¿Por qué decimos ‘Vete a la porra’ o mandamos a alguien al ‘quinto pino’?

 

Son expresiones que están en nuestras conversaciones cotidianas, algunas con más asiduidad que otras, pero todas ellas tienen un significado y surgieron en un momento determinado. Te desvelemos lo que esconden alguno de estos dichos

De los perros rabiosos, aléjanos cien pasos

Es una jaculatoria a la Virgen de Valdejimena, Patrona de los afectados por la rabia. Fue ésta una terrible enfermedad transmitida por perros y algunos animales salvajes, mortal hasta que el gran Pasteur descubrió su vacuna.

¡Vete a la porra!

Es una frase de origen militar. Se llamaba PORRA al bastón, con una gran bola, que llevaba el Sargento Mayor de los regimientos en el siglo XVIII. Era costumbre dejarla clavada en la entrada de los campamentos o en la sala de guardia o de castigo. Los soldados con faltas leves eran enviados allí y para abreviar se empleaba esta frase.

El bobo de Coria

Alude al hipotético constructor del puente que no está sobre el río, sino alejado de él. En realidad se levantó cuando sí pasaba, pero el divagar de los meandros fluviales secó su cauce. Es un fenómeno geomorfológico frecuente en el curso medio de los grandes ríos, como se puede ver, por ejemplo, en Toledo o en Castronuño, pero sin puentes abandonados.

¡Hay gente ‘pa’too»!

Frase dicha por el famoso torero Rafael Gómez «El Gallo» (algunos la atribuyen a otros toreros), cuando le dijeron, en un homenaje, que Ortega y Gasset era «un pensador».

Baqueteados

Origen militar. La baqueta es la barra metálica que se introducía en el cañón del rifle para empujar la carga de pólvora y después la bala. En las faltas graves se castigaba al soldado a pasar, desnudo de cintura para arriba y con las manos atadas, entre dos filas de sus compañeros, que le golpeaban con la baqueta.

Ganarse las lentejas

Alude al plato de lentejas que cambió Jacob a Esaú para obtener el derecho de primogenitura de Isaac.

Se le ve el plumero

Los ejércitos de los siglos XVIII y XIX remataban su bicornio, tricornio o chacó con un vistoso plumero, distintivo de su cuerpo o regimiento por sus colores característicos. En batalla los mandos, situados en alguna altura, podían observar con sus catalejos el movimiento o posición de las tropas guiándose por los plumeros.

Los hidalgos de Ledesma, el candil seco y de lana la mecha

Se empleaba hace mucho tiempo para indicar la suma pobreza.

Noche peñarandera, vale más que semana entera

Se decía por las juergas que se corrían los arrieros los jueves, día de mercado, en Peñaranda, comiendo y bebiendo en gran cantidad, a diferencia de las otras noches que pasaban en el camino.

Calza como vistes y viste como calzas

Alude a que en el vestir hay que guardar armonía.

A quién madruga, Dios le ayuda

Este refrán tiene una segunda parte: «Si madruga con buen fin».

El quinto pino

El Paseo de Recoletos, en Madrid, está entre la Plaza de Cibeles y la de Colón. Había allí unas sillas, que había que pagar por sentarse, y más allá cinco pinos alineados. Era costumbre que los novios paseasen por allí, separados y con una acompañante que vigilaba que no hiciesen «manitas», la «carabina». Si esta era muy mayor se sentaba y daba permiso a los novios para que fuesen solos «hasta el quinto pino». La frase quedó para indicar el punto más lejano en ciudades y pueblos de España.

¡Silencio esos pollos!

A mediados del siglo XIX eran corrientes en Madrid las veladas de la buena sociedad en las casas de lustre y posición. En una ocasión los jóvenes estaban alzando mucho la voz, molestando a los ocupantes del salón de al lado. La frase la dijo un viejo marqués (no recuerdo su nombre) y desde entonces se designó a los jóvenes alborotadores como «pollos».

(Continuará…)

A Buenas horas, mangas verdes, Con la iglesia hemos topado o El que a buen árbol se arrima…

Por: Emiliano Jiménez

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