[dropcap]A[/dropcap]provechando que Manuel Galiana estaba en Salamanca, charlamos con el interprete sobre la vida, el teatro y la emoción que supone ser otro.
La presentación de Manuel Galiana en Filología corrió a cargo del académico Antonio Castro, quién matizó que Fernando VII derogó una Ley que llamaba indignos a los actores. «Hace algo más de un siglo que somos dignos, pero el llegar a la Universidad, es aún mejor».
Galiana lleva más de medio siglo subido a un escenario y se emociona al recordar cómo obtuvo su primer papel protagonista en la obra La Casa de los 7 balcones, de Alejandro Casona, al que convenció de que él era el mejor para el papel. «Interpreté a un valiente cuando me hicieron la prueba y la pasé, porque superé mis miedos».
Manuel, ¿por qué es importante saber interpretar?
Porque nos va a ayudar mucho en la vida. A veces, salirse de uno mismo, nos da el coraje suficiente para hacer una cosa que nosotros no somos capaces de realizar. Cuando interpretamos, nos damos un descanso de nosotros mismos. Vivimos otra vida, sin dejar de ser nosotros y eso no tiene precio, porque si no somos capaces de interpretar, no podremos hacer muchas cosas en la vida. Podemos ‘vestirnos’ de valientes y lo seremos. Eso tiene unas posibilidades fantásticas en la vida.
¿Eso no sería una actitud hipócrita?
Sí. De toda la vida el hipócrita es el actor, pero eso no es malo. (Risas) Es uno de los deportes más sanos que hay.
¿El mentir o el ser hipócrita?
La interpretación.
Interpretamos todos y todos los días…
Sí. Todos los días interpretamos, el mundo es un teatro. El gran teatro del mundo y eso viene desde nuestros clásicos. Dios reparte papeles y el libre albedrío y tienes que interpretar tu vida. No necesariamente tienes que ser actor para interpretar, puedes ser un profesor que se coloca delante de los alumnos o los políticos… y tienen que interpretar bien su papel, aunque no sean hipócritas.
Aquí, ¿interpretar sería un sinónimo de comunicar, no?
Exactamente. Intentamos convencer al contrario de lo que le decimos. Desde el vendedor de coches hasta el camarero. Ellos te van a hablar de la conveniencia de ese producto que te ofrecen.
Un actor tiene un papel que ha ensayado y su trabajo está dirigido, pero en la vida cotidiana eso no ocurre. ¿Qué importancia le da usted a la improvisación?
Muchísima, pero no olvidemos la parte de trabajo. Somos instrumentistas y el instrumento debe estar perfectamente afinado para que suene bien. Cualquiera que se presente delante de un público tiene que dominar lo que está haciendo. Tiene que dominar su presencia, su actitud, su voz,… Y con esas ‘armas’ engancha a los espectadores u oyentes. Esto sirve para todo el mundo. Un actor es una personas cuya preocupación fundamental es entender a otro, ponerse en el punto de vista del otro. El actor trabaja con lo más delicado que hay, los sentimientos. Puede ser repugnante y en otro trabajos ser San Juan de la Cruz.
¿Qué nos perdemos si se deja de apostar por el teatro?
¡Uy! Nos perdemos una de las cosas más bonitas de la vida y la vida es cortísima, por lo que uno no se puede permitir el lujo de decir que no va al teatro. El teatro siempre es maravilloso porque es un espejo que tenemos delante, al que nos conviene mirar de vez en cuando. Cuando uno asiste a una función de teatro no va a escuchar una historia, esa historia que contamos sobre el escenario es la historia de cada uno de nosotros, de los espectadores. De alguna manera, eso que estamos oyendo, nos toca.
¿Cree que sería importante que en la escuela hubiera una asignatura de interpretación?
Sí. Sería fundamental que se enseñara en la escuela el teatro y que estuvieran familiarizados desde niños con las normas básicas de la interpretación. Hay muchas escuelas ahora y hay muchas personas que vienen, no porque quieran dedicarse al teatro, por el placer de interpretar, de estar allí,… Y lo hacen porque interpretar es muy bueno para el cuerpo, para el espíritu,… Quiero que sientan la experiencia de ponerse en el lugar de otro. Estar en una compañía de teatro, aunque sea amateur, es la mejor terapia que existe, porque descansamos de nosotros. Cuando te subes al escenario no te acuerdas que tienes catarro o te duele la cabeza, porque estás haciendo de otro. Esos males vendrán cuando te bajes.
Galiana finaliza explicando que lo que se pretende con estas conferencias es que las personas tenga interés por el teatro, «que sepan que no se puede, ni se debe prescindir del teatro, porque es muy bueno para la formación de todos».