Pasaban cinco minutos de las once –hora prevista para el inicio del concierto–, y la musa de la movida madrileña conquistó a un público entregado que vibró con todas y cada una de las canciones interpretadas por Alaska, las de ayer y las de hoy
Lleva casi 40 años sobre el escenario y por eso es su hábitat natural. Alaska sabe como encandilar al público. Tiene tablas y se nota. Sabe que sus canciones las han bailado muchas generaciones y que en la Plaza Mayor se encontraban padres e hijos, todos admirando, bailando y gritando las canciones de una mujer que es un huracán en directo.
Hizo un guiño a los ochenta con ‘Mi novio es un zombi’ y ‘Cómo pudiste hacerme esto a mí’, para entrar de lleno con las canciones de su último trabajo y para volver con ‘Quiero ser santa, quiero ser beata’. Vamos que lo bordó.
Energíca, simpática, burlona y burlesca. Todo ello es esta mujer que ha hecho un pacto con el infierno, ese que menciona en todos sus trabajos, para saber cómo llegar al público de todas las edades.