[dropcap type=»1″]N[/dropcap]o sabemos dónde se conocieron. Tampoco nos aclaran las crónicas el porqué de tanta amistad, pero lo que sí podemos aseverar es que el heredero de la corona de Castilla y Aragón, el hombre con más futuro de la Península Ibérica, el príncipe Juan, hijo de los todopoderosos Reyes Católicos, concedió a su amigo García de Albarrategui un terreno en Salamanca para que construyera en él la mancebía.
Corría el año 1497 y Colón ya había llegado a América. En la España que afrontaba la construcción de un nuevo imperio surge lo que en la jerga de hoy llamaríamos un pelotazo. El negocio más lucrativo de Salamanca y su alfoz quedaba en las manos de un amigo del príncipe, quizás para pagar algún favor secreto.
[quote_box_left]En la España que afrontaba la construcción de un nuevo imperio surge lo que en la jerga de hoy llamaríamos un pelotazo[/quote_box_left]Esta ciudad, de la que don Juan había sido nombrado Señor por sus progenitores, no se conformó con la medida. Tuvo mala suerte García. Su protector falleció en el palacio del obispo de Salamanca antes de que pudiera cumplir con el beneficio, y el Concejo, atento a cuanto le pudiera resultar beneficioso, arremete contra él recurriendo la medida caprichosa del príncipe ante sus padres, los Reyes Católicos.
La historia termina con la aceptación de la protesta por parte de los soberanos, la casa de prostitución saldría a pregón, que en román paladino es igual a lo que hoy llamamos concurso público. El adjudicatario pagó 10.000 maravedíes a Albarrategui y 1.500 al municipio. Al final, el enchufado del príncipe sacó su buena tajada. A este suceso podemos aplicar el dicho de que el que a buen árbol se arrima buena sombra le cobija.
1 comentario en «El enchufado del príncipe»
Me ha gustado mucho, Jesús. Sigue deleitándonos con esta línea.