El Atlético de Madrid se deshizo sin dificultad del Guijuelo en el partido de ida de los dieciseisavos de la Copa del Rey (0-6) en un choque tan desigual como previsible.
Un mondo separa a ambos equipos en lo deportivo y en lo económico, por lo que solo cabía esperar que un exceso de ilusión y entusiasmo por parte de los chacineros acortara las distancias.
El Atleti, que salió con los suplentes y un futbolista del filial, casi se contagió del ritmo del Guijuelo, y el partido transcurría sin sobresaltos ni chispa.
Eso lo único a lo que podía aferrarse el Guijuelo, porque la ilusión y el entusiasmo no llegaban a sus piernas. O no con la intensidad que requería el momento.
El caso es que eso permitió al Guijuelo llegar indemne al minuto 28 cuando Héctor arrasó a Correa dentro del área y Saúl abrió la lata.
A partir de ahí los suplentes del Atleti, que están varios peldaños por debajo de los titulares habituales, se soltaron los nervios y sin hacer un gran derroche embotellaron al Guijuelo, que empezó a notar el peso de la trascendencia del rival. Kike Royo llegó a salvar tres goles cantados, pero su gesta no alcanzó para tapar todas las vías de agua.
Y empezaron a caer los goles uno detrás de otro. El primero tardó casi media hora y media hora más tarde el marcador registraba ya un 0-5 que ponía la normalidad en un choque tan desequilibrado.
Saúl de penalti, Vrsaljko de volea, Carrasco en dos ocasiones y Correa dejaron el partido y la eliminatoria sentenciada cuando el Guijuelo aún no había tirado a puerta ni una sola vez. Roberto cerró la cuenta en el 84.
Los chacineros dieron la cara hasta donde pudieron, y el Atleti cumplió su misión ante un Helmántico que ofrecía un aspecto espléndido y una afición poco implicada con los locales que cuando asumió lo que ocurría en el terreno de juego también se soltó y por fin interpretó aquello como lo que era y empezó a hacer la ola, dar palmas y corear al Guijuelo, a quien nadie le puede arrebatar ya el partido de su vida.