El día después de una catástrofe siempre es duro, porque se ven los resultados con la luz del día
Fermín e Ismael viven en el número 5 de la calle Príncipe, su edificio está pared con pared del que sufrió la explosión de las cuatro bombonas de propano.
Las ventanas de sus casas están rotas y los cristales hechos añicos. Fermín ha tenido que dormir en casa de una cuñada. Le preguntamos por si el Ayuntamiento, que sí ha realojado a los vecinos del inmueble dañado, les había informado, contestan que no. «Nadie se ha puesto en contacto con nosotros. Es más, hasta las 21.30 horas no pudimos entrar en nuestras casas, hasta que los bomberos se cercioraron de que la estructura no estaba dañada».
Ismael ha podido pernoctar en su casa, «eso sí, en dos habitaciones que tengo que dan al interior. ¡Mira como están las ventanas! Todas rotas y con el frío que hace, ¿quién va a dormir?».
En el inmueble contiguo viven en las seis viviendas entre 18 y 20 personas. Pero, no son las únicas que han pasado la noche en vela. Los del edificio de enfrente también han sufrido las consecuencias de la explosión, el inmueble del primero tiene reventadas las ventadas y en el segundo le es imposible abrirlas.
Ahora, están en trámites con papeles del seguro y comentando entre ellos, el susto que aún tienen en el cuerpo.
