[dropcap]H[/dropcap]emos querido fijarnos en tres personas de letras y universales, Miguel de Unamuno y Jugo, Koldo Mitxelena Kulturunea y Gonzalo Torrente Ballester, que dejaron, porque los tres han muerto ya, su impronta aquí, aprovechando que hoy paisanos suyos -gallegos y vascos- están de jornada electoral.
Hay más, muchos más. Sólo hay que repasar el número de matriculados de estas comunidades para saber, sobre todo hace unas décadas, que gallegos y vascos fueron muy significativos en nuestra ciudad.
Empecemos por el más longevo y el más universal. Miguel de Unamuno. Bilbaíno, pero ciudadano del mundo y aquí, en el cementerio de San Carlos Borromeo, reposan sus restos.
De Unamuno se sabe mucho. Filósofo, escritor, político, profesor de griego y rector en tres ocasiones de la Universidad de Salamanca. Suyas son frases que han pasado a la cultura popular como: Venceréis, pero no convenceréis; Besos que vienen riendo, luego llorando se van, y en ellos se va la vida, que nunca más volverá; A veces el silencio es la peor mentira; Todo acto de bondad es una demostración de poderío; Sólo el que sabe es libre y más libre el que más sabe. No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas o Salamanca di que he sido .
Unamuno llegó a Salamanca y se notó su presencia porque participó activamente en la vida cultural y era habitual verlo en la terraza del Novelty, entonces un café literario. Ese ir al Novelty lo tuvo por costumbre hasta el años 36, cuando estalló la Guerra Civil, y sufrió el arresto domiciliario hasta que el 31 de diciembre de 1936, día en el que murió. De la Plaza Mayor, esa que tantas veces vio, decía que era un cuadrilátero. Irregular, pero asombrosamente armónico.
Pero antes, en 1900 fue nombrado, con 36 años, rector de la Universidad de Salamanca por primera vez, hasta 1914, en el que lo destituyen, luego vendrían dos veces más como máxima cabeza de la Universidad. En 1920, lo eligen decano de la Facultad de Filosofía y Letras. Un año más tarde, es elegido vicerrector, pero es destituido y lo destierran a Fuerteventura debido a sus ataques constantes al rey Alfonso XIII. Después de este episodio decide irse fuera de España hasta 1930. Vuelve a Salamanca y es recibido como honores de ídolo.
Miguel de Unamuno amó a Salamanca, tanto que fue concejal en el Ayuntamiento de Salamanca por la conjunción republicano-socialista en las elecciones del 12 de abril de 1931, resultando elegido. Restablecida la República, Unamuno vuelve a ocupar el cargo de rector. Y sigue con su faceta política y es elegido diputado nacional. En 1934 se jubila como docente y es nombrado Rector Vitalicio.
En su amada Universidad protagonizó su última aparición multitudinaria. Fue el 12 de octubre de 1936, en el Paraninfo de la Universidad, durante el acto de apertura del curso académico que coincidía con la celebración de la Fiesta de la Raza. Unamuno preside la ceremonia como rector. Hubo cuatro discursos ese día. Los de José María Ramos Loscertales, Vicente Beltrán de Heredia y Ruiz de Alegría, Francisco Maldonado de Guevara y José María Pemán.
Los dos primeros oradores hablaron del imperio español, pero el tercero, Francisco Maldonado atacó a Cataluña y el País Vasco calificándolos de ‘anti-España’, entre otras lindezas. El último en hablar fue José María Pemán que concluyó su discurso intentando enardecer a sus oyentes: «Muchachos de España, hagamos cada uno en cada pecho un Alcázar de Toledo».
El general Millán-Astray también presente en el Paraninfo quiere su minuto de gloria y responde con los gritos con que habitualmente se excitaba al pueblo: «¡España!»; «¡una!», responden los asistentes. «¡España!», vuelve a exclamar Millán-Astray; «¡grande!», replica el auditorio. «¡España!», finaliza el general; «¡libre!», concluyen los congregados.
Ante esto, un hombre culto, entregado y muy español como era Unamuno se pone en pie, recordar que tenía ya 72 años, y comenzó a decir, según el testimonio de Luis Gabriel Portillo: «Estáis esperando mis palabras. Me conocéis bien, y sabéis que soy incapaz de permanecer en silencio. A veces, quedarse callado equivale a mentir, porque el silencio puede ser interpretado como aquiescencia. Quiero hacer algunos comentarios al discurso — por llamarlo de algún modo — del profesor Maldonado, que se encuentra entre nosotros. Se ha hablado aquí de guerra internacional en defensa de la civilización cristiana; yo mismo lo hice otras veces. Pero no, la nuestra es sólo una guerra incivil. Vencer no es convencer, y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión. Dejaré de lado la ofensa personal que supone su repentina explosión contra vascos y catalanes llamándolos anti-España; pues bien, con la misma razón pueden ellos decir lo mismo. El señor obispo lo quiera o no lo quiera, es catalán, nacido en Barcelona, y aquí está para enseñar la doctrina cristiana que no queréis conocer. Yo mismo, como sabéis, nací en Bilbao y llevo toda mi vida enseñando la lengua española, que no sabéis…».
El académico que escribió la gramática vasca
El segundo personaje que dejó su impronta en la ciudad fue Koldo Mitxelena Kulturunea que tiene en común con Unamuno, que ambos son vascos, aunque Mitxelena es guipuzcoano, profesores de la Universidad y los dos encarcelados.
Mitxelena nació en Renteria y murió en San Sebastián en 1987. Precisamente en la capital guipuzcuana, una biblioteca al lado de la Catadral de San Sebastián El Buen Pastor lleva su nombre. Es una de las máximas autoridades en los estudios sobre la lengua vasca y fue uno de los artífices de la unificación de este idioma.
Pero, centrémonos en su paso por Salamanca. En 1958 ocupó la cátedra Larramendi de Lengua y Literatura vascas en la Universidad de Salamanca que fue la primera de esta lengua en una universidad española y en 1959 logró el doctorado en filosofía y letras, disciplina cuyo estudio comenzó en prisión, porque Mitxelena estuvo en varias ocasiones en la cárcel.
La primera de sus estancias en prisión fue en 1937, cuando fue acusado de rebelión militar y condenado a muerte. Mitxelena realizó toda la campaña vasca de la guerra, desde septiembre de 1936 hasta agosto de 1937. Tras diversas vicisitudes bélicas, fue hecho prisionero en Santoña y recluido en el penal de El Dueso y posteriormente en julio de 1938 al penal de Burgos. Estando en Burgos acabó la guerra con victoria del bando nacional. Unos meses más tarde, en septiembre de 1939 su pena de muerte fue conmutada por la de 30 años de reclusión mayor.
No todo fue malo en su estancia en el penal burgalés. En Burgos conoció a numerosos intelectuales que llevaron a cabo una intensa actividad cultural. Según sus propias palabras: «Había que ocuparse en algo para que el tiempo transcurriera más fácilmente». Se hizo amigo de un equipo de estudios dedicado a las lenguas clásicas entre los que estaban Francisco Jordá Cerdá y Aguado, catedrático de latín, un hombre que será crucial para afincar a Mitxelena en Salamanca. De esa manera comenzó el estudio de las lenguas clásicas.
Es precisamente en la cárcel de Burgos, merced al conocimiento y amistad con intelectuales y universitarios presos, donde Koldo Mitxelena es convencido por Francisco Jordá Cerdá, luego catedrático de Arqueología de la Universidad de Salamanca, para que inicie estudios universitarios.
Los intensos avatares de su vida no se lo permitirán hasta 1948. Dos libros lo marcan profundamente en este periodo: El Manual de gramática histórica española de Ramón Menéndez Pidal y La Historia de España de Pedro Aguado Bleye. Mitxelena comenzó a desarrollar la idea de que los conceptos expuestos en la Gramática histórica del castellano se podían aplicar también de una u otra manera al euskera.
El 13 de enero de 1943 es puesto en libertad vigilada después de casi cinco años y medio en prisión.
Este paso por el penal de Burgos le cambia la vida a Mitxelena, ya que se imbuye de la cultura y su grupo de amigos forma parte de la comunidad universitaria y científica. Para acceder a las mismas procuró conseguir la cancelación de los antecedentes penales que le impedían el acceso a ambas, objetivo para el que nuevamente los amigos y científicos admiradores de Koldo Mitxelena fueron fundamentales.
Hay un hombre clave para que Mitxelena y la Univesidad estén unidos. Es Francisco Jordá Cerdá, luego catedrático de Arqueología de la Universidad de Salamanca y el que hizo todo lo posible porque diera clase en las aulas salmantinas.
Este hecho se produjo en 1958, año en el que ocupó la cátedra Larramendi de Lengua y Literatura vascas en la Universidad que fue la primera de esta lengua en una universidad española y en 1959 logró el doctorado en filosofía y letras. La vida y la docencia en Salamanca representaron un periodo feliz para él y su familia.
Simultáneamente a su paso definitivo por Salamanca, la Real Academia de la Lengua Vasca le encomendó la ardua tarea de sentar los criterios de unificación del euskera. Sus posiciones partieron de las razones biológicas y sociolingüísticas, edificando el euskera batúa sobre la base común de los dialectos más utilizados.
El gallego más salmantino
Y cambiamos de comunidad. Gonzalo Torrente Ballester nos lleva derechitos a Galicia. Tiene en común con los dos vascos su amor por los libros y su trabajo como docente en Salamanca, él como catedrático de instituto, en el Torres Villarroel. Con Unamuno comparte otra una pasión más mundana: El Novelty.
Torrente Ballester es uno de los grandes escritores del siglo XX. Llegó a Salamanca en 1974 y aquí estuvo durante 25 años. En ese cuarto de siglo, al igual que ocurrió con Unamuno, congregó a su alrededor la vida cultural de la ciudad universitaria, y era habitual verle en el Novelty, donde ahora existe, en su memoria, una estatua, realizada por su amigo el escultor Fernando Mayoral. En 1984 fue nombrado Hijo Adoptivo de Salamanca. Tres años después, en 1987 fue nombrado Doctor Honoris Causa por la Universidad de Salamanca y una biblioteca de la ciudad lleva su nombre.
Durante sus años en Salamanca publicó su ensayo El Quijote como juego, Nuevos cuadernos de La Romana, Fragmentos de Apocalipsis, Las sombras recobradas, La isla de los Jacintos Cortados, por el que recibió el Premio Nacional de Literatura, Los cuadernos de un vate vago, Quijote como juego y otros trabajos críticos, La rosa de los vientos, Cotufas en el golfo, Yo no soy yo, evidentemente, Filomeno, a mi pesar, por el que fue galardonado con el Premio Planeta, Crónica del rey pasmado,Las islas extraordinarias, La muerte del decano, El Hostal de los Dioses amables, La novela de Pepe Ansúrez, premio Azorín, La boda de Chon Recalde, Los años indecisos y su último libro, Doménica.
Además, es el autor de Los Gozos y las sombras, serie que protagonizó y encumbró a la fama a una salmantina: Charo López.
1 comentario en «Dos vascos y un gallego que dejaron huella en Salamanca»
Definición de «salmantino»:
Salmantino es quien nace en Salamanca, vive o ha vivido…o simplemente nos lleva en su corazón.
De aquí han salido muchas «visiones» universales, verdadero espíritu de la Universidad…ese es el valor de Salamanca.
«Salamanca, di tú que he sido»…y muchas veces los salmantinos olvidamos o no reconocemos a personas con valía universal…por eso, me encanta la Salamanca universal y me desencanta la castellana y rural…la de las pequeñas envidias…la ciudad dorsal…en la que todos se dan la espalda.