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Queremos cerrar heridas, no abrirlas

Los restos de los cuatro jornaleros enterrados en una fosa común desde agosto de 1936.

 

Ochenta años después de ser asesinados, fue en agosto de 1936, Fabián Montes, Francisco Bárez, Serafín garcía y Juan José San Hermógenes, descansan en el cementerio de San Carlos Borromeo, en el memorial donde están los restos de los asesinados por la represión franquista.

 

Han pasado casi 80 años. Fue un 12 de agosto de 1936 cuando, Fabián Montes, de 46 años, Francisco Báez, de 51, Serafín García, de 39 y Juan José San Hermógenes, de 35 fueron asesinados en Vecinos, de donde eran naturales. Hoy, 2 de julio de 2016 sus restos descansan en el cementerio de Salamanca, en el monumento homenaje a los asesinados republicanos.

Fehacientemente no se conocen las causas por las que fueron vilmente asesinados. Una personas incluyó sus nombres en una lista de personas que necesitaban un ‘correctivo’. «Se cree que fue una represalia del señor de la finca en la que trabajaban, ya que durante el Gobierno de la República había conseguido alguna mejora de sus condiciones laborales, en contra de la voluntad de éste», explican desde la Asociación Memoria y Justicia de Salamanca.

Los mataron camino de Vecinos a Salamanca y los enterraron en la finca de Continos. Un hombre presenció todo y el recuerdo de este hecho deleznable le persiguió siempre, tanto que le hizo prometer a su hijo José que no olvidara nunca dónde estaban enterrados esas cuatro personas.

José contactó con la Asociación de Memoria y Justicia y una nieta de Fabián Motes, uno de los cuatro asesinos también. Se cotejan datos y se piensa que quizá se trate de las mismas personas. La Lengua Teatro organiza una función benéfica para obtener fondos y con ellos comienza la exhumación de los cadáveres.

De ello, ha pasado más de un año y hoy sus restos descansan y sus familiares, todavía hay hijas de los asesinados, han podido llorar a sus muertos y colocar una lápida donde se leen sus nombres. Ahora, si quieren llevarles flores, visitarlos o simplemente llorarlos saben dónde se encuentran, durante ocho décadas, les ha sido imposible hacerlo. Más aún, ni siquiera podían hablar de lo sucedido.

Estas cuatro familias descansan, pero aún hay 100.000 más que están deseando derle un entierro digno a sus seres queridos o simplemente conocer donde fueron asesinados. «No es momento de reivindicaciones. Hoy estamos ayudando a cerrar una herida, no abriéndola».

El homenaje concluyó con la lectura de un poema, El canto a la libertad y un hondo y sentido aplauso.

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