[dropcap type=»1″]A[/dropcap]l lado de la Plaza Mayor, con su entrada principal por la calle Zamora, se encuentra el palacio de Figueroa, sede del Casino de Salamanca. En los salones de abajo y en los de los aledaños de arriba se producían las famosas tertulias a las que no faltaban las fuerzas vivas de la ciudad, y Unamuno era uno de sus puntuales asistentes. Asiduo al café después de comer, los tertulianos y no pocos curiosos se arremolinaban para oír su opinión sobre política, asuntos ciudadanos, municipales, universitarios, filosóficos, culturales o científicos.
Del episodio del 12 de octubre en el Casino tengo la referencia directa de Rafael Unamuno, hijo de don Miguel, que me contó el suceso de viva voz en la consulta de Foniatría y Logopedia donde fue tratado de un proceso cerebro vascular que le produjo una afasia.
El 12 de octubre de 1936, don Miguel llegó nervioso a casa procedente del Paraninfo. Fue acompañado por doña Carmen Polo de Franco hasta la salida de la Universidad por el Patio de Escuelas Mayores e introducido en un coche que le condujo a su casa de Bordadores. Aquel día, como en todas las casas de Salamanca, había cocido para comer. Unamuno apenas tomó unas cucharadas de sopa, haciendo caso omiso a la insistencia de su familia para que comiera los garbanzos, el relleno, la carne, el chorizo y el tocino preparado con esmero, cada uno de los componentes de este contundente y sabroso plato. Tenía ganas de salir de casa y caminar hasta el Casino para tomar café y conocer de primera mano cómo había sentado a la población salmantina el incidente de la mañana con Millán Astray en el Paraninfo.
Al llegar se arremolinaron junto a él un numeroso grupo de hombres, algunos de ellos pertenecientes a las familias más influyentes de la ciudad y provincia, que comenzaron a proferir insultos y descalificaciones irreproducibles contra don Miguel. En la parte de arriba Rafael, ajeno a lo que estaba ocurriendo con su padre en el mismo edificio, jugaba a las cartas. Un amigo subió para comunicarle lo que pasaba y azorado le dijo:
- “Rafael, baja y saca a tu padre del Casino, que le están insultando y acusándole de traidor entre otras muchas cosas. Si sigue aquí se expone a ser agredido”.
Recordemos que estábamos en los comienzos de la Guerra Civil y los ánimos estaban muy encendidos.
Rafael dejó el juego y bajó en unos instantes junto a don Miguel que en silencio se enfrentaba a las ofensa de los exaltados. Cogiéndole del brazo intentó llevarlo hasta la calle por la puerta que más a mano se encontraba, una de las que da a la plaza de la Libertad. Don Miguel se niega, parado mira a Rafael y le dice aquellas palabras que se quedaron grabadas para siempre en su hijo: “Tu padre nunca salió por la Puerta de los Carros”, recordando que solamente los que suspendían los exámenes de grados en Salamanca eran degradados a salir de la Catedral Vieja por la denominada Puerta de los Carros con el escarnio consiguiente de los estudiantes y del público en general. Con toda dignidad que le daba su porte, don Miguel dio media vuelta y entre los insultos de algunos energúmenos, la mayoría destacados miembros de los sublevados, salió con la cabeza en alto y con una parsimonia que muy pocos conservan en la adversidad. El resto ya lo conocen ustedes, Unamuno se encerró en su casa y no volvió a salir de ella con vida.
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1 comentario en «El Casino y don Miguel»
Desde que D. Miguel nos dejó Salamanca sigue huérfana de otro como él, agitador de conciencias.
Cada año se pierde población, vienen menos estudiantes, nuestros jóvenes se tienen que ir al exilio económico forzoso y los que viven en la zona de confort dicen…»otros están peor»…
D. Miguel, ruega por nosotros.