[dropcap]E[/dropcap]l pasado 4 de julio, en Barcelona, en el Palacio Macaya, de Caixa Fórum, junto con el Prof. Joan Grimalt, miembro del IDAEA-CSIC, Barcelona, y Premio Rey Jaime I de Medio Ambiente 2005: y con el Prof. José María Baldasano, Catedrático de la UPC; ex-director de Ciencias de la Tierra del BSC; Premio Rey Jaime I de Medio Ambiente 1997, estuve en un encuentro titulado “El Acuerdo de París y el Cambio Climático: situación, consecuencias y repercusiones”, que en el fondo fue una tri-reflexión sobre mi último libro, cuya portada me permito reproducirá aquí, en esta misma página, y que en autopublicidad estática, me permito recomendar que adquieran todos los lectores de lacronicadesalamanca.com.
La sesión en Barcelona, resultó ser toda una prospectiva de lo que se nos avecina por el calentamiento global y sus consecuencias en el clima. De modo que hoy y en los dos próximos jueves, daremos cuenta de todo lo que allí traté, empezando con una justificación del propio título del libro citado.
Apocalipsis y San Juan
El Apocalipsis se debe a San Juan, el Apóstol más querido de Jesús: es el último libro de la Biblia y el único profético del Nuevo Testamento. La traducción correcta de su título es Revelación, como se hace casi siempre en las versiones publicadas en inglés. Pero en los otros idiomas, generalmente se mantiene la voz griega helénica, con un sentido de profecía de grandes acontecimientos nunca venturosos.
He elegido esa palabra para el último de mis libros: Frente al apocalipsis del clima. La lucha contra el calentamiento global. De Río-92 a París-2015 (Profit Editorial, Barcelona, 2016), situando en su primera página una cita del propio San Juan:
Bienaventurado el que lee, y los que escuchan las palabras de esta profecía, y los que observan las cosas en ella escritas, pues el tiempo está próximo. (1.3)
Ved lo que viene en las nubes del cielo… y se lamentarán todas las tribus de la tierra. (1.7)
Apocalipsis fue escrito por Juan en sus últimos tiempos, en la Isla de Patmos, adonde había sido desterrado por dar testimonio de Jesús. Y a propósito de la obra, el teólogo español J.M. González Ruiz venía a decir que el Apocalipsis era un manifiesto críptico contra el Imperio Romano. Pero el juicio general le da un enfoque más amplio: anuncio de grandes cataclismos, por los muchos pecados de la humanidad, que al final se evitarán por el triunfo de la gran batalla de Armagedón. Y precisamente lo que ahora se dice sobre calentamiento global y cambio climático es lo más parecido a esa profecía: el anuncio de algo muy destructor que podría suceder a menos que se frene el cambio climático.
El anuncio, o si se quiere, la profecía sobre el clima, tuvo su arranque en estudios de Svante Arrehnius, a finales del siglo XIX, en Suecia, con apreciaciones científicas sobre la elevación de la temperatura del planeta. Mucho después, Charles Keeling en la década de 1950, inició las primeras mediciones sistemáticas del CO2 en la atmósfera, lo que permitió apreciar la gravedad del tema. Y fue Wallace Broecker el que en 1975 habló ya de calentamiento global como impulsor antrópico de las grandes mutaciones del clima. Para luego reforzarse todas esas investigaciones por el Panel Internacional sobre Cambio Climático (IPCC), foro mundial de predicciones; con sus cuatro sucesivos informes, el último de ellos el de 2014. En el que se considera ya definitivamente probado que se trata de un fenómeno antropogénico: la profecía de los males que vienen, tienen su base en el comportamiento de la propia humanidad.
La Convención de 1992 y después
Del tema del calentamiento global y el cambio climático se tomó definitiva conciencia universal en 1992, con la Convención Marco sobre Cambio Climático de las Naciones Unidas (Cumbre de la Tierra, Río-92), de la que en 1997 se derivó el Protocolo de Kioto: primer propósito de mitigación -recorte de emisiones de gases de efecto invernadero, GEI- y necesaria adaptación al cambio, con toda clase de decisiones para compensar sus ataques.
Pero el Protocolo de Kioto no resultó suficiente, porque su estricto cumplimiento sólo se hizo efectivo por los países de la UE y pocos más. De modo que las dos naciones más contaminantes de la Tierra, EE.UU. y China, no lo aplicaron, por lo cual ese instrumento internacional apenas cubrió el 20 por 100 del volumen emisiones de GEI al entrar en vigor en 2005.
Posteriormente, en la conferencia del Clima de Copenhague, 2009, se intentó llegar a un acuerdo verdaderamente global, que a la postre acabó en completo fiasco; también por falta de entendimiento de las dos superpotencias; con el argumento de China de que los países industriales eran los responsables del mal estado de cosas de la atmósfera, y que China por fuerza había de industrializarse; subrayando que su emisión de GEI per cápita y año era muy inferior a la de EE.UU.
Dejamos el tema, por ahora, ya en la senda hacia el verano profundo, hasta el próximo jueves; en que analizaremos el Acuerdo de París.
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