Investigadores del grupo de Neurobiología Molecular, dirigido por Ángeles Almeida, del IBSAL y del IBFG (Universidad de Salamanca y CSIC) descubren que nuestra información genética determina la mejor o peor recuperación cerebral tras padecer un ictus.
La hemorragia intracerebral se produce cuando se rompe un vaso sanguíneo en el cerebro de forma espontánea no traumática. Este tipo de ictus es el que mayor tasa de mortalidad tiene ya que el 50% de las personas que lo sufren no sobrevive al primer mes y aquellos que sobreviven tienen un elevado riesgo de padecer secuelas y presentar distintos grados de discapacidad, de ellos sólo un 20% serán funcionalmente independientes a los 6 meses.
En la actualidad, no existe un tratamiento médico específico y las soluciones existentes sólo son efectivas en un pequeño porcentaje de casos a lo que hay que añadir el elevado gasto sociosanitario. Además, el pronóstico tras una hemorragia intracerebral es bastante impredecible, ya que dos personas con un mismo daño pueden evolucionar de forma muy diferente. En este estudio se demuestra que la recuperación en estos pacientes viene determinada por su genética.
Mediante el estudio de una mutación puntual en el ADN que está presente en un elevado porcentaje de la población, los investigadores del grupo de la doctora Ángeles Almeida han comprobado que las dos variantes de la proteína, p53-Arginina o p53-Prolina, determinan el pronóstico funcional tras un ictus.
Las proteínas
Por un lado, la variante p53-Arginina está asociada a un mal pronóstico y es más efectiva a la hora de inducir la muerte neuronal por apoptosis tras un daño isquémico. Este hecho, previamente demostrado mediante estudios in vitro en el grupo de investigación, lo han constatado ahora en un modelo experimental de hemorragia intracerebral in vivo. El empleo de animales que portan la variante humanizada del gen les ha permitido ver que, además de las neuronas, las células endoteliales del cerebro también son más susceptibles al proceso hemorrágico.
Por otro lado, han descrito por primera vez la asociación entre la variante p53-Prolina y una mejor capacidad para reparar el daño vascular que se produce en el cerebro tras un ictus; lo que implica una mejor recuperación funcional de los pacientes. El mecanismo descrito implica la participación de progenitores endoteliales que migran desde la médula ósea hasta la zona afectada del cerebro, regenerando el tejido dañado en individuos con p53-Prolina. Todo ello estaría encaminado a promover la reparación cerebral, mejorando así el pronóstico funcional de los pacientes tras sufrir la hemorragia intracerebral.