[dropcap type=»1″]S[/dropcap]eguimos nuestro recorrido salmantino que nos lleva tras las huellas de Unamuno y llegamos a la Plaza Mayor. Cuantas veces pasó y paseó por ella nuestro rector. Cuantas veces daría vueltas acompañando a los hombres de la ciudad en sentido contrario al de las mujeres, argucia que hacía que los chicos y chicas enamoriscados pudieran verse dos veces cada una de las vueltas por los soportales.
Pero para recordar a Unamuno qué mejor que mirar a la fachada del ayuntamiento. En la subdelegación del Gobierno en Salamanca, en su sala de espera, junto al despacho del subdelegado, se conserva una fotografía de abril de 1931 que cuelga en una de sus paredes. En ella se puede observar a un grupo numeroso de personas asomadas en el balcón del consistorio proclamando la República. Si nos fijamos bien en ella, en la parte de la izquierda según miramos desde el centro de la plaza se encuentra don Miguel de Unamuno acompañado de su buen amigo, el que con el tiempo sería alcalde y gobernador de Salamanca, Casto Prieto Carrasco, catedrático de Anatomía de la Facultad de Medicina de la Universidad. Fueron muy amigos y don Miguel sufrió lo indecible al enterarse de su encarcelamiento y muerte violenta a los pocos días del levantamiento, en julio de 1936.
En Salamanca hay unos pocos personajes que están inmortalizados en piedra o bronces varias veces en sus calles y plazas. San Juan de Sahagún, Fray Luis de León, Santa Teresa son algunos de ellos. Unamuno pertenece por derecho propio a este grupo. En la calle, en las aulas, en la Plaza Mayor aparece su figura. A los salmantinos todo nos parece poco para recordar a estos personajes a los que les debemos mucho de nuestra imagen internacional, y eso que es una ciudad de por sí desagradecida. No se comprende que Calderón de la Barca, Juan del Enzina, el papa Luna, Alfonso IX de León o Raimundo de Borgoña no tengan una escultura o un medallón en la Plaza Mayor. Escritor de renombre el primero, fundador del teatro en España el segundo, promotor y favorecedor de la Universidad de Salamanca el papa cismático, Alfonso IX fundador de la Universidad y Raimundo de Borgoña repoblador, todos ellos tienen probados méritos para ser ensalzados. Pues bien, en Salamanca hay personajes a los que se les quiere a rabiar y todo es poco para homenajearlos y otros que, aun siendo claves en la historia de la ciudad, están escondidos para el gran público.
La Corporación que presidí, al cumplirse el centenario del nacimiento de Miguel de Unamuno quiso recordar el acontecimiento mandando esculpir un medallón en el pabellón de Pretineros. Salió a concurso y ganó el mismo Oscar Alvariño que realizó una obra para mi gusto satisfactoria. Logró plasmar un Unamuno con personalidad y fuerza. Es pues don Miguel uno de los pocos contemporáneos, salmantino de adopción del siglo XX, que ha logrado subir al Olimpo de la Plaza Mayor de Salamanca. El 31 de diciembre de 1986, cincuentenario de la muerte del rector, la Corporación, después de la ofrenda floral en la escultura de Pablo Serrano en las Úrsulas, se trasladó a la Plaza Mayor donde se descubrió el medallón.
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1 comentario en «La Plaza Mayor de Unamuno»
Y parace que fue D. Miguel quien dijo que la Plaza Mayor de Salamanca era un cuadrilátero irregular pero perfectamente armónico…
Y es irregular porque los propietarios de sus terrenos no cedieron ni un solo milímetro para que fuera un cuadrado perfecto como quisieron sus arquitectos…pero poco a poco…se fue cerrando…y ahora nadie diría que no es «perfecta»…y quizás, quizás…la Plaza Mayor más bonita del mundo…
Llenar su suelo con billetes de cinco euros para retener y atraer el talento joven es nuestro gran sueño…pero contra las «instituciones» hemos topado amigo Sancho…