estaba para gastos de ornato.
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