[dropcap]H[/dropcap]oy seguimos analizando el Acuerdo de París, y proponemos una serie de conclusiones, incluso operativas de cara al futuro.
El Acuerdo, caja de herramientas
Los seis grupos de importantes decisiones adoptadas en la COP-21 en 2015, y los 27 artículos que integran el Acuerdo de París, componen un todo complejo para la acción en el gran tema del cambio climático: de modo que lo que suceda en el futuro en nuestra atmósfera por la acción antrópica, no está ni mucho menos predeterminado, sino que dependerá de lo que se haga desde la Secretaría del Convenio Marco y del Acuerdo de París (amén del Protocolo de Kioto), que son una sola autoridad, con todos los nuevos resortes disponibles. Desde ese enfoque, con una visión optimista y alentadora, cabe decir que el Acuerdo de París, contiene una verdadera caja de herramientas para trabajar en relación con los temas pendientes desde ahora a 2050; a fin de ir a una sociedad baja en carbono.
[pull_quote_left]En un planeta Tierra así, en la senda autodestructora con un trasfondo nuclear, las Naciones Unidas perderían prestigio y los temas del calentamiento global y el cambio climático pasarían a segundo o tercer plano[/pull_quote_left]Esa caja de herramientas son, ante todo, las revisiones periódicas que se prevén en el Acuerdo, que podrían ser buena ocasión para forzar nuevos objetivos más ambiciosos en la doble senda de la mitigación y la adaptación. Como también están los informes de síntesis que ha de hacer la Secretaría con sus órganos anejos, que marcarán la pauta de si las acciones en curso contra el calentamiento son suficientes o hay que reforzarlas. Además, la COP, desde su periodo de sesiones número 22 en Marrakech, en noviembre/diciembre de 2016, contará con un conjunto de organismos de cuya calidad de funcionamiento también va a depender lo que pase en el escenario del clima: inventarios de compromisos, vigilancia de su cumplimiento, Fondo Verde de recursos financieros, mecanismo especial referente a los bosques, y todos los demás instrumentos.
Por eso, lo que en realidad suceda a partir de París 2020 va a depender en gran medida de lo que haga su Secretaría, en estos momentos ya en manos de la Sra. Patricia Espinosa. Y se incluirá también la inspiración global del IPCC; que con toda seguridad, con otras entidades de estudios y previsiones, mostrará una realidad evolutiva de nuestro planeta, que con toda seguridad exigirá de un redoblado esfuerzo de acción, al objeto de afrontar la situación de lo que será un problema cada vez más grave.
También es importante constatar algunos factores de gran apoyo a la causa. El primero que todos, que ya se muestran favorables a participar en el esfuerzo 193 países de la Tierra, en el sentido de que los ricos deben ayudar a los más pobres, para satisfacer los objetivos de descarbonización de la sociedad en que vivimos; aunque en el conflictivo marco ya apreciable de la llamada diferenciación, de que los esfuerzos deben hacerlo los más desarrollados.
A todo lo anterior debe agregarse que las ONGs ecologistas van a presionar cada vez más, en función de las averiguaciones del IPCC y de otros organismos científicos que monitorizarán con precisión creciente el calentamiento global. Sin olvidar las entidades (fondos de inversión, incluso soberanos de países petroleros, como Noruega) que ya recomiendan no invertir en procesos productivos que se abastezcan de combustibles fósiles.
Finalmente, y acaso sea lo más importante del Acuerdo de París: en lo que respecta a las expectativas de su más efectiva aplicación, se contará con una nueva mentalidad de gran número de empresas dinámicas; que ya están claramente en la aproximación al objetivo de cero combustibles fósiles para fin de siglo: los ingentes recursos energéticos de esa clase deberán quedarse bajo tierra para siempre, o serán materia prima para la petroquímica, pero no para quemar.
Así las cosas, lo que vaya a suceder en el futuro dependerá de la imaginación y capacidad de liderazgo de la referida Secretaría de la Convención y del Acuerdo y de los apoyos que ésta vaya a recibir, incluso con el del Papa Francisco, con su primera encíclica, tan ecológica: Alabado Seas.
A modo de conclusiones: evitar el apocalipsis…
A lo largo de este ensayo, surgido de mi libro Frente al apocalipsis del clima. La lucha contra el calentamiento global. De Río-92 a París-2015 (ya se dijo, Profit Editorial, Barcelona), creo que se aprecian y calibran las más diversas cuestiones relacionadas con el calentamiento global y el cambio climático. Así como el modo evolutivo en que esos temas han ido tratándose por la comunidad internacional, hasta el punto de que cabe pensar sobre –si como dijo Cervantes refiriéndose al episodio histórico más importante de su vida—, estamos “ante la mayor ocasión que vieron los siglos y que verán los venideros”.
A ese respecto, en París hubo un consenso para llegar al Acuerdo, al pacto por la preservación de equilibrios fundamentales en el planeta Tierra; todo un covenant que contribuirá, en el más alto grado, a apreciar que vivimos en un solo mundo, y que no hay un plan B para superar las dificultades actuales.
Sensu contrario para apreciar debidamente el significado del Acuerdo de París, podríamos imaginar lo que sería el planeta Tierra de aquí a cincuenta años, ya con una población que podría estar rondando los 10.000 millones de terrícolas, si triunfará el poderoso frente ruso-saudí y de los demás petroleros de la OPEP; amén de los republicanos de EE.UU., con su discurso de aquí no pasa nada y business as usual.
En vez de ir a un mundo mejor como el propuesto más arriba, podríamos derivarse a otro mucho peor. Como ya pasó, en la transición 1995-2015, con el Protocolo de Kioto; que iba a ser la solución, y que se convirtió en un ejercicio casi inútil por las causas ya enunciadas.
Eso puede suceder otra vez, sobre todo si al final China y EE.UU. no se entienden: desde Pekín en pos del sueño chino despótico del Presidente Xi Jinping, y en Washington DC con un posible presidente Donald Trump, dispuesto a “hacer a América más grande otra vez”. En una situación así, otros factores vendrían a marcar una senda peor para el mundo:
- El armamentismo al alza, por las pretensiones hegemónicas China-USA, y también por la aspiración nostálgica de Rusia de recuperar protagonismo;
- La desigualdad entre los diversos estratos de renta, como incentivador de los conflictos sociales. Y para reprimirlos con autoritarismo emergente frente a la posible armonía mundial.
En un planeta Tierra así, en la senda autodestructora con un trasfondo nuclear, las Naciones Unidas perderían prestigio y los temas del calentamiento global y el cambio climático pasarían a segundo o tercer plano; lejos de la urgencia y prioridad que requieren.
Lo anterior es la profecía apocalíptica, desde luego. Pero quede al final de este ensayo la esperanza de que el Acuerdo de París que marca la mejor hoja de ruta con su caja de herramientas para un mundo mejor. Poner el énfasis en esas ideas, creo que es lo más razonable que podemos hacer.
Terminamos aquí, de momento, el análisis del Acuerdo de París, al que, ineludiblemente, habremos de volver porque el cambio climático apenas ha empezado. Lo que nos espera va a ser sorprendente y muy grave. Antiguamente se decía “que Dios nos coja confesados”. Ahora cabe decir: hay que reconducir las tendencias.
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