Jonatán Durán Sánchez. Historiador. Nacido en San Sebastián, de familia salmantina.
[dropcap]E[/dropcap]n noviembre de 1933, se celebran las segundas elecciones generales de la Segunda República Española. Los resultados otorgaron la mayoría de los escaños a grupos de la derecha, iniciándose el llamado Bienio Negro por los grupos de Izquierda de la República. Así, se conforma un gobierno del Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux, apoyado por la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA)
Un año más tarde, el partido de Gil Robles, le retira el apoyo parlamentario a los Radicales, exigiéndoles participación en el gobierno. Así, Niceto Alcalá-Zamora, presidente de la República, indica a Lerroux que debe aceptar la inclusión de tres diputados Cedistas en el Gobierno. Por su parte, el PSOE, que no creía posible que el partido Radical permitiese a la CEDA acceder al Gobierno, se había comprometido a que, si esto sucedía, convocarían una huelga insurreccional.
Así pues, ante la ausencia de nuevas elecciones y la acumulación de poder de Largo Caballero al asumir la presidencia también de UGT tras desalojar a Julián Besteiro de la misma por no apoyar este la vía insurreccional, se convoca desde la izquierda una huelga general a la vuelta de las vacaciones parlamentarias en Octubre de 1934.
El movimiento insurreccional es rápidamente reprimido salvo en Asturias y Cataluña. Lluís Companys declara el Estado Catalán dentro de una República Federal Española, lo que provocó el estado de guerra y la intervención del Ejército al mando del general Batet, arrestando a Companys y disolviendo la Generalitat de Catalunya.
Mientras, con el apoyo de la CNT se proclama en Oviedo la República Socialista Asturiana, donde la organización obrera y la beligerancia de los mineros hizo arraigar con más fuerza la insurrección, formándose a los pocos días el Ejército Rojo Asturiano e incluso planteándose una Marcha sobre Madrid.
Desde el Gobierno se toma a la huelga como a una Guerra Civil y al no fiarse Gil Robles del Estado Mayor del Ejército, se insta a los generales Franco y Goded que intervengan desde el Estado Mayor con las tropas de Regulares de Marruecos y la Legión. La intervención dejó un saldo de unos 1500 – 2000 muertos y la ciudad de Oviedo casi destruida.
Este hecho se ha considerado en varios casos como la primera batalla de la Guerra Civil, cosa que parece bastante exagerada. No obstante, se entiende que aumentó los odios y la polarización política entre revolucionarios y conservadores.
Esta polaridad se constató en las terceras Elecciones Generales de la Segunda República, en Febrero de 1936, a las que se presentaron en coalición, por un lado, las Izquierdas con el Frente Popular, formado por el PSOE de Indalecio Prieto, Izquierda Republicana de Manuel Azaña, PCE, Partido Sindicalista, POUM y Esquerra Republicana de Catalunya entre otros.
Y por otro lado, el bloque de las Derechas del Frente Nacional Contrarrevolucionario formado por la CEDA, Renovación Española, Comunión Tradicionalista Carlista, entre otros. Cabe destacar que a esta coalición de derechas no se sumaron ni PNV ni la Falange.
El resultado de las elecciones dio más del 60% de los escaños al Frente Popular (Frente de Izquierdas en Catalunya) pero la coalición de derechas no termino de aceptar del todo el resultado electoral, ni tampoco el programa del Frente Popular que pretendía amnistiar a los detenidos en la Revolución o Huelga de Octubre de 1933, reanudar los procesos de autonomía de las regiones y la continuación de la legislación del Primer Bienio de la República.
El problema de las derechas es que la CEDA, propuso más un Frente Contrarrevolucionario que un programa de Gobierno, aliándose en unas circunscripciones con fuerzas Antirrepublicanas (monárquicos, carlistas, etc.) y en otras con grupos de Centro-Derecha republicanos como Radicales, Demócratas-Liberales, etc. Por tanto, ante la incapacidad de la derecha de articular una propuesta alternativa a la de la izquierda, sumándose a la polaridad política que arrastraba el país desde unos años atrás, se desata una oleada huelguista y reivindicativa que desemboca en la confrontación de grupos falangistas y de la izquierda obrera provocando gran cantidad de muertos.
De todas formas, aunque el debate sigue abierto, la mayoría de historiadores coinciden en que no existió una Primavera Trágica ni un descontrol del Frente Popular, aunque si es cierto que hubo una agitación social constante en el campo y la ciudad sumada a la confrontación directa por causas políticas. Estos hechos serán utilizados por la derecha golpista posteriormente para justificar el alzamiento. Así como la otra gran justificación que utilizaron, de responder a una “inminente revolución bolchevique” la cual era totalmente inexistente.
De hecho, desde la consecución de las elecciones de febrero, se fraguó la sublevación militar, comenzando con la Sanjurjada, un intento de Golpe de Estado fallido liderado por el general Sanjurjo, que tras ser amnistiado, se exilió en Portugal donde continuó con el apoyo a los conspiradores. Por su parte el rey Alfonso XIII, exiliado en Italia, pidió apoyo militar y financiero a los fascistas de Mussolini, para restaurar la monarquía. Así pues, no es entendible que el alzamiento de Julio fuera producto de la inestabilidad y la confrontación surgida a raíz de las elecciones, sino como única alternativa de la derecha de desalojar a la izquierda del poder, una vez agotada la vía democrática.
Con el Golpe de Estado preparado y con la fecha para el mismo fijada entre el 10 y el 20 de Julio, el asesinato del teniente de la Guardia de Asalto José Castillo, vinculado a la izquierda y de las Juventudes socialistas, hizo que grupos de la Guardia de Asalto elaboraran listas de falangistas y miembros de la derecha a los que detener, por lo cual se detuvo y asesinó al monárquico José Calvo Sotelo, lo que aceleró el proceso del Alzamiento y además se utilizó también como justificación del mismo.