[dropcap]T[/dropcap]odo parecía dicho, las apuestas daban como favoritos a los Warriors de Stephen Curry, que venían de batir el récord de los míticos Chicago Bulls del 96 que lideraba Jordan y que estaba desde entonces en 72 victorias y 10 derrotas, quedándose desde esta temporada en 73 vitorias y 9 derrotas.
Por otro lado el propio base de los de Oakland estableció este año el récord de ser el primer jugador de la historia en anotar 400 tiros de 3 puntos en una temporada y a la vez estuvo a punto de batir el de los 12 triples en un solo partido.
Así, el equipo de los récords, el de la fuerza de los números, el de la dictadura del triple afrontaba la final de las finales después de arrollar a los Rockets, Blazers y a los Oklahoma City Thunder, que tenían serias posibilidades de llegar a la final, con unos imparables Russell Westbrook y Kevin Durant que forzaron el 7º partido.
Campeones, por tanto, de la conferencia Oeste habrían de medirse por segundo año consecutivo a los Cavaliers de LeBron James que dominaron una conferencia Este menos combativa en la que solo los Toronto Raptors pusieron algo de picante.
Y como decía al principio, todo parecía dicho. Más aun cuando los Warriors ganaron con solvencia frente a su público a los de Cleveland en los dos primeros asaltos de la serie. El esfuerzo de ganar 90 – 120 el tercer partido por parte de los de LeBron y Kyrie Irving,+ que sumaron conjuntamente 62 puntos,pareció resultar estéril tras el cuarto partido que se llevaron bajo el brazo los de Steve Kerr dejando las series 3 – 1.
En la historia de la NBA, de las 32 veces que se había dado un resultado de 3 – 1, ninguna había resultado campeón el equipo que iba por debajo en la serie. Pero la historia la escriben los grandes hombres y los Reyes.
LeBron “The King” James, fue el único que puso las cosas difíciles en las finales del año pasado a los Warriors, siendo el único integrante sano del Big Three de Cleveland debido a las lesiones de Kevin Love y Kyrie Irving y quedándose, tras el contundente 4 – 2, sin corona.
Este año, como digo, parecía que la historia se repetiría aunque la terna compareciera al completo, eso sí con una actuación bastante discreta del Ala – Pívot de los de Ohio, pero LeBron se disfrazó de bestia e Irving, ese malabarista de parqué que roza lo obsceno de puro mágico, haciendo de escudero del Rey se negaron a aceptar la tiranía de una estadística que les negaba la gloria.
Así pues, empatando la serie en el 6º partido con un 101 – 115 para los de Cleveland en The Q, siendo expulsado Curry al cometer su 6ª falta personal, rabieta incluida, y con los nervios a flor de piel por un lado y la euforia por otro se fuerza el 7º y último partido de la serie que se jugó el pasado domingo.
Flashes, oro, luces, champan. Pero también rostros serios, labios fruncidos, abrazos y siempre lágrimas es lo que queda al final. Pero aún faltaba para llegar ahí, una batalla dura, a cara de perro, en la que ni el Rey ni el Asesino con cara de niño brillaron. Pero destacaron figuras aledañas como el propio Irving y J. R. Smith por parte de Cleveland o Draymond Green por parte de los Warriors, el cual apuntaba a ser el MVP de las finales de haber ganado su equipo.
El repertorio de tapones fue una de las claves del partido, siendo el de Lebron James a Iguodala una de las imágenes destacadas del encuentro por ser casi decisivo estando el marcador en tablas a 89 y quedando poco más de un minuto para el final, tiempo que en este bendito deporte es más que una eternidad cuando está el juego tan igualado.
Pero la jugada destacada estaba por llegar, manejando Irving la pelota frente a Klay Thompson tras sacar LeBron de banda después del tiempo muerto, el público exigiendo Defense!, el bloqueo de J.R. Smith que cambia la asignación defensiva, Curry frente a Irving, 7 segundos en la posesión de los Cavs, el Oracle Arena enmudece cuando la pelota despega de las manos de Uncle Drewy se eleva en una parábola perfecta para sumar tres puntos clave que casi cerrarían el partido.
Y así terminó el lance, Curry busca el triple que devuelva el empate al marcador pero la jugada acaba, dos faltas después, con un tiro libre anotado de LeBron después del susto con su mano derecha tras su tentativa de reventar el aro. Y de nuevo Curry intentando otro triple a la desesperada a 6,5 segundos del final, pero el marcador ya no se movería más esa noche. Ya solo quedaba El Rey, este año sí, por el suelo entre lágrimas y periodistas, botes de alegría, palmadas en la espalda, la soledad de un entrenador, Tyron Lue, que vino a tapar el agujero que dejó David Blatt y la sensación de la misión cumplida. La misión por la que volvió James a su casa, la misión de llevar el anillo a Cleveland.