[dropcap]H[/dropcap]ace aproximadamente 120 años, un melancólico individuo afincado en la Polinesia, armado con pinceles y óleo, decidió representar en un lienzo esas tres grandes incertidumbres propias del humano que, a buen seguro, también te han visitado en alguna ocasión. ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿Adónde vamos? Dicen que su intención era convertir ese cuadro en su obra cumbre. Cuestiones metafísicas, sí, pero para él, para ti y para mí, no tienen porqué serlo para el lugareño que, según parece, se las lanzaba sin más ambición que conocer quién era, de donde venía y a donde se dirigía el desconocido que tenía delante. El debió preguntar o vai ´oe? nohea roa mai ´oe? te haere ´oe hea? Así se las gastan por allí.
Para crear algo así, Paul, protagonista invitado de hoy, debió invertir un buen tiempo jugando con ideas de los ayeres, el hoy y los mañanas. Predecible, si quieres, para un inquieto europeo que se muda al volcánico y tropical Tahití, lugar con un relieve nada familiar en teoría. La historia no es liviana. La decisión de hacer de D’où venons nous? Que sommes nous? Où allons nous? (Museo de Bellas Artes de Boston) su postdata, estaba cosida a la sólida intención de quitarse la vida una vez lo hubiera finalizado. No tuvo éxito. Siguió haciendo cosas.
Al secundario, por el contrario, ese humilde tahitiano de hace 120 años aproximadamente, quizá las disquisiciones de su vecino francés no le restaron nunca ni medio segundo de vida, probablemente le ocuparía más el taro, el boniato, la copra, el Monoï, el algodón, las vacas de la meseta del Taravao, la novedosa vainilla, las redes, los peces y… Las cosas de la tierra. Lo tangible. Lo que daba sentido a su caminar. Con sencilla tranquilidad. La que quizá Gauguin no podía siquiera imaginar dada su ajetreada existencia.
Una, dola, tele, catola… La extraña pareja. Sobre el papel, incertidumbres y tranquilidades solo podrían convivir en concubinato concupiscente ya que por el altar no pueden pasar. No casan bien. Una persecución a perpetuidad del timbre de lo trascendente puede ser angustiosa. Un exceso de “solo me cuestiono lo que se mueve delante de mis ojos” puede ser letalmente monótono, como creer que el fuego solo quema por fuera o que las gotas de agua están huecas o que los bosques solo tienen árboles en su perímetro.
Quiles, quiletes, reinas y gabinetes… Un grupo de aromáticas gardenias tahitensis vecinas del barrio que contemplaron la escena, no dejaban de discutir con sincera envidia. – Locos humanos. ¿Para qué tanta pregunta? – Nuestra preocupación es expandirnos tanto como sea posible. Hacia abajo, con firmeza para sujetarnos bien. El tallo, lo necesitamos robusto, fuerte para dar soporte a las díscolas y aventureras ramas que, siempre, harán todo lo que esté en sus hojas para conquistar luz y oxígeno. Necesitamos estirarnos, alejarnos del suelo, de la tierra, del origen, sin separarnos, sin prescindir de él… ¡Ay! ¿Por qué nuestras raíces no serán como sus pies..?
Vino Gil, apagó el candil…
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