La Sala Cielo acoge la exposición “…en un suspiro…”

Úrsula Martín (izda), Yolanda Herranz y Josefina Cuesta.

La Sala Cielo de Salamanca del Patio de Escuelas Menores acoge la exposición “…en un suspiro…” de la artista Yolanda Herranz, una muestra de arte contemporáneo que recoge piezas que simbolizan la existencia, el género femenino, el tiempo, la identidad y la igualdad de una forma muy estudiada, simbólica y poética. Estará abierta al público durante los meses de septiembre y octubre.

 

Yolanda Herranz, catedrática de Escultura, se formó en la Universidad de Salamanca, aunque actualmente es profesora en la Universidad de Vigo, y su trabajo goza de gran calidad y reconocimiento. “Trabajo con dos cuestiones fundamentales en esta exposición, uno es los conceptos vinculados con la existencia y otro es con el tiempo”, manifestó la artista, explicando que el título de la misma, “…en un suspiro…”, hace alusión a una fracción de tiempo, “ese instante en el que todo cambia”.

“Hemos pensado en el tiempo como una metáfora de este trabajo”, ha explicado la comisaria de la exposición, Úrsula Martín, “nos hemos basado en Alicia en el País de las Maravillas y en esa madriguera donde se escondía el conejo y que atravesaba la propia Alicia para cambiar de un mundo a otro”. Tal y como explicaba la comisaria, una silla, situada al fondo de la sala, sería esa madriguera. Frente a la silla aparece una imagen de la artista con los ojos cerrados “que parece que mira más allá, hacia otro tiempo que podemos atravesar como espectadores”.

Palmas

La muestra está compuesta por pequeños marcos que sostienen un conjunto de imágenes que forman “una especie de lazo”, según la artista, con palmas de las manos de mujeres “que tienen las líneas de la vida y la M de la muerte” y representan la dualidad de la existencia. En sus palmas, las mujeres llevan sus nombres escritos con sangre, todos ellos empiezan por la letra A, como la A que llevaban tatuadas las mujeres adúlteras.

“Trabajo desde hace años con un material central: la palabra”, explica Yolanda Herranz, y es que en el centro de la sala, en el suelo, se disponen letras blancas formando un rectángulo. Sin embargo, estas palabras no construyen frases, sino nexos, que hacen que el espectador se vincule con la pieza y se proyecte en ella. Otras dos piezas simbólicas, que se encuentran en la pared, son dos trenzas de pelo que simbolizan la juventud, y, por último, una obra titulada “Las manos de la artista”.

Texto y foto: Paula Castro Morán

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