[dropcap]J[/dropcap]ustamente cuando escribo estas líneas, comienza la jornada electoral en EE.UU., quizá la más importante de medio siglo, por el enfrentamiento de dos candidatos, que no parecen precisamente los mejores para encabezar un país que está en horas muy bajas. Es el resultado de una larga crisis que empezó precisamente con las hipotecas subprime, con planteamientos altamente especulativos, por la banca y los inmobiliarios, que llevaron a la ruptura de la doble burbuja financiera y de la construcción.
EE.UU. tiene, actualmente, un crecimiento del PIB comparativamente bajo con otros tiempos, por mucho que haya descendido el desempleo, que llegó al 9,5 por 100 de la población activa en 2009. El paro se sitúa en poco más del 4 por 100 de la población activa, prácticamente al nivel de la NAIRU (non-inflationary rate of unemployment, según el concepto de Milton Friedman), pero el estancamiento de los salarios, no es el mejor indicio de un crecimiento sano y potente de cara al futuro.
La recuperación económica de la crisis que se inició en 2008, no sólo está siendo la más lenta desde los tiempos de la Gran Depresión, sino también la más compleja. A un ritmo de expansión del 2,4 por 100 en 2015, que la Fed ha ido rebajando para 2016 al 1,8; con la previsión de un magro 2 por 100 para los próximos ejercicios.
En cuanto a la productividad, sólo creció, desde 2012, a medio punto anual: un frenazo que los economistas no aciertan a explicar por comparación con los impresionantes casos del iPhone, o del buscador Google, o los drones o los automóviles autoconducidos, etc.
Cuestión principal es cómo reactivar la economía sin mantener indefinidamente el protagonismo de la Reserva Federal (la Fed), con sus facilidades cuantitativas de crédito: Quantitave Easing, humorísticamente conocido como QE, Queen Elisabeth I, o II según los momentos de su aplicación, para la compra masiva por la Fed de bonos del Tesoro, de entidades financieras, y de grandes corporaciones industriales o comerciales, a muy bajos tipos de interés.
Esa política de QE, recuerda la idea keynesiana de cebar la bomba de los tiempos del New Deal de Roosevelt, introducida por el anterior Presidente de la Fed, Ben Bernanke, en los tiempos peores de la crisis (2008/2013). Y precisamente, estimando, de manera un tanto ingenua que ésta se ha superado, la nueva cabeza pensante del Sistema de la Reserva Federal, Janet Yellen, quiere volver al negocio bancario tradicional, a tipos de interés más altos, por entender que es lo más apropiado para la mejor asignación de recursos.
Pero ese abandono definitivo de la QE, para retornar a una situación normal, tal vez debería esperar, sin adoptar decisiones prematuras; como la que hubo a principios de 2015, con la primera subida de tipos de la Fed en siete años. Al respecto, el célebre columnista del Financial Times, Martin Wolf, calificó tal paso de autentica “metedura de pata”. Al entender que, por razones psicológicas, más que otra cosa, los países emergentes, muy endeudados en dólares, recibieron el acuerdo de la Fed totalmente consternados.
Sin embargo, la Sra. Yellen sigue en sus trece, si bien es cierto que sus apetencias se han demorado en la última reunión de open market de la Fed hasta que haya pasado un tiempo de la nueva presidencia que estaba por llegar, precisamente el pasado martes día 8 de noviembre.
[pull_quote_left]La recuperación económica de la crisis que se inició en 2008, no sólo está siendo la más lenta desde los tiempos de la Gran Depresión, sino también la más compleja.[/pull_quote_left]Por lo demás, cada vez está más claro que EE.UU. ha perdido su capacidad de indiscutido liderazgo a escala mundial. Lo cual no significa que China –que en 2015 alcanzó a EE.UU. en PIB, en términos de paridad del poder adquisitivo—, esté preparada para asumir ese papel que la Unión norteamericana tuvo durante tanto tiempo (desde 1945, de hecho). Aparte de que por una serie de razones, nadie ve posible una hegemonía mundial de la República Popular, sino más bien, que las cosas vayan en una senda de un nuevo orden mundial multipolar; aunque sea con el G-2 de hecho de China y EE.UU., indispensable para cualquier acuerdo mundial.
EE.UU. sigue a la cabeza de la economía internacional en los temas digitales, la inteligencia artificial, y casi todos los demás avances tecnológicos, aunque China vaya pisándole los talones con sus esfuerzos en ese sentido. Pero está claro que el progreso económico viene de los sectores más avanzados, como las redes sociales, la nube de la acumulación de los ordenadores, los servidores y la logística, etc.[3]. Eso hace que en el top ten de la bolsa de Wall Street, los veteranos como Exxon-Mobil, Berkshire Hathaway, se vean sustituidos por Apple, Google, Microsoft, Facebook y Amazon.
Lo que hay que preguntarse ahora es si la presidencia electa el día 8 de noviembre va a ser capaz de afrontar tantos retos a la vez, en la idea, cada vez menos consistente, de un nuevo siglo americano.
Seguiremos con estos temas, que son los cruciales.
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