Conferencias en la Gran Manzana
[dropcap]H[/dropcap]oy doy cuenta de mi reciente viaje a Nueva York donde, como anticipé, dicté tres conferencias a las que me referiré ya en tiempo pasado. Con mis observaciones recogidas en la ciudad más dinámica de EE.UU.
Primero, en la US/Spain Chamber of Commerce, donde hablé el miércoles 8 de febrero sobre “La Unión Europea y su futuro, en tiempos de turbulencias”, pude comprobar el enorme interés por el tema de la Unión Europea, sobre todo en tiempos de Brexit. Un fenómeno al que los observadores norteamericanos dan una importancia quizá excesiva, por sus relaciones especiales con el Reino Unido.
Allí -en el foro inteligentemente dirigido por Gemma Cortijo, en la sede de Baker McKenzie y acompañados por su Presidente Emérito, Eduardo C. Leite- tuve ocasión de señalar que, por el momento, no cabe apreciar efectos negativos de la anunciada separación de Londres respecto a Bruselas; con previsiones de un acuerdo de UK con la UE, para el célebre “business as usual”. Y con España, eso está claro, ascendiendo a cuarta potencia dentro de la UE.
Mi segunda conferencia fue una sesión del Instituto Cervantes junto con el IE Business School of New York, y el tema consistió en los avatares del cambio climático, en conversación con Juan Verde, asesor que fue del Presidente Obama para la cuestión, en el estupendo auditorio del Cervantes, con la presidencia de su Director, Ignacio Olmos, en donde debatimos a fondo si será posible que EE.UU. se retire del Acuerdo del Clima de París de 2015. Participó también en el debate el Presidente del IE Business School of New York, Francisco Chabrán, llegamos a una cierta conclusión: será difícil que EE.UU. salga del Acuerdo de París sobre el Clima (2015) tan difícilmente logrado.
Por mucho que Trump haya puesto en marcha otra vez proyectos de grandes oleoductos, y tenga como Secretario de Estado al antiguo Presidente de Exxon, al final, la presión económica (efecto Bill Gates, de energías renovables cada vez más competitivas) y los informes científicos del IPCC, harán inevitable la permanencia de Washington en el importante texto de París. Que pretende reconciliar a la nueva sociedad tecnológica con la preservación del planeta a largo plazo. No hay Plan B, que dijo el propio Obama.
Y finalmente tuve un encuentro con la Asociación de Estudiantes de la Universidad de Columbia, el viernes 10, otra vez las políticas de Trump, que están conmoviendo al mundo con su rechazo de la globalización y de los tratados de libre comercio. Como ha sucedido ya con el Trans-Pacífico, y como también podría ocurrir en el Transatlántico UE/EE.UU. En una larga sesión organizada por Gonzalo Fernández, tuvimos ocasión de debatir con los mejores efectivos estudiantiles (eso creo) de las universidades de Nueva York, con intervenciones también de alumnos de Harvard, Yale, etc. Con una prevalencia clara de actitudes contrarias al proteccionismo que podría llevar al mundo a una nueva situación recesiva, según algunos.
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Como impresión general, en este informe de urgencia, sobre unos días en el Gran Manzana, diría que en los medios intelectuales, está claro que la actitud de defender la industria nacional con medios restrictivos del comercio mundial, puede ser una especie de boomerang para los propios intereses norteamericanos.
Así me lo manifestaron toda clase de opinantes, en consideración con las grandes empresas exponenciales, del tipo de Amazon, Microsoft, Facebook, Apple, etc., que son las líderes de la tecnología planetaria en un mundo abierto al comercio sin trabas. Y la Sra. Janet Yellen, Presidente de la Federal Reserve System, ya dio un aviso contundente de que el TLCAN con Canadá, sufriría un auténtico cataclismo si se mantienen las actitudes antimexicanas del Presidente Trump.
[pull_quote_left] La actitud de defender la industria nacional con medios restrictivos del comercio mundial, puede ser una especie de boomerang para los propios intereses norteamericanos[/pull_quote_left]Por otro lado, están las instituciones del país, como son la Justicia, que ya está parando los pies al Presidente, que tendrá que llegar al Tribunal Supremo. Una instancia que no puede dar por suya en propiedad, a pesar del último nombramiento del Juez Gorsuch. Y adicionalmente están, muy activas, las administraciones de los cincuenta Estados, con enorme poderío en muchas cuestiones; y el conjunto la sociedad civil, que no se va a dejar ni seducir, ni verse sometida a las órdenes ejecutivas emanadas desde la Casa Blanca, en lo que es un chorro continuo de decisiones imposibles de ejecutar por sus contradicciones y sus posibles efectos negativos.
Las muestras de que Trump no es el Hegemon que quiere ser, las tenemos a la vista: lo que iba a ser un conflicto con China por la pervivencia de Taiwán con su posible independencia, ha tornado al nuevo reconocimiento USA de la “doctrina de una sola China”. Y lo que iba a ser un acuerdo inmediato con el Reino Unido para una especie de asociación USA pro-Brexit, tendrá que esperar a que Londres resuelva sus asuntos con Bruselas.
Y veremos si el Acuerdo Transatlántico previsto sigue, o no, la misma suerte que el estropicio armado con el abandono por EE.UU. del Tratado Transpacífico, sin encomendarse ni a Dios ni al diablo. Ni tener en cuenta que China podría convertirse en la defensora del libre comercio (Xi Jinping en Davos), frente a un nuevo proteccionismo de EE.UU.
No se pretende decir que el efecto Trump no vaya a tener toda clase de consecuencias perniciosas. Las puede tener, y muchas, pero será difícil que el nuevo Presidente pueda traducir en cambios contundentes todo su programa, en tantos aspectos negativo para el interés general de los 7.500 millones de viajeros del Navío Espacial Tierra.
Y en cuanto a las relaciones con Rusia (extraña amistad la de Vladimir Putin y Donald Trump), la cosa será más complicada de lo que en principio pareció iba a ser una conexión fraternal. Y desde luego, los síntomas últimos no son los de una senda a la desnuclearización con base en un impulso para nuevos tratados en la senda de la reducción de armas nucleares, etc.
Desde este escrito, quiero dar las gracias a todas las personas, en parte ya citadas, que me ayudaron en mi reciente viaje a la otra orilla del Atlántico. Y muy en especial a mi Personal Adviser y agente literaria mía en EE.UU., Andrea Carlón Tamames, la primera de mis nietas por edad y saber, y a mi hija Alicia, gran conocedora de las relaciones internacionales, y altamente especializada en cuestiones orientales, en gran medida por su alto conocimiento de la lengua china. A ellas y también al gran Lorenzo, matemático donde los haya, mi mayor gratitud.
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